martes, 2 de octubre de 2012

La secularización en Francia y en España


La libertad guiando al pueblo de Delacroix
La Iglesia, antes, legitimaba el poder político; fue la primera en llevar un registro de los nacimientos, defunciones, matrimonios; tenía derecho a cobrar impuestos; atendia los casos de beneficencia y buena parte de las escuelas de la infancia y la juventud. Con el tiempo, estas funciones fueron asumidas por el Estado, pero la Iglesia siguió cumpliendo una función más o menos influyente en la sociedad según se trate de unos países y otros. Aquí pretendo poner en comparación los casos francés y español. 

El Estado español nunca dejó, a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, de aceptar la confesionalidad. Si en la Constitución de 1869 hubo un intento de romper con esto, duró poco. En cuanto a la educación, aunque a partir de mediados del siglo XIX el Estado se hizo cargo de la educación primaria y secundaria, la Iglesia siguió manteniendo el control de la segunda y los párrocos locales fueron encargados de controlar la primera. Según García Rejidor (1) en 1908 había en España 24.861 escuelas oficiales de primaria que atendían a 1,2 millones de niños, frente a 5.212 escuelas privadas con 304.631 niños, de las cuales 5.014 eran católicas, 91 protestantes y 107 laicas. La educación secundaria estaba acaparada en un 80% por los centros privados, sobre todo católicos. 

Cuando se estableció la II República en España el anticlericalismo estaba tan arraigado en determinados sectores de la sociedad que el primer Gobirrno se hizo eco de ello. La Constitución de 1931 estableció que, en el plazo de dos años, quedaría prohibido el presupuesto para el culto y el clero, disolvió las órdenes que estatutariamente impusieran el voto de obediencia a una autoridad distinta a la del Estado, con lo que se disolvió la Compañía de Jesús, de forma que se procedió a la nacionalización de sus bienes; las Cortes constituyentes también decidieron la disolución de las órdenes religiosas que constituyeran un peligro para la seguridad del Estado y una ley prohibiría el ejercicio de toda actividad económica a las órdenes legales, que además no podrían adquirir más bienes que los que se derivaban de las funciones a las que estaban llamadas. Por otra parte se ordenó el cierre de los centros católicos de enseñanza secundaria, considerando que eran un estorbo para la implantación de las ideas republicanas entre los adolescentes. 

Claramente se ve que hay cuestiones que entran dentro de un régimen democrático y otras decisiones de las citadas superan y violan dicho principio. Justificar algunas de las medidas de la II Repúblcia española es difícil en una lógica democrática, pero entender dichas medidas es más fácil si tenemos en cuenta los privilegios y el clima de animadversión existente contra la Iglesia católica entre ciertos sectores sociales. Las desamortizaciones de bienes eclesiásticos que se habían llevado a cabo en España durante el siglo XIX hirieron económicamente a la Igleisa, pero esta no tardó en recuperarse a partir de 1875 y durante el siglo XX. Con toto, la secularización en España no se llevó a cabo de forma completa y, cuando se intentó, las posiciones estaban tan polarizadas que el proceso fue un freno para la modernización del país. 

En Francia el Estado quiso y consiguuió, de forma paulatina y decidida, romper el monopolio confesional de la Iglesia. Con la tradición republicana de su revolución dieciochesca y con las aportaciones de los republicanos de 1848, Waldeck-Rousseau, un liberal progresista, no un socialista, llevó a cabo medidas secularizadoras que conducirían, en 1905, a la separación de la Iglesia y el Estado, cosa que en España no se conseguirá hasta 1978. Esa política fue continuada por Émile Combes y por Jules Ferry en materia educativa. En 1879 (un siglo antes que la vigente Constitución española) se reformó la enseñanza superior en Francia en un sentido secularizador y se prohibía la actividad educativa pública o privada, primaria o secundaria, a toda orden religiosa no autorizada (otra cosa son las autorizadas). El Estado no estaba para que proliferasen las órdenes religiosas sustrayendo a la actividad productiva a un sector cuantitativamente importante de la población francesa. A la altura de 1914 Francia era un estado secularizado mientras que España estaba en manos de un régimen corrupto y frailuno de la mano de una monarquía militarista que terminaría por desprestigiarse.

Las contradicciones de la III República francesa no son objeto de este artículo, pero obviamente las hubo. Con todo, Francia consiguió poner en pie uno de los factores fundamentales de su modernización y España no, porque la II República no lo consiguió sino efímera y exageradamente y luego vendría lo que ya se sabe. Por eso ternemos hoy centros educativos concertados que reciben dinero público para llevar a cabo un programa en ocasiones no democrático. Por eso tenemos a la Iglesia encumbrada en el poder de centros educativos privados y de elite, por eso la Iglesia sigue recibiendo dinero del Estado para atacar al propio Estado, sobre todo cuando este se gobierna por los socialistas; por eso hay un sector social en España claramente influido por el clericalismo, que en Francia lo es por republicanismo conservador, pero donde ya no se discuten cuestiones básicas de un estado moderno.
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(1) La polémica sobre la secularización de la enseñanza en España (1902-1914), Madrid, 1985.
L. de Guereñu Polán.

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