viernes, 4 de enero de 2013

El cacique y su partido

La tropa riéndole las gracias al cacique
No es un caso aislado de político cogido en una tentación a la que ha sucumbido. Es un pertinaz violador de la ley que se jacta y presumió siempre de ello. El Partido Popular, al que pertenece, le ha apoyado a cambio de los votos que procuraba por los métodos más venales y espúrios que se conozcan. El señor Baltar se enfrenta ahora a la Justicia por haber facilitado puestos de trabajo sin seguir el procedimiento de publicidad, mérito y capacidad que se exige a los demás.

Se le ha visto tocando un instrumento de viento ante la complacencia de los señores Fraga, Rajoy y su tropa. Se le ha visto gritando, gesticulando, haciendo y deshaciendo en "su" provincia, una de las más atrasadas de España, por cierto. La Diputación de Ourense, en manos del señor Baltar, ha sido el ejemplo redivivo de los vicios de la vieja política, de la corrupción y el caciquismo.

El canoso presidente ganaba congresos y allegaba votos para su partido a base de subvenciones, pagos, presiones, puestos de trabajo "a dedo", hinchando hasta la saciedad el gasto de la Diputación, pero no se trata de un gasto productivo, sino de aquel que consiste en comprar más papel del necesario, usar el teléfono más de lo que se debe, dejar las luces encendidas o sacar fotocopias para luego tirar lo fotocopiado. Duplicidad de funcionarios, empleados sin función específica, colocados para que el cacique se refoncingase en el poder, esperando aquellos que llegase el momento de convertirse en agentes electorales, que se les encomendase algo que hacer.

El cacique orensano por excelencia preparó un atado para que su hijo le sucediera en la presidencia, como si de una dinastía reinante se tratase, como Assad en Siria, como los zares en Rusia, como todo régimen en el que no se manda por la voluntad de los ciudadanos sino por el favor del cacique.
L. de Guereñu Polán.

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