Las mentiras del Parlament
Digo
mentiras porque los que han aprobado la declaración soberanista en el
Parlament de Cataluña no pueden ignorar que muchas frases utilizadas en
el mismo no obedecen a la verdad. "El pueblo de Cataluña, a lo largo de
su historia, ha manifestado democráticamente la voluntad de
autogobernarse...". La primera en la frente, pues el pueblo de Cataluña
no ha tenido, hasta muy tarde, los cauces para expresar su voluntad.
Hasta el siglo XIX -mejor aún, hasta la II República española- el pueblo
en su conjunto no ha podido expresarse, como sí han podido hacerlo las
clases oligárquicas, nobles, ricas y dueñas de tierras y haciendas.
El parlamentarismo catalán -en el sentido moderno de esta palabra- no
tiene sus orígnes en la Edad Media, como dice la declaración
soberanista, pues las Cortes catalanas de la Edad Media estaban formadas
por burgueses, dueños del dinero y algunos nobles que sostenían a una
monarquía nunca participada por la inmensa mayoría de la población. La
misma Generalitad, nacida en el siglo XIV, fue la expresión de la
voluntad de una minoría de la población catalana, los grandes
exportadores de mercancías al por mayor en el Mediterráneo, los nobles
de la época, muchas veces enfrentados a la legalidad monárquica, los
sectores más retardatarios de la sociedad catalana. ¿Va a decirnos ahora
Esquerra Republicana que basa la legitimidad de sus aspiraciones
políticas en aquellas clases y en la época feudal? Los miembros de la
"biga", en el siglo XV, no tenían otro objetivo político que controlar
las instituciones catalanas para defender así mejor sus intereses, no
los del conjunto de la población.
Los menestrales catalanes,
los rabasaires, los campesinos que tenían que pagar su redención para
librarse de la opresión de sus señores, los sirvientes, los carreteros y
alfareros, los artesanos de todo tipo, los pequeños comerciantes, los
obreros de los puertos, los marineros que hicieron con su esfuerzo la
iglesia de Santa María del Mar de Barcelona, no estaban a otra cosa más
que a defenderse de aquellos que se creían dueños de Cataluña, una
Cataluña que entonces estaba unida a Aragón, Valencia y Bareales y que
luego lo estuvo a Nápoles, Cerdeña, Atenas y Neopatria, donde Cataluña
no era más que una tierra entre otras, una población entre otras, si
bien Barcelona el centro de un gran emporio comercial e imperialista que
precedió a otros.
La "caída de Barcelona en 1714" (dice la
declaración soberanista) no fue sino el resultado de la lucha entre dos
banderías, entre dos familias, una austríaca y otra francesa, que se
querían hacer con el gobierno de una España rica por sus posesiones en
América y Asia. Rica no su población, sino rico el Estado, la nobleza,
la burguesía y las clases oligárquicas. ¿Sintieron los rabasaires, los
segadores, los campesinos del Pirinero o del Ebro, de Borges Blanques o
del Penedés, aquella derrota como propia? Obviamente no: estas clases
estaban para sorevivir, para librarse tanto de dinastías extranjeras
como de ricachones autóctonos.
Una mentira puede
instrumentalizarse en favor de determinada intencionalidad política,
pero no deja de ser una mentira, y en este caso son muchas. Muchos
catalanes podrán aspirar a su independencia de España por métodos
legales o ilegales (aquí no se habla de este asunto ahora), pero la
declaración aprobada por el Parlament no soporta ni el más mínimo
análisis histórico. Llama la atención ver a los limpios y adinerados
diputados de CiU cantar "Els Segadors": ¿que tienen ellos de los ideales
de aquellos esforzados hombres, con sus mujeres y niños, que se
apiñaban en las eras, en los campos, en el abrasador verano
medieterráneo, en los valles del más frío y lluvioso Pirineo?.
L. de Guereñu Polán.
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