domingo, 16 de diciembre de 2012

Disparar

Cada vez que ocurre una tragedia, generalmente en Estados Unidos, donde un trastornado o un asesino mata a diestro y siniestro a niños y adultos en una escuela, vuelve el debate sobre el permiso de armas. Una sociedad que se formó tras la independencia de Gran Bretaña, luego se empeñó en colonizar las tierras que condudían al Pacífico. Para ello se necesitaron armas: incluso no era posible poblar una enorme pradera, aislada de todo, sin un arma con la que defenderse de forajidos o indígenas desplazados. Pero esto ya no vale ahora. Hace más de un siglo que Estados Unidos no tiene que avanzar hacia ningún lado en sus confines.

El problema ahora está en decidir si se sigue la filosofía de los que desean una sociedad pacífica, humanista, sin armas; o los que desean una sociedad xenófoba, reaccionaria, violenta y bravucona. En la América profunda (me refiero a Estados Unidos) abundan los que añoran el Ku Klux Klan, los que añoran el "lejano oeste", los que sueñan son ser sheriffs de su pueblo, aunque nadie se lo haya encargado.

Hay otra sociedad estadounidense que está por la integración, por la hermandad, por la solidaridad, por el mestizaje que caracteriza a su cultura. Esto es odiado por no pocos (aunque creo que minoría) de los ciudadanos de aquel país.

Parece que las armas del asesino de Newtown eran de su madre. ¿Que hacía una maestra con armas? ¿No es su otro su oficio? Además el estado donde se encuentra la población citada está en la zona más "europea" del país, en el nordeste... Casi treinta personas (la mayoría niños) han sido víctimas de un malvado, loco y asesino. Que ese país se lo piense, porque van más de 10.000 personas muertas por arma de fuego en el presente año... Muchas más que las víctimas del 11-S (y toda persona bien itencionada, me entenderá correctamente).

L. de Guereñu Polán.

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