jueves, 1 de noviembre de 2012

Los malcontents

Grabado sobre la guerra de los malcontents
Aunque los "malcontents" catalanes de 1827 se sublevaron contra la monarquía española (entonces absolutista) exigiendo mayor dureza contra los conatos liberales, el restablecimiento de la Inquisición y llegaron a formar una Junta Suprema Provisional de Gobierno del Principado de Cataluña, y lo hicieron por la fuerza de las armas, ahora los "malcontents" de Cataluña, que está por demostrar si son o no mayoría en la sociedad catalana, no usan las armas, pero amenazan con vulnerar la ley. 

En este empeño está la derecha catalana y cierta variopinta izquierda, mayoritaria aquella, reublicana esta, aunque de política social nada, por muy izquierda que se proclame. En medio está el Partido Socialista demostrando una debilidad, una falta de coherencia y una división pocas veces imaginable. Hasta tal punto que he dudado si podré entender a los socialistas catalanes. Digo a los socialistas, porque a la minoría que le hace el juego a CiU no les considero como tales (perdóneseme la licencia). 

Cataluña ha tenido siempre, en el conjunto de la monarquía española primero, en el Estado liberal después, durante el franquismo y en el régimen democrático actual, una personalidad acusadísima. Ya en 1640 sus clases dirigentes, pero también los menestrales de las ciudades y los pueblos, se sublevaron contra los intentos uniformizadores del Conde de Olivares. Como no había consistencia suficiente en aquel movimiento, tras un fugaz noviazgo con la monarquía francesa, Cataluña volivó a la española. 

Cataluña, junto a Andalucía occidental, ha sido el país de España que más negocios ha hecho gracias a las colonias americanas hasta que estas se independizaron a principios del siglo XIX. Antes, entre los siglos XIII y XV, los ricos catalanes impusieron un imperialismo económico en el Mediterráneo muy lucrativo. Los más importantes dirigentes liberales de la España decimonónica no han partido de Cataluña, aunque Barcelona ha sido siempre un bastión liberal capitaneado por su burguesía, una burguesía que se benefició largamente de las políticas proteccionistas de los gobiernos centrales y centralistas, mientras que cierta intelectualidad catalana, al calor de los vientos románticos, reivindicaba autonomía e independencia. 

Si alguna burguesía ha colaborado con el régimen de Franco -como antes con la dictadura de Primo- ha sido la catalana, aunque deben reconocerse excepciones. La verdadera oposición al régimen de Franco estuvo protagonizada, en Cataluña, por la clase obrera, los estudiantes más tarde y grupos minoritarios de las clases medias urbanas. En la construcción de la democracia española actual el papel de Cataluña fue puntero, pues su desarrollo económico hizo comprender a la población en su conjunto que parecernos a Europa occidental era lo mejor que le podía venir al país en su conjunto. 

Pero los "malcontents" rebrotan de vez en vez; ahora con la disculpa de que la crisis económica que padece Cataluña es debida al centralismo español, cuando no existe en Europa (con la excepción de Suiza) un país más descentalizado que España. La derecha catalana ha gobernado durante todo el siglo XX en Cataluña, con un régimen o con otro (excepto durante la efímera II República). Lo ha seguido haciendo durante la democracia actual excepto en unos pocos años. Ahora ha retomado el poder político (ya que el económico nunca dejó de tenerlo) y pide más, con la ventaja para ella de que se le suma un partido supuestamente de izquierdas y el despiste más monumental de los socialistas catalanes. 

Las elecciones del 25 de noviembre próximo tendrán una importancia capital para el futuro: seguramente servirán para consolidar a quienes ahora gobiernan en el poder, pero no es seguro que sirvan para seguir por la misma ruta que el actual gobierno catalán se ha marcado desde hace unos meses. Creo que -como en épocas pasadas que he esbozado aquí- no hay consistencia suficiente para reclamar independencia de ningún tipo, que además se proclama ad kalendas graecas... Piénsese que los actuales malcontents catalanes no hacen sus reclamaciones para dotar de más democracia a Cataluña (ello implicaría ceder poder a las clases bajas) sino para otra cosa.

L. de Guereñu Polán.  

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