miércoles, 20 de febrero de 2013

Farmacias y taxis

He aquí dos casos de corrupción legal en la que no intervienen políticos, aunque estos permitan que la situación que describiré continúe.

Un médico recién licenciado, o un veterinario, pueden establecer su clínica con el solo título de haber terminado sus carreras respectivas. Un farmacéutico no: ha de permanecer en paro, se ha de emplear en una farmacia donde va a ser pagado como un auxiliar o menos y el farmacéutico titular de la farmacia, cuado se jubile, va a poder verder su licencia (no el local, que se supone) al mejor postor por enormes cantidades de dinero.

Lo mismo ocurre con un taxista que desea jubilarse: vende su licencia a otro que esté dispuesto a pagar cantidades astronómicas que, como en el caso anterior, se pagan en negro. Pero las licencias son públicas, tanto la del farmacéutico como la del taxista, pues sus actividades son servicios públicos. Por eso un taxista no se puede negar a dar un servicio ni un farmacéutico a abrir su farmacia en las horas establecidas. ¿Como una licencia pública, es decir, propiedad del Estado, se puede vender para beneficio privado? Es una reminiscencia medieval, cuando se vendían los cargos públicos y las prebendas, o cuando los puestos de mando se heredaban de padres a hijos.

No ha habido Gobierno en España que haya dado solución a este problema grave, que afecta a todo aquel que quiere ejercer la profesión que ha elegido y para la que se le ha capacitado. Antiguamente, los gremios fijaban los precios en una localidad, mofándose así de la ley de la oferta y la demanda, perjudicando a los consumidores y coartando la libertad de comercio, pues podían negar el derecho a ejercer de zapatero o de tonelero a alquien que lo quisiese. Seguimos igual en estas dos profesiones. Por mi parte me dirigí en su día a las ministras Jiménez, Pajín y Mato para que me dijesen sus políticas respectivas sobre el particular: mutis por el foro; en esto las tres señoras se parecen bastante.

Me gustaría ver a farmacéuticos y a taxistas (de los perjudicados y de los beneficiados) denunciar esto, pero la costumbre, a veces, se convierte en ley, y las instituciones públicas, conservadoras por naturaleza, dejan hacer. Hay mucha corrupción en nuestro país, en efecto, y en ocasiones lastrada por lo siglos. (Abajo, farmacéutico o taxista en paro).
 
L. de Gureñu Polán.
FARMACIAS Y TAXIS

He aquí dos casos de corrupción legal en la que no intervienen políticos, aunque estos permitan que la situación que describiré continúe. 

Un médico recién licenciado, o un veterinario, pueden establecer su clínica con el solo título de haber terminado sus carreras respectivas. Un farmacéutico no: ha de permanecer en paro, se ha de emplear en una farmacia donde va a ser pagado como un auxiliar o menos y el farmacéutico titular de la farmacia, cuado se jubile, va a poder verder su licencia (no el local, que se supone) al mejor postor por enormes cantidades de dinero.

Lo mismo ocurre con un taxista que desea jubilarse: vende su licencia a otro que esté dispuesto a pagar cantidades astronómicas que, como en el caso anterior, se pagan en negro. Pero las licencias son públicas, tanto la del farmacéutico como la del taxista, pues sus actividades son servicios públicos. Por eso un taxista no se puede negar a dar un servicio ni un farmacéutico a abrir su farmacia en las horas establecidas. ¿Como una licencia pública, es decir, propiedad del Estado, se puede vender para beneficio privado? Es una reminiscencia medieval, cuando se vendían los cargos públicos y las prebendas, o cuando los puestos de mando se heredaban de padres a hijos. 

No ha habido Gobierno en España que haya dado solución a este problema grave, que afecta a todo aquel que quiere ejercer la profesión que ha elegido y para la que se le ha capacitado. Antiguamente, los gremios fijaban los precios en una localidad, mofándose así de la ley de la oferta y la demanda, perjudicando a los consumidores y coartando la libertad de comercio, pues podían negar el derecho a ejercer de zapatero o de tonelero a alquien que lo quisiese. Seguimos igual en estas dos profesiones. Por mi parte me dirigí en su día a las ministras Jiménez, Pajín y Mato para que me dijesen sus políticas respectivas sobre el particular: mutis por el foro; en esto las tres señoras se parecen bastante.

Me gustaría ver a farmacéuticos y a taxistas (de los perjudicados y de los beneficiados) denunciar esto, pero la costumbre, a veces, se convierte en ley, y las instituciones públicas, conservadoras por naturaleza, dejan hacer. Hay mucha corrupción en nuestro país, en efecto, y en ocasiones lastrada por lo siglos. (Abajo, farmacéutico o taxista en paro).

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