domingo, 6 de enero de 2013

Su Majestad Feijóo I

Como si de un monarca se tratase, comparece ante los medios de comunicación con esa majestad propia de los reyes absolutos del siglo XVIII. Como no tiene a nadie que le haga sombra en su partido, como tampoco le hace sombra nadie de la oposición (salvo una leve penumbra que proyecta cierto veterano líder nacionalista), como ha tenido tanto éxito electoral, en parte producto de la sedicente oposición, en parte como consencuencia del voto clientelar que le ha procurado San Baltar, a quien está encomendado, se permite aparecer pontificando sobre lo divino y lo humano.

Pero Su Majestad Feijóo I es solo huamno aunque no humanista, no tiene nada de especial salvo lo que le han permitido sus oponentes y lo que ha consentido la ciudadanía, en una comunidad no muy democratizada que se diga (y asumo la parte de culpa que me corresponda). No tiene política forestal, y así se queman los árboles montaraces verano tras verano, casi todos en manos privadas; no tiene política sanitaria, y así se amontonan los pacientes en las listas de espera; no tiene política educativa, por lo que ha optado por seguir las directrices de un druida pálido residente en Madrid; no tiene política pesquera, por lo que corremos el riesgo de que, igual que nuestros caladeros se han esquilmado para la pesca, se esquilmen nuestros bancos marisqueros; no tiene política agropecuaria, y así tiene en la gresca a productores e industriales (sobre todo en el sector lácteo). Es un rey con trono, pero sin ideas. La coyuntura le ha permitido aparecer en los más leídos medios de comunicación como el mejor contable de su partido (es un rey con partido, como los del antiguo régimen): le cuadran ciertas cuentas, su "reino" tiene menos déficit que otros, no destina casi nada al gasto social, promete lo que sabe no va a cumplir, vive en la galaxia de los dioses del Olimpo, aunque, como digo, es un simple mortal y parece no saberlo. Vive en una ensoñación que le han preparado los corifeos que le rodean.

Su Majestad Feijóo I no aplica en Galicia la ley de dependencia, verdadera necesidad para la población más envejecida de España; su "reino" no crea empleo, su empresariado ha trasladado sus capitales a India y otros paraísos de la esclavitud; sus banqueros (en realidad sus amigos) se han quedado con los ahorros de los campesinos, de los artesanos, de los menestrales y de casi todo quisque. Él, en su ensoñación, habla de no se sabe qué asuntos, pelotillea lo que puede a San Baltar y a San Mariano y puede que, en poco tiempo, aparezca aureolado con otro reino, pero que no es de este mundo: quizá un Consejo de Administración, un Ministerio, una Embajada... ¿que sé yo? Algo que colme su voracidad de ego, su estupidez ilimitada en el reino donde los jóvenes están empezando a marcharse porque su rey está ensimismado en declaraciones embobadas. 

L. de Guereñu Polán.

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