viernes, 25 de enero de 2013

Las mentiras del Parlament

Digo mentiras porque los que han aprobado la declaración soberanista en el Parlament de Cataluña no pueden ignorar que muchas frases utilizadas en el mismo no obedecen a la verdad. "El pueblo de Cataluña, a lo largo de su historia, ha manifestado democráticamente la voluntad de autogobernarse...". La primera en la frente, pues el pueblo de Cataluña no ha tenido, hasta muy tarde, los cauces para expresar su voluntad. Hasta el siglo XIX -mejor aún, hasta la II República española- el pueblo en su conjunto no ha podido expresarse, como sí han podido hacerlo las clases oligárquicas, nobles, ricas y dueñas de tierras y haciendas.

El parlamentarismo catalán -en el sentido moderno de esta palabra- no tiene sus orígnes en la Edad Media, como dice la declaración soberanista, pues las Cortes catalanas de la Edad Media estaban formadas por burgueses, dueños del dinero y algunos nobles que sostenían a una monarquía nunca participada por la inmensa mayoría de la población. La misma Generalitad, nacida en el siglo XIV, fue la expresión de la voluntad de una minoría de la población catalana, los grandes exportadores de mercancías al por mayor en el Mediterráneo, los nobles de la época, muchas veces enfrentados a la legalidad monárquica, los sectores más retardatarios de la sociedad catalana. ¿Va a decirnos ahora Esquerra Republicana que basa la legitimidad de sus aspiraciones políticas en aquellas clases y en la época feudal? Los miembros de la "biga", en el siglo XV, no tenían otro objetivo político que controlar las instituciones catalanas para defender así mejor sus intereses, no los del conjunto de la población.

Los menestrales catalanes, los rabasaires, los campesinos que tenían que pagar su redención para librarse de la opresión de sus señores, los sirvientes, los carreteros y alfareros, los artesanos de todo tipo, los pequeños comerciantes, los obreros de los puertos, los marineros que hicieron con su esfuerzo la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona, no estaban a otra cosa más que a defenderse de aquellos que se creían dueños de Cataluña, una Cataluña que entonces estaba unida a Aragón, Valencia y Bareales y que luego lo estuvo a Nápoles, Cerdeña, Atenas y Neopatria, donde Cataluña no era más que una tierra entre otras, una población entre otras, si bien Barcelona el centro de un gran emporio comercial e imperialista que precedió a otros.

La "caída de Barcelona en 1714" (dice la declaración soberanista) no fue sino el resultado de la lucha entre dos banderías, entre dos familias, una austríaca y otra francesa, que se querían hacer con el gobierno de una España rica por sus posesiones en América y Asia. Rica no su población, sino rico el Estado, la nobleza, la burguesía y las clases oligárquicas. ¿Sintieron los rabasaires, los segadores, los campesinos del Pirinero o del Ebro, de Borges Blanques o del Penedés, aquella derrota como propia? Obviamente no: estas clases estaban para sorevivir, para librarse tanto de dinastías extranjeras como de ricachones autóctonos.

Una mentira puede instrumentalizarse en favor de determinada intencionalidad política, pero no deja de ser una mentira, y en este caso son muchas. Muchos catalanes podrán aspirar a su independencia de España por métodos legales o ilegales (aquí no se habla de este asunto ahora), pero la declaración aprobada por el Parlament no soporta ni el más mínimo análisis histórico. Llama la atención ver a los limpios y adinerados diputados de CiU cantar "Els Segadors": ¿que tienen ellos de los ideales de aquellos esforzados hombres, con sus mujeres y niños, que se apiñaban en las eras, en los campos, en el abrasador verano medieterráneo, en los valles del más frío y lluvioso Pirineo?.
L. de Guereñu Polán.

No hay comentarios: