El primer problema
surge al mirar las fechas y los sondeos conocidos, en principio no parece muy
democrático cambiar las reglas de juego al final del partido, cuando los datos
de las encuestas anuncian cambios desfavorables para el proponente. La segunda
duda, también sobre lo democrático de la propuesta, surge al ver la justificación:
es una medida de signo austero; ahorrar recortando medios al legislativo que
controla el ejercicio del poder por el proponente puede interpretarse poco
positivamente, sobre todo teniendo en cuenta lo escaso del ahorro, tanto
cuantitativamente, como en términos relativos.
Sin embargo la Ley es
muy mejorable en términos de dotar de más democracia a la Autonomía, dos
ejemplos claros pueden servir para medir, con pocas dudas, las intenciones del
presidente y del partido político que lo sustenta. Primero: actualmente más de la
mitad de los 75 escaños (40 de ellos) se reparten sin ningún tipo de referencia
a los electores, por lo que el voto de un elector orensano o lucense pesa hasta
el triple que uno de la Coruña, lo que muy democrático no parece. Si la reforma
reduce sustancialmente el desequilibrio, por ejemplo dejando los escaños
adjudicados al terreno en menos de 20, la calidad democrática de la nueva Ley subiría
muchos enteros. Segundo: el listón para los partidos minoritarios está situado
en el 5% de los votos válidos emitidos, lo que, con los datos hoy conocidos, puede
dejar hasta el 15% de los electores ejercientes sin representación, lo que tampoco
resulta muy democrático, en especial si se suma al casi endémico 40 % de
abstención de las elecciones autonómicas, dejando fuera del Parlamento Galego a
la representación de más de la mitad del censo (lo que resulta muy poco
deseable para la salud del sistema). Una reforma que redujera de forma
sustancial la altura del listón, por ejemplo hasta un prudente 3%, mejoraría la
representatividad del nuevo Parlamento.
En caso de que las
propuestas no vayan en la dirección de lo antes comentado, estaría justificado
calificar a las reformas, y sus proponentes, de tramposos, con una calidad
democrática muy similar a la de algunos dirigentes que ellos suelen calificar
de antidemocrátas, y otras cosas peores.
Julio de 2012 Fdo: Isidoro Gracia Plaza
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