Inmigrantes en el desierto

Desde la Isla de Tierra, cerca de la ciudad marroquí de Alhucemas, hasta el desierto de la frontera entre Marruecos y Argelia, han sido llevados unos inmigrantres marroquíes que intentaban entrar en España. No caeré en la tentación de decir que todo inmigrante debe ser admidido en el país a donde desee ir porque tal cosa no soluciona el grave problema que dicho colectivo padece, además de que en ocasiones los inmigrantes están instrumentalizados por mafias para el enriquecimiento de estas. Pero una cosa es lo dicho y otra el trato inhumano que las autoridades epañolas y marroquíes (la derecha no sabe de patrias, es igualmente cruel una que la otra) han dado a los inmigrantes del islote español Isla de Tierra.

El Ministro español de Asuntos Exteriores, que va de europeo y civilizado, tiene mucho de las dos cosas: como europeo se parece más a aquellos legionarios romanos que entraban en las aldeas campesinas a sangre y fuego y como civilizado tiene también mucho de las civilizaciones a que pertenecían hunos, vándalos, alanos y otros energúmenos que en la historia han sido. Podrá tener unos modales muy aparentes, un pedigrí muy cuidado, acorde con el origen de esta palabra (pied de grue o pata de grulla) que eran las tres marcas que los criadores de caballos utilizaban para marcarlos. Marcados han sido los inmigrantes de Isla de Tierra que ahora vagan por las arenas ardientes del desierto norteafricano, a 50º de temperatura, cuidando de orientarse adecuadamente para no alejarse del lugar poblado más cercano, sin medios, salvando sus pies de las arenas con cualquier sandalia deshilachada o retal de tela. La zona es una gran planicie, no hay vegetación, ni lomas que proyecten un poco de sombra con sus laderas.

Mientras tanto el Ministro español de Asuntos Exteriores, junto con su colega marroquí, tan cruel como él, se rien, proyectan verse, probablemente en las islas Caimán, con un daiquiri refrescante. Mal nacidos...

L. de Guereñu Polán.