domingo, 13 de enero de 2013

Dos españoles

David Fernández Urueña
Compárese el ejemplo dado -y la vida- por David Fernández Ureña, de 35 años, que ha muerto en Afganistán cuando intentaba salvar vidas humanas. David realizaba tareas de reconocimiento en la ruta de Opal, que une Qala-i-Naw con Darra-i-Bun; un explosivo le alcanzó y terminó con su vida, pero la suya estaba dedicada a ayudar a los afganos que quieren vivir en libertad, a las mujeres que quieren trabajar o estudiar, a los niños que no quieren ser adoctrinados, a las mujeres y los hombres que han participado ya en varias elecciones y que han elegido a sus representantes.

David estaba en Afganistán colaborando en labores humanitarias, no estaba para matar, sino para preservar la vida, no estaba para sembrar el odio, sino para extender un régimen en el que los afganos puedan decidir su fututo. Es difícil, muy difícil, entender a estas mujeres y hombres que, en plena juventud, arriesgan su vida en tierras lejanas, amenazados por talibán, fundamentalistas, guerrillas en tierras irredentas, señores de la violencia. Es difícil pero ahí están: curando, instruyendo, desactivando explosivos, luchando contra el comercio mafioso del opio, resguardando de los peligos a la población indefensa. David ha sido, hasta hace unos días, uno de estos que representan a la España de la generosidad, de la honestidad y del servicio.

Al otro lado encontramos a un joven que, habiendo sido culpable de la muerte de dos personas en Cuba (obviamente no con intencionalidad asesina) se pasea ya por las calles de Madrid, se traslada en coche, empezará a trabajar en el puesto que no se ha ganado, pues fue nombrado a dedo, cobrará mucho más de lo que cobra un albañil, un profesor, un delineante, un pequeño comerciante... El joven Carromero es un ejemplo de la España que no interesa, la España del enchufismo y el privilegio; David es ejemplo de la España que da ejemplo, es ejemplo para muchos que trabajamos y no hemos alcanzado su generosidad y su servicio, es ejemplo para todos esos políticos que no están habituados al trabajo, a concebir la vida publica como una carga, sino como una prebenda.
L. de Guereñu Polán.

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