lunes, 23 de julio de 2012

Al paso alegre de la paz

Restos del campo de concentración de Castuera
El verso que figura como título corresponde al himno "Cara al sol", obra de Dionisio Ridruejo, falangista de primera hora que, vista la evolución que tomó el régimen del general Franco en España, se apartó de él y llegó al final de su vida a relacionarse con sectores de la oposición a dicho régimen.

Aquellos falangistas de primera hora -los más exaltados- cometieron crímenes sin duda: ahí están los testimonios de familiares, las investigaciones de historiadores, incluso de quienes fueron vigilantes en los campos de concentración franquistas que, en algún caso fueron también de exterminio. La historia es sabida: como ha señalado el historiador Antonio Muguel Bernal, con la guerra no se acabó el exterminio, sino que hubo campos donde éste siguió, y ello hace al régimen de Franco especialmente odioso.

El campo de Castuera concentró a personas de diversas ideologías no concordantes con las de los que resultarían vencedores en la guerra civil española de 1936. Personas de Castuera, al este de la provincia de Badajoz, en la comarca de La Serena, junto con otras de Cabeza de Buey y de otros pueblos allí fueron a parar. Algunos consiguieron sobrevivir, otros fueron asesinados de forma arbitraria, sin juicio previo, por capricho o por odio, por venganza y vilmente. La inmensa mayoría de los extremeños de la época eran pobres, campesinos y pastores en su mayoría, y los partidos de izquierda, o simplemente republicanos, habían trabajado muy bien aquellas tierras. Se daban las condiciones objetivas, pues la propiedad agraria estaba muy mal repartida y las diferencias sociales eran abismales. Ahí están los testimonios de las familias Sayabera, Navarro, Garrido (Albino llegó a fugarse del campo), Espinosa, Trenado, Conde, la familia de Libertad González, la familia Murillo y la de los Navas. Incluso un exvigilante del campo de concentración de Castuera ha servido de testimonio a lo que allí ocurrió (Abundio Durán).

Desde el aire todavía se puede ver la forma rectangular del campo, en medio de la llanura rodeada de pequeñas alturas, cerca de la vía férrea que comunica Extremadura con la región de los Pedroches, en el norte de Córboda. La mina del Quintillo, la mina de la Gamonita, con su torre desmochada que aún se conserva, fue probablemente el lugar de muchas muertes inútiles e injustas. Los cadáveres yacen bajo tierra, o en las proximidades, como han podido investigar los historiadores Bernal, Pablo Ortiz, Antonio López y Justo Vila. Pasa el tiempo pero la memoria no se borra. Si no son los hijos serán los nietos; un régimen nunca dura tanto para que pueda desaparecer la verdad, y ahora descubrimos cosas -y quedan por descubrir- que ponen de manifiesto la crueldad de los vencedores en la guerra. Ya no había frentes militares, ya no había que defender el Puerto de la Venta; toda Extremadura y toda España estaba ya en manos de los vencedores y, sin embargo, continuó el exterminio. Mayor o menor, pues no están cuantificadas las víctimas en el caso del campo de Castuera.

Los desfiles por las principales calles de las ciudades españolas se hacieron acompañar, durante muchos años, de himnos victoriosos, pero el silencio de los muertos vuelve al cabo del tiempo, y el "paso alegre de la paz" no fue más que un verso.

(Ver: http://www.youtube.com/watch?v=MAtWuuQbbQM)

L. de Guereñu Polán.

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