sábado, 12 de enero de 2013

Guillermo Hoyos

GUILLERMO HOYOS

En el Medellín de los años treinta nació este pensador, activista, comprometido hombre con su pueblo y con los problema que padece. Siendo un gran profesor universitario, nunca se le ocurrió cobrar una conferencia si estaba organizada por un pobre ateneo o una asociación de estudiantes. Cotrariamente a los consagrados que andan por el mundo pavoneándose de lo poco o mucho que saben, Hoyos ha dado ejemplo de generosidad y de bonhomía.

Jesuíta, no primó esto en su compromiso con las mujeres y los hombres de los cerros de Bogotá, esas alturas que aislan a la gran ciudad del oriente colombiano. Allí se amontonan los humildes, en Usme, San Cristóbal, Chapinero... Con esta gente compartió problemas y soluciones un filósofo que renunció a mera teoría para incardinar su pensamiento y preocupaciones en los problemas sociales. Convencido del poder de la educación -más convencido de lo que estoy yo- para la transformación de la sociedad, fue esta sociedad civil, no las de los elegidos ni elitistas, en la que él basó la fuerza para el progreso.

Convencido de que entre la guerrilla colombiana había elementos que creían en una Colombia distinta a la de los ricachones y banqueros, aunque nunca estuvo de acuerdo con sus prácticas, fue partidario de dialogar con aquellos de demostraban capacidad de sacrificio y razonamiento. Su filosofía práctica le llevó a preocuparse, pues, por la paz, por la ética del trabajo y de la vida, por las causas de la guerra y de la violencia. 

Guillermo Hoyos ha muerto uno de estos días: se ha ido pero nos queda su ejemplo, como tantas veces se dice. Ojalá ese ejemplo lo tomen tantos colombianos, americanos, europeos, ciudadanos del mudo como él quiso abrazar con su pensamiento, su actividad y su propia vida.En el Medellín de los años treinta nació este pensador, activista, comprometido hombre con su pueblo y con los problema que padece. Siendo un gran profesor universitario, nunca se le ocurrió cobrar una conferencia si estaba organizada por un pobre ateneo o una asociación de estudiantes. Cotrariamente a los consagrados que andan por el mundo pavoneándose de lo poco o mucho que saben, Hoyos ha dado ejemplo de generosidad y de bonhomía.

Jesuíta, no primó esto en su compromiso con las mujeres y los hombres de los cerros de Bogotá, esas alturas que aislan a la gran ciudad del oriente colombiano. Allí se amontonan los humildes, en Usme, San Cristóbal, Chapinero... Con esta gente compartió problemas y soluciones un filósofo que renunció a mera teoría para incardinar su pensamiento y preocupaciones en los problemas sociales. Convencido del poder de la educación -más convencido de lo que estoy yo- para la transformación de la sociedad, fue esta sociedad civil, no las de los elegidos ni elitistas, en la que él basó la fuerza para el progreso.

Convencido de que entre la guerrilla colombiana había elementos que creían en una Colombia distinta a la de los ricachones y banqueros, aunque nunca estuvo de acuerdo con sus prácticas, fue partidario de dialogar con aquellos de demostraban capacidad de sacrificio y razonamiento. Su filosofía práctica le llevó a preocuparse, pues, por la paz, por la ética del trabajo y de la vida, por las causas de la guerra y de la violencia.

Guillermo Hoyos ha muerto uno de estos días: se ha ido pero nos queda su ejemplo, como tantas veces se dice. Ojalá ese ejemplo lo tomen tantos colombianos, americanos, europeos, ciudadanos del mudo como él quiso abrazar con su pensamiento, su actividad y su propia vida.
 
L. de Guereñu Polán.

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