sábado, 12 de enero de 2013

¿A quien damos nuestro voto?

¿A QUIEN DAMOS NUESTRO VOTO?

Creo que la sociología electoral es una de las cosas más difíciles de entender, pues las motivaciones por las que unos y otros dan su voto, su confianza más o menos clara, a unos partidos o a otros, a unos candidatos o a otros, son difíciles de desentrañar. Es evidente que hay un sector de la sociedad (por ejemplo, en España) que nunca votará a la izquierda, así como hay otro sector que nunca votará a la derecha; aunque una y otra hayan tomado decisiones muy felices para la ciudadanía en general, aunque hayan dirigido el país en momentos de bonanza y prosperidad. 

El votante de izquierdas fiel no lo hace tanto, en muchas ocasiones, porque confíe en los partidos de dicho espectro político, sino para evitar la llegada al poder de la derecha; y lo mismo pasa con muchos votantes fieles de la derecha: el caso es evitar que llegue al poder la izquierda. En los sistemas democráticos las personas y los partidos saben que nunca podrán tener el apoyo unánime de la población, sino solo de una parte, por numerosa que esta sea, y esto es así porque motivaciones culturales, sociales, ideológicas, materiales y de otro tipo, condicionan a las personas y las hacen, en ocasiones, inamovibles en su elección. 

También hay un votante que "flota" y vota no tanto por razones ideológicas sino por la simpatía o confianza que le merece un candidato, tanto en elecciones nacionales como regionales o locales. En ocasiones se da un trasvase de votos entre partidos con cierta proximidad, o bien a partidos minoritarios que recogen el descontento de los mayoritarios, o a partidos nuevos que han sabido presentarse como una alternativa fiable, aunque nunca consigan muchos votos porque, entre otras cosas, dentro de dos o tres elecciones ya no serán nuevos...

Hay electores que deciden su voto en los últimos momentos de las campañas electorales (que dicho sea de paso me parecen largas); en realidad los partidos podrían presentar sus soluciones a la sociedad sin esperar a las campañas electorales, cuando no se dicen más que vaguedades porque no da tiempo a otra cosa. Hay partidos, en fin, que obtienen un resultado esperanzador en unas elecciones y luego se desinflan porque no es fácil mantener una actividad trepidante como la que exigen los problemas políticos de un país, es decir, los problemas públicos (y digo esto porque se ha degradado mucho la palabra "política"). En realidad la política no es más que los asuntos públicos y la necesidad de dar solución a sus problemas. La política entendida como teatro y declaraciones más o menos estúpidas y cotidanas, esa no es la política clásica ni a la que yo me adscribo.

En cada elección hay factores nuevos que generalmente no existieron con anterioridad, y ello hace que los resultados se distorsionen con respecto a las últimas: la entrada de España en la guerra de Irak despertó entre la población un rechazo practicamente plebiscitario; las mentrias sobre un atentado terrorista ocasionaron un rechazo que unió a toda la oposición aunque no estuviese unida para otras cosas; la gran crisis económica gestada en el mundo de las finanzas, es decir, en el mundo de la economía especulativa, y su inadecuada gestión por el Gobierno socialista (en el caso de España) alejó a muchos de sus votantes del mismo, más cuando se comprobó que el Gobierno no había advertido la realidad de la crisis.

Hay un sector de la población -quizá minoritario- que está en el antisistema, lo cual es legítimo; otra cosa es que sea útil. Hay un sector que está en la abstención nihilista, o en una abstención "técnica" que existe en todos los países (personas que no votan porque son muy mayores y no salen de casa, personas no concienciadas de la importancia del sufragio, por simple vagancia o circunstancialmente). ¿Como es posible que un partido que se ha caractererizado por su casi nula tradición democrática, como el Partido Popular, haya obtenido más de once millones de votos? Porque la derecha se presentó unida y ávida de revancha contra una izquierda que había sorprendido con su victoria en el año 2004. La gestión del impresentable presidente que gobernó España hasta ese año no había sido tan buena como él la presentaba, además de haber comprometido al país en una guerra injusta e ilegal.

¿Por que el Partido Socialista obtuvo la victoria en los años noventa, cuando ya era evidente que la corrupción le carcomía? Porque la izquierda prefería esta situación y permaneció muy unida, ante la posibilidad de que llegase al poder una derecha que, al menos sociologicamente, se identificaba con el franquismo (y políticamente en parte). Los análisis, obviamente, son distintos si hablamos de elecciones autonómicas, sobre todo en determinadas comunidades, y en las elecciones locales, donde el prestigio de los candidatos es un plus dificilmente negable. 

Pero podemos hacer reflexiones de este tipo y de otro y en unas nuevas elecciones aparecerá un factor nuevo, no conocido en las anteriores, que vendrá a dar incertidumbre a los resultados. La teoría de los ciclos, por último, es también bastante fiable: en las democracias hay ciclos más o menos largos en los que cada espectro ideológico tiene el poder y pasa a la oposición alternativamente, como si el electorado, en una especie de acción colectiva más o menos inconsciente, provocase cambios que hiciesen renovarse a las cúpulas partidarias. Véase si no el caso de los conservadores de la señora Tatcher en Gran Bretaña, seguido de los laboristas de Blair; en Alemania el caso de Brandt seguido del predominio democratacristiano; en Austria el socialista Kreisky seguido de un predominio conservador; el caso sueco es el de más perdurabilidad de dominio de la izquierda (42 años seguidos), habiéndose transformado en país de tal manera que ha sido ejemplo para los más prósperos y justos de Europa: Finlandia, Dinamarca, Noruega...Creo que la sociología electoral es una de las cosas más difíciles de entender, pues las motivaciones por las que unos y otros dan su voto, su confianza más o menos clara, a unos partidos o a otros, a unos candidatos o a otros, son difíciles de desentrañar. Es evidente que hay un sector de la sociedad (por ejemplo, en España) que nunca votará a la izquierda, así como hay otro sector que nunca votará a la derecha; aunque una y otra hayan tomado decisiones muy felices para la ciudadanía en general, aunque hayan dirigido el país en momentos de bonanza y prosperidad.

El votante de izquierdas fiel no lo hace tanto, en muchas ocasiones, porque confíe en los partidos de dicho espectro político, sino para evitar la llegada al poder de la derecha; y lo mismo pasa con muchos votantes fieles de la derecha: el caso es evitar que llegue al poder la izquierda. En los sistemas democráticos las personas y los partidos saben que nunca podrán tener el apoyo unánime de la población, sino solo de una parte, por numerosa que esta sea, y esto es así porque motivaciones culturales, sociales, ideológicas, materiales y de otro tipo, condicionan a las personas y las hacen, en ocasiones, inamovibles en su elección.

También hay un votante que "flota" y vota no tanto por razones ideológicas sino por la simpatía o confianza que le merece un candidato, tanto en elecciones nacionales como regionales o locales. En ocasiones se da un trasvase de votos entre partidos con cierta proximidad, o bien a partidos minoritarios que recogen el descontento de los mayoritarios, o a partidos nuevos que han sabido presentarse como una alternativa fiable, aunque nunca consigan muchos votos porque, entre otras cosas, dentro de dos o tres elecciones ya no serán nuevos...

Hay electores que deciden su voto en los últimos momentos de las campañas electorales (que dicho sea de paso me parecen largas); en realidad los partidos podrían presentar sus soluciones a la sociedad sin esperar a las campañas electorales, cuando no se dicen más que vaguedades porque no da tiempo a otra cosa. Hay partidos, en fin, que obtienen un resultado esperanzador en unas elecciones y luego se desinflan porque no es fácil mantener una actividad trepidante como la que exigen los problemas políticos de un país, es decir, los problemas públicos (y digo esto porque se ha degradado mucho la palabra "política"). En realidad la política no es más que los asuntos públicos y la necesidad de dar solución a sus problemas. La política entendida como teatro y declaraciones más o menos estúpidas y cotidanas, esa no es la política clásica ni a la que yo me adscribo.

En cada elección hay factores nuevos que generalmente no existieron con anterioridad, y ello hace que los resultados se distorsionen con respecto a las últimas: la entrada de España en la guerra de Irak despertó entre la población un rechazo practicamente plebiscitario; las mentrias sobre un atentado terrorista ocasionaron un rechazo que unió a toda la oposición aunque no estuviese unida para otras cosas; la gran crisis económica gestada en el mundo de las finanzas, es decir, en el mundo de la economía especulativa, y su inadecuada gestión por el Gobierno socialista (en el caso de España) alejó a muchos de sus votantes del mismo, más cuando se comprobó que el Gobierno no había advertido la realidad de la crisis.

Hay un sector de la población -quizá minoritario- que está en el antisistema, lo cual es legítimo; otra cosa es que sea útil. Hay un sector que está en la abstención nihilista, o en una abstención "técnica" que existe en todos los países (personas que no votan porque son muy mayores y no salen de casa, personas no concienciadas de la importancia del sufragio, por simple vagancia o circunstancialmente). ¿Como es posible que un partido que se ha caractererizado por su casi nula tradición democrática, como el Partido Popular, haya obtenido más de once millones de votos? Porque la derecha se presentó unida y ávida de revancha contra una izquierda que había sorprendido con su victoria en el año 2004. La gestión del impresentable presidente que gobernó España hasta ese año no había sido tan buena como él la presentaba, además de haber comprometido al país en una guerra injusta e ilegal.

¿Por que el Partido Socialista obtuvo la victoria en los años noventa, cuando ya era evidente que la corrupción le carcomía? Porque la izquierda prefería esta situación y permaneció muy unida, ante la posibilidad de que llegase al poder una derecha que, al menos sociologicamente, se identificaba con el franquismo (y políticamente en parte). Los análisis, obviamente, son distintos si hablamos de elecciones autonómicas, sobre todo en determinadas comunidades, y en las elecciones locales, donde el prestigio de los candidatos es un plus dificilmente negable.

Pero podemos hacer reflexiones de este tipo y de otro y en unas nuevas elecciones aparecerá un factor nuevo, no conocido en las anteriores, que vendrá a dar incertidumbre a los resultados. La teoría de los ciclos, por último, es también bastante fiable: en las democracias hay ciclos más o menos largos en los que cada espectro ideológico tiene el poder y pasa a la oposición alternativamente, como si el electorado, en una especie de acción colectiva más o menos inconsciente, provocase cambios que hiciesen renovarse a las cúpulas partidarias. Véase si no el caso de los conservadores de la señora Tatcher en Gran Bretaña, seguido de los laboristas de Blair; en Alemania el caso de Brandt seguido del predominio democratacristiano; en Austria el socialista Kreisky seguido de un predominio conservador; el caso sueco es el de más perdurabilidad de dominio de la izquierda (42 años seguidos), habiéndose transformado en país de tal manera que ha sido ejemplo para los más prósperos y justos de Europa: Finlandia, Dinamarca, Noruega...
 
L. de Guereñu Polán.

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