domingo, 13 de mayo de 2012

Lerrouxismo en el Partido Socialista

Tengo para mí que desde los años noventa pasados se produjo un cambio sociológico en el Partido Socialista que le ha perjudicado notablemente. Se instituyó la necesidad de retribuir y repartir cargos y prebendas entre las clientelas que cada dirigente local, regional o nacional tenía a su disposición. Esto pudo evitarse con una gran fuerza moral que se hubiese impuesto por quienes hubiesen arriesgado, pero reconozco que era muy difícil. La gran avalancha de militantes de la década de los ochenta (la de las victoriasl del Partido Socialista) produjo aquel cambio sociológico del que hablaba. A una militancia forjada en la clandestinidad (muy pocos), en exterior (muchos), en el tardo-franquismo y la transición (la mayoría), se le unió el aluvión que, por ser más jóvenes, por habérselo pensado dos veces, o por simple ambición personal, vinieron a engrosar las filas del socialismo. Además hubo valiosas incorporaciones del Partido Socialista Popular desde 1978 y luego del socialismo galleguista.

Don Alejandro Lerroux, que siempre fue un manirroto, un aventurero y un político partidario de chanchullos a diestra y siniestra, sin embargo nunca se enriqueció con la política, pero tenía que hacer verdaderos malabarismos para contentar a todas las facciones del republicanismo "radical" (entrecomillo porque el radicalismo se le agotó a medida que se acercó la II República española y terminó gobernando con la CEDA, la quintaesencia del catolicismo conservador, del monarquismo y de un filofascismo matizado pero evidente. 

Es una lástima que dichos usos estén tan extendidos en el Partido Socialista -que es el que a mí me interesa- porque si no fuese así ocuparían los puestos de responsabilidad en las Cortes, en los Ayuntamientos, en los cargos orgánicos, personas muy distintas de las que ahora están (con las lógicas excepciones que, no obstante, serán muy numerosas). Tengo la impresión de que desde aquellos años noventa en el Partido Socialista no se alcanzan las nominaciones por los méritos o capacidades demostradas, ni siquiera por la honradez personal, sino por tener una especial destreza en usar los codos para abrirse paso, el teléfono para hacerse escuchar y la pleitesía para acerse atender. Todo ello, salvo mejor opinión. 

L. de Guereñu Polán.

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