Que
sean los jueces los que diriman si hay corruptos o no. Pero lo cierto
es que hubo un juez (y yo creo que sigue siendo juez a pesar de todo)
que investigó la trama Gürtel y se lo cargaron: ciertos miembros de la
judicatura con el apoyo entusiasta del Partido Popular, los medios de
comunicación de la caverna y algunos otros conservadores. Incluso un
"sindicato" de nombre "manos limpias" representativo de la extrema
derecha.
No: los jueces no son suficientes para condenar a los
políticos corruptos. Es el cuerpo social el que tiene también la
palabra con su condena, sus manifestaciones, su voto... Reyes Mate ha
publicado un artículo que viene al pelo sobre este asunto: "si exigimos
al político que sea virtuoso -dice- nos tendríamos que aplicar el cuento
y exigirnos virtud para ser ciudadanos. Y a eso sí que no estamos
puestos...". La corrupción está en la sociedad misma, y los políticos no
son más que la punta del iceberg de aquella, notándose más sus
corruptelas porque son tan gordas como las de algunos empresarios,
deportistas de élite o mafiosos profesionales.
"Ser virtuoso
-contúa Reyes Mate- no consiste en hacer las cosas bien, sino hacemos
las cosas bien porque somos virtuosos". Así dejó escrito Aristóteles que
"solo un político virtuoso podía llevar a cabo una buena gestión
pública". Aquí seguimos votando a los corruptos (y a otros que no lo
son, claro) y a quienes, no siendo virtuosos, no pueden hacer una buena
gestión porque están en ello para su beneficio personal, no para otra
cosa. "La honradez no cotiza en la política española". Me cuenta uno que
una vez fue a presentar ante una oficina pública una declaración de
incompatibilidad para que le descontasen una remuneración determinada,
pues se iba a dedicar a cierta actividad privada lucrativa: la carcajada
de los funcionarios fue sonora. No comprendían que alguien fuese
honrado y estuviese dispuesto a renunciar a una parte de su salario
porque era incompatible con su dedicación exclusiva, que solicitaba
abandonar.
Es cierto que el sistema electoral en España
favorece la corrupción, porque se sitúan en los puestos de salida (como
diputados, senadores, concejales...) a los que las cúpulas de los
partidos han señalado, no atendiendo a su virtud, sino a otras
"razones". Si los ciudadanos pudiesen tachar a los indeseables en las
candidaturas se corregiría en parte la corrupción en la política, pero
aún quedaría la homérica labor de corregirla en la sociedad. Desde aquí
invito a que nos apliquemos el cuento.
L. de Guereñu Polán.
No: los jueces no son suficientes para condenar a los políticos corruptos. Es el cuerpo social el que tiene también la palabra con su condena, sus manifestaciones, su voto... Reyes Mate ha publicado un artículo que viene al pelo sobre este asunto: "si exigimos al político que sea virtuoso -dice- nos tendríamos que aplicar el cuento y exigirnos virtud para ser ciudadanos. Y a eso sí que no estamos puestos...". La corrupción está en la sociedad misma, y los políticos no son más que la punta del iceberg de aquella, notándose más sus corruptelas porque son tan gordas como las de algunos empresarios, deportistas de élite o mafiosos profesionales.
"Ser virtuoso -contúa Reyes Mate- no consiste en hacer las cosas bien, sino hacemos las cosas bien porque somos virtuosos". Así dejó escrito Aristóteles que "solo un político virtuoso podía llevar a cabo una buena gestión pública". Aquí seguimos votando a los corruptos (y a otros que no lo son, claro) y a quienes, no siendo virtuosos, no pueden hacer una buena gestión porque están en ello para su beneficio personal, no para otra cosa. "La honradez no cotiza en la política española". Me cuenta uno que una vez fue a presentar ante una oficina pública una declaración de incompatibilidad para que le descontasen una remuneración determinada, pues se iba a dedicar a cierta actividad privada lucrativa: la carcajada de los funcionarios fue sonora. No comprendían que alguien fuese honrado y estuviese dispuesto a renunciar a una parte de su salario porque era incompatible con su dedicación exclusiva, que solicitaba abandonar.
Es cierto que el sistema electoral en España favorece la corrupción, porque se sitúan en los puestos de salida (como diputados, senadores, concejales...) a los que las cúpulas de los partidos han señalado, no atendiendo a su virtud, sino a otras "razones". Si los ciudadanos pudiesen tachar a los indeseables en las candidaturas se corregiría en parte la corrupción en la política, pero aún quedaría la homérica labor de corregirla en la sociedad. Desde aquí invito a que nos apliquemos el cuento.
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