domingo, 18 de marzo de 2012

Ser honesto y ser capaz

Solo se necesitan estas dos cosas para ser una buena o un buen cargo público, y sin embargo se cuentan a cientos los que no reúnen ni una ni la otra o alguna de ellas. También hay muchos que tienen alguna o las dos, claro está, y negarlo sería negar la evidencia; como ocurre con otras actividades humanas.

Luego están los intereses que se defienden, que pueden ser los de una sociedad conservadora o progresista, los de una clase o la otra, unos ideales u otros; pero ante todo se ha de ser honesto, porque de lo contrario se va todo al garete. La capacidad también es importante -yo diría que imprescindible- a no ser que a base de un titánico trabajo se palíe en cierto modo la falta de capacidad o formación que uno haya recibido. 

Los Tribunales de Justicia, que son criticados acerbamente con frecuencia, llevan a cabo, sin embargo, una importante labor de investigación y sanción en muchos de los casos que conocemos, pero no han sido capaces de condenar a los culpables en otros. Ello es así porque en un Estado de derecho la presunción de inocencia es un principio irrenunciable, las pruebas hay que reunirlas, los abogados de la parte acusada suelen ser expertos y existe todo un procedimiento que hace engorroso el encartamiento como culpable de un corrupto o de un delincuente. 

La sociedad, por otra parte, no castiga los casos de corrupción cuando está en su mano (en parte porque la actual ley electoral lo estorba, pero solo en parte) pues da su voto con mucha ligereza a personas que han sido consideradas culpables aunque no inhabilitadas para ejercer un cargo público. En cuanto a la capacidad, la democracia no hace distingos entre una persona formada y otra que no lo está, y es justo que así sea; además yo no me estoy refiriendo a la formación que se adquiere académicamente, sino la que una persona demuestra en el ejercicio de su profesión o de su cargo. 

Bien; dos cosas bien sencillas de enunciar y dos cualidades que muchos no tienen, ocupando sin embargo cargos de responsabilidad pública. Esto solo es posible porque las organizaciones políticas los aúpan y porque los electores los eligen. Solo una nueva moral, que ha de ser obra colectiva y no fácil, puede salvarnos del estado de miseria política en el que ahora estamos.

L. de Guereñu Polán.

No hay comentarios: