Los españoles nunca han sido especialmente monárquicos ni republicanos,
pues las dos posiciones han estado muy reñidas y discutidas a lo largo
de su historia constitucional. De tal forma que cuando se instauró la
monarquía actual por obra y gracia de la voluntad de un dictador y la
confirmación de la Constitución de 1978, pronto los observadores del
fenómeno dieron en llamar a los partidarios de la monarquía,
juancarlistas. Se trataba de un fenómeno particular: no era tanto el
apego a la monarquía cuanto a la figura de un rey que parecía aceptar la
democracia, defenderla incluso en febrero de 1981 y comportarse
discretamente hasta hace unos pocos años.
Hoy parece
indubitable que el rey de España encubrió a su yerno en los escándalos
de corrupción en que se ha metido. No podía ignorar el rey las andanzas
de su yerno Urdangarín y las de su hija Cristina. Y porque no lo
ignoraba decidió enviarles a Estados Unidos para que entretuviesen allí
sus quehaceres, que al parecer no dejaron de ser supuestamente
delictivos.
No entro yo a valorar los correos que un
delincuente señor Torres ha aportado (tan delincuente como su socio). Lo
que sí valoro es la imprudencia y temeridad de un rey que estuvo
demasiado tiempo entretenido en defender a su familia y menos en
antender a las cuestiones de estado, cacerías incluidas.
Ahora
bien, una cosa es que el juancarlismo haga agua y otra que la monarquía
sea débil: cuenta con el apoyo de la banca, la gran empresa, buena
parte de los espuladores del país, terratenientes, una parte de la clase
media y el marujeo nacional. Y en realidad de esos grupos se ha nutrido
siempre la monarquía, además de contar con algún que otro ideólogo en
el campo intelectual. Y puede que estos estén pensando ya en la retirada
de un rey torpe y enfermo (nunca ha demostrado especiales destrezas)
por otro joven y con ganas. Ya veremos como se lanzan a su defensa los
grupos arriba señalados.
La izquierda, entretanto, aguanta. El
Partido Socialista, que fue la columna vertebral de la II República
española, sabe que no están las cosas para aventuras, además de que se
debe a la lealtad constitucional, pero bien debieran saber los
socialistas de carnet estas cosas, que la tradición del socialismo
español es republicana y que no deben olividarse dichas esencias. Ambas
cosas, a mi parecer, son compatibles.
L. de Guereñu Polán.
Hoy parece indubitable que el rey de España encubrió a su yerno en los escándalos de corrupción en que se ha metido. No podía ignorar el rey las andanzas de su yerno Urdangarín y las de su hija Cristina. Y porque no lo ignoraba decidió enviarles a Estados Unidos para que entretuviesen allí sus quehaceres, que al parecer no dejaron de ser supuestamente delictivos.
No entro yo a valorar los correos que un delincuente señor Torres ha aportado (tan delincuente como su socio). Lo que sí valoro es la imprudencia y temeridad de un rey que estuvo demasiado tiempo entretenido en defender a su familia y menos en antender a las cuestiones de estado, cacerías incluidas.
Ahora bien, una cosa es que el juancarlismo haga agua y otra que la monarquía sea débil: cuenta con el apoyo de la banca, la gran empresa, buena parte de los espuladores del país, terratenientes, una parte de la clase media y el marujeo nacional. Y en realidad de esos grupos se ha nutrido siempre la monarquía, además de contar con algún que otro ideólogo en el campo intelectual. Y puede que estos estén pensando ya en la retirada de un rey torpe y enfermo (nunca ha demostrado especiales destrezas) por otro joven y con ganas. Ya veremos como se lanzan a su defensa los grupos arriba señalados.
La izquierda, entretanto, aguanta. El Partido Socialista, que fue la columna vertebral de la II República española, sabe que no están las cosas para aventuras, además de que se debe a la lealtad constitucional, pero bien debieran saber los socialistas de carnet estas cosas, que la tradición del socialismo español es republicana y que no deben olividarse dichas esencias. Ambas cosas, a mi parecer, son compatibles.
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