martes, 11 de septiembre de 2012

Prefiero al asesino de Pakistán

Leí una vez, hace años, que en las elecciones presidenciales de Estados Unidos debiera poder participar todo el mundo, pues a todo el mundo afecta quien gobierne aquella potencia. Aparte esta curiosa e impracticable idea, en noviembre se elegirá al Presidente para los próximos cuatro años. Ya se sabe -dado el peculiar sistema electoral norteamericano- que será el republicano Romney o el demócrata Obama, el mismo que impasiblemente autorizó y asistió al asesinato del terrorista Osama bin Laden, el elegido. Este asunto y el de Guantánamo, que sigue ahí, son dos losas morales que sin duda pesarán en el electorado más izquierdista y consciente de Estados Unidos.

El señor Romney, además de negociante y gobernador de Massachusetts, es de esos candidatos que concibe al Estado como una empresa y, por lo tanto, como una empresa debe ser gestionado. Claro que una empresa persigue beneficios y el Estado lo que tiene que dar es servicios, seguridad, etc. Son cosas distintas. En su estado aplicó medidas sanitarias muy parecidas a las que su partido combate para todo el país, por lo tanto en esto no se distingue mucho del candidato Obama. Ahora bien, quiere destinar más dinero para armamento y al ejército en general, quiere combatir la inmigración ilegal (¿con que métodos?) y se opuso al modelo de inmigración -más humano- del Presidente Obama. El republicano está condicionado por el ala derecha de su partido, que comparte ideología con el Tea Party, muy cercano a los postulados xenófobos del Ku Klux Klan.

El férreo liberalismo económico del señor Romney recuerda a la política de Reagan, que está en la base de la crisis económica que padece el mundo (o parte de él) ahora y, en lo demás, nada nuevo de lo que ya sabemos que ha representado el Partido Republicano en la historia de Estados Unidos: conservadurismo, moralidad retrógrada, hostilidad al mundo árabe en favor de Israel y poco más. Ser elector tiene sus servidumbres; ser espectador también: esperar que gane las elecciones aquel a quien no se puede votar, por gravísimos errores que haya cometido.

L. de Guereñu Polán.





No hay comentarios: