lunes, 19 de marzo de 2012

Le perro del rey

No sé a quien leí en una ocasión, pero se trataba de alguien notable, que los pobres, a pesar de serlo, a ninguno le falta un perro. Pueden no tener comida, ni trabajo, si lo más elemental, pero van acompañados de su perro. Ello es debido -decía aquel autor- a que todo hombre quiere mandar en alguien, de forma que el más humilde del cuerpo social, al no poder hacerlo sobre un semejante, lo hace sobre su propio perro. El presidente es el perro del rey y el primer funcionario es el perro del presidente.

Felipe González fue, durante más de trece años, el perro del rey, aunque ya sé que en una monarquía constitucional éste no tiene poderes sobre el que ejerce el gobierno. Felipe González ha sido entrevistado en una cadena de televión ayer domingo (18 de marzo 2012) y a algunas respuestas ingeniosas, lo que nunca le ha faltado, ha dado otras con ese carácter declinante de quien está en un partido ya perdido al final de su tramo. No ser rotundo en la condena de los cargos públicos que cobran más de un sueldo (y varios sueldos muy altos); no condenar sin paliativos el crimen político llevado a cabo por el Presidente Obama cuando dio caza al terrorista bin Laden; no ser coherente -a pesar de su empeño en demostrarlo- cuando se le ponían videos con discuros suyos de hace años; mostrar una ambigüedad estudiada cuando podía comprometer a altos cargos socialistas que se han desacreditado por su incapacidad o su falta de ideas. 

El gran líder político que fue Felipe González no es ya -creo yo- más que una buena fuente para la historia reciente de España. Es también persona a quien hay que agradecerle que, gracias a su capacidad, la derecha no gobernase en España por el tiempo más largo de la historia; ha sido persona de grandes méritos y persona que cometió graves herrores: la política de nombramientos una de ellas. Ahora se habla mucho de primarias y de democratizar al partido socialista, pero él no dio un paso cuando aquel partido en el que yo milité tenía serias carencias democráticas en sus congresos (votaban los cabezas de delegación en vez de cada delegado). El partido tenía un líder: el líder era sólido y seguro; el partido no cejó en limitar la democracia interna para defender al líder. 

Me hizo pensar la entrevista que se le hizo a Felipe González: me pareció que es el reflejo de un socialismo europeo que hace tiempo perdió el norte y no lo ha encontrado. No lo encontrará, creo yo, con sus actuales dirigentes, sin idea muchos de ellos, sobre los valores del socialismo de todos los tiempos. 

L. de Guereñu Polán.

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