martes, 19 de febrero de 2013

El capitalismo ruso

Complejo industrial en los Urales
Cuando la antigua Unión Soviética se abrió al capitalismo a principios de los años noventa pasados, ya había ricos que amasaban fortunas al calor de la corrupción del régimen. Otros estaban fuera de las repúblicas que formaban en conglomerado soviético. En cuanto se produjeron las independencias de los países bálticos y los del Turquestán, en Rusia ocurrió el mismo fenómeno que en cualquier país donde el Estado claudica de sus obligaciones y deja actuar a su antojo a los mafiosos. Entraron capitales en el país, inversiones que no han conseguido mejorar las condiciones de vida la población, pero sí que se enriquezcan más los que ya eran ricos o que otros se hayan llenado los bolsillos con prácticas mafiosas, corruptas, ilegales e incluso legales.

El gas es solo un ejemplo: en manos del Estado en forma de monopolio, se privatizó y pasó a admitir capitalistas rusos y no rusos. Uno de los que, procedente del antiguo régimen, siguió con las corruptelas (dos sistemas pero unas mismas prácticas) fue Rem Viájirev, presidente de Gazprom. Gracias a su posición preeminente fue nombrado viceprimer ministro de Rusia. En ocasiones es desde el poder político donde se alcanzan puestos lucrativos en la economía, en otras es desde el control de la conomía como se se llega a la política.

La época del Presidente Yeltsin, que quiso demostrar al mundo capitalista que más reconvertido que él no había nadie, fue nefasto para la economía rusa, favorable para el crecimiento de las mafias y para la extensión de la corrupción; con una diferencia con respecto a los países capitalistas clásicos: que estos tienen instituciones judiciales libres que actúan y consiguen encarcelar muchas veces a los culpables de tropelías y robos económicos, mientras que Rusia se encontraba en pañales institucionalmente.

Luego vino la privatización de Gazprom, de forma que el citado y otros (rusos y no rusos) se hicieron accionistas sabiendo que era posible el expolio del gas impunemente. Desde el gas se dio el salto a la industria textil, a la minería del carbón, a las grandes empresas navieras, a los complejos del Donbass y de los Urales, y así sucesivamente; el Estado se desmanteló, no ha dado tiempo a forjarlo institucionalmente y toda la riqueza está en manos privadas (salvo algunos transportes, algunas empresas eléctricas y poco más). La sanidad y la educación han sido penetradas por la rapaz ambición de unos pocos; e igualmente las industrias de tecnología punta. Las autoridades rusas, nacionalistas antes que otra cosa, consagran con sus leyes este despojo.

El régimen soviético no ha sido un ejemplo de justicia; antes bien, ha estado empedrado de crímenes, pero una voladura controlada del mismo, para dar paso a un sistema donde el Estado siguiese controlando la economía, y con ello garantizando el binestar de la población, no ha sido posible. Si ello se hubiese dado y nuevas instituciones democráticas hubiesen servido para controlar los desmanes de la burocracia y de la iniciativa privada, otro gallo hubiese cantado. Pero la rapacidad del capitalismo y sus agentes no suele dar oportunidad a estos ensayos.
L. de Guereñu Polán.

No hay comentarios: