lunes, 24 de septiembre de 2012

La fragilidad de la democracia en el Partido Popular


No me refiero solo al déficit democrático del funcionamiento del Partido Popular, donde la cooptación, la designación, el clientelismo y la jefatura tienen mucho de los viejos partidos autoritarios, sino a la nula tradición democrática de la mayor parte de sus cuadros, dirigentes y afiliados. 

Al igual que el Partido Popular alemán durante la República de Weimar y el Partido Demócrata, el Partido Popular se beneficia del voto ambiguo, en el que las propuestas sociales son vagas e imprecisas, no pasan de generalizaciones pero, aceptando las instituciones democráticas formalmente, cuela que el PP está en el sistema, máxime cuando por errores ajenos (Unión de Centro primero, Partido Socialista después) ha obtenido resultados electorales muy abultados, precisamente cuando una crisis económica azota a las clases humildes y media; de igual manera que en la Alemania de los años 20 y 30 del pasado siglo, también los partidos conservadores y nazi se beneficiaron de la crsis de 1929. No olvidemos que las candidaturas racistas habían obtenido resultados apreciables ya en 1924. 

Precisamente una de las fragilidades mayores en materia democrática del Partido Popular es en materia de igualdad por razón de origen o raza: no se separa a los dirigentes xenófobos y se les apoya por el solo hecho de que detentan alcaldías o cargos públicos de responsabilidad. El general De Gaulle, desde finales de los años cincuenta hasta principios de los años setenta del pasado siglo dirigió un partido conservador que consideraba a los comunistas franceses como extranjeros (por la obediencia a la Internacional de Moscú), lo que es muy grave desde una perspectiva democrática, pero De Gaulle había liderado la resistencia francesa contra los nazis, mientas que los dirigentes del Partido Popular, que parten del franquismo, no lo han condenado todavía. No pueden hacerlo porque tienen un electorado, en parte, sociologicamente franquista, dirigentes que añoran el franquismo y otros que desearían quizá condenarlo, pero no lo plantean porque constituiría una fisura en su "ordeno y mando". 

Por otra parte el Partido Popular puede decirse que no tiene una ideología definida, como otros partidos conservadores y liberales que han existido y existen en Europa: hay un sector "demócrata-cristiano", y de hecho en esa familia actúan en el Parlamento Europeo, hay un sector "liberal", en el sentido más economicista y reaccionario que se pueda entender y, por fin, hay un sector amplísimo que es conservador magmático; quiero decir que sus límites son los de una mancha de aceite que se esparce allí por donde encuentra la mínima pendiente. Aglutinar tal cambalache exige políticas que contenten a los que financian al Partido Popular, políticas que le den un plus de legitimidad (la Iglesia católica), políticas que rompan el progreso que España había experimentado en materia de derechos civiles; se combate con denuedo a los sindicatos, incluso se les ve como outsiders del sistema, como algo anticuado, innecesario, que interrumpe la marcha de la economía. Hay publicaciones de Manuel Fraga, discursos de Don José María y de otros dirigentes que abogan vagamente por el corportativismo en el campo del trabajo. 

El Partido Popular nunca ha destacado por tener escuelas de formación, como sí ha sido entre la derecha alemana, belga o austríaca, por poner solo algunos ejemplos. Es un partido de aluvión, como lo fue la CEDA en su momento, pero más cohesionado, porque la CEDA fue una coalición de partidos conservadores, católicos y fascistas. El elemento fascista parece haber desaparecido del Partido Popular una vez que los más viejos ya no están, pero no ha desaparecido una derecha extrema que ha jugado siempre un papen de contrapeso a los sectores más moderados. Ejemplo de lo primero, aunque resulte paradójico, son los dos líderes madrileños, la recientemente dimisionaria y el actual ministro de Justicia. 

Aspectos como el de la "memoria histórica" del que Don Mariano no quiere oir ni hablar, a poco que la sociedad no se duerma, volverán a estar sobre la mesa por mucha cerrazón que el Presidente tenga. Podría ofrecer una alternativa sobre dicho asunto adaptada a las necesidades de cohesión de su partido, pero prefiere negar la necesidad de desarrollar una ley aprobada, que algunos incluso consideran insuficiente. El huidismo del Partido Popular en materias sensibles como la ecología, los derechos de las minorías, los de la mujer trabajadora, se taponan con alusiones a la familia (sabido es que hay muchos tipos de familia, incluso las desestructuradas), o que hay que gobernar "como Dios manda". 

La democracia es un régimen tan generoso que facilita el que puedan gobernarla partidos con grandes déficits democráticos. Una sociedad civil adormecida en parte pasa por paréntesis en los que se deja aplicar sedantes pasajeros, pero es de desear que los sectores progresistas del país, organizados o individualmente, hagan ver que estamos gobernados por quienes no tienen gran confianza en la democracia.

L. de Guereñu Polán

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