lunes, 2 de julio de 2012

¿Cuantos Belial hay en España?

El de las ganancias corruptas: así interpretan muchos el vocablo hebreo Belial, y es utilizado por Jeremías, en el libro de Job y por Isaías en la Biblia, que yo sepa. Si en España hay 200.000 cargos públicos y otras tantas personas que manejan dineros como empresarios, constructores, banqueros, explotadores, proxenetas, contrabandistas, evasores de impuestos, blanqueadores de dinero y delincuentes comunes, y solo el 1% de ellos fuese corrupto, la cantidad de personas corruptas en España se elevaría a la cifra de 4.000, pero todos presumimos de que habrá más, y no es en el campo de la política donde están los más numerosos. Si hablamos del 1% parece que es poco; pero si calculamos el valor absoluto vemos que son muchos corruptos para un país que tiene unos 8 ó 10 millones de personas en condiciones de vida precarias o muy precarias, con bajísimos salarios, pensiones, en paro, subempleadas, con necesidades lacerantes...

Además hay que suponer que de esa cativa cantidad que se me ha ocurrido (4.000) unos 400 acumulan quizá el 90 de la corrupción española, por lo que no sé que será mejor, si una corrupción repartida equitativamente o una minoría de corruptos sometiendo a una mayoría de la población.

La corrupción es inherente a la naturaleza humana, pero también lo es la lucha contra ella, y a lo largo de la historia ha habido personas que han perdido su vida, han sufrido persecución, por denunciar la corrupción y poner a los Belial de turno a buen recaudo de la ley, aunque muchas veces los corruptos han quedado impunes. Hago votos porque la sociedad española, las organizaciones cívicas, cada uno de nosotros, se convierta en un activista contra la corrupción, delatando a los Belial, que se reproducen como ratas, que se recuperan, que aunque vayan a la cárcel salen enseguida por no se sabe qué artes. Cuanta menos corrupción más justicia, cuanta más justicia más equidad, y cuanta más equidad más personas felices. Hoy los infelices son tantos que se impone un compromiso sin claudicación posible. 

L. de Guereñu Polán.

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