viernes, 5 de octubre de 2012

El espejismo


El Centro de Investigaciones Socilógicas ha hecho públicos los resultados demoscópicos según los cuales el Partido Popular garnará las elecciones del 21 de octubre en Galicia. Si esto es así cabe esperar (otras veces no se ha hecho) una seria reflexión por parte de todo aquel que se llame de izquierdas, sobre todo de los dirigentes políticos de dicho espectro. Pero no todo está dicho: puede que el Partido Popular no obtenga la mayoría absoluta y que no pueda gobernar (es poco probable que la candidatura de un exbanquero encarcelado por la Justicia obtenga escaños) dándose la posibilidad de un gobierno entre socialistas y nacionalistas (descartado que el Partido Socialista obtenga un resultado tan bueno que se presentase como alternativa minoritaria para formar gobierno solo).

Ahora bien, si el Partido Popular no pierde seis o siete puntos porcentuales, lo que repercutiría en una mejoría clara de la izquierda, no se deben echar las campanas al vuelo. Es decir, si el Partido Popular no puede formar gobierno porque le falta un escaño, el análisis correcto -en mi opinión- es que sigue siendo la fuerza más votada, con mucho, y que los demás partidos se quedan muy por detrás en apoyo popular, por lo que deben considerarse fracasados. Alegrarse porque se puede formar gobierno, sabiendo que el partido hasta ahora hegemónico sigue siéndolo claramente, es un espejismo que debiera evitarse. Si no se hace se volverá a caer en un análisis incorrecto, y los análisis incorrectos llevan a tomar medidas incorrectas. 

Estar en el desierto -como está la izquierda en España y en Galicia en estos momentos- y que un espejismo nos haga ver lo que no es realidad, es lo peor que nos puede pasar en estos momentos. Creo que el resultado electoral, sea el que sea, debe ser administrado con prudencia y sin triunfalismos. Y si el resultado para el Partido Socialista es muy malo, por favor, pido que nadie sobrevuele el desierto en busca de carroña; que se hagan las cosas y los cambios con la solidaridad y los valores que siempre hemos reclamado como propios. 

L. de Guereñu Polán.

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