miércoles, 20 de febrero de 2013

Herranz, un cardenal reaccionario

  • Se me dirá que es difícil encontrar un cardenal de la Iglesia católica que no lo sea, pero alguno habrá. En el caso del cardenal Julián Herranz el colmo ha llegado con unas declaraciones suyas en las que dice que "en cualquier Gobierno hay más zonas oscuras que en el Vaticano". Es el viejo vicio del "y tú más" que tanto vemos en España. A un príncipe de la Igleisa no debiera importarle, creo yo, si en el Vaticano hay menos "zonas oscuras" que en otros gobiernos, sino que no hubiese "zonas oscuras", porque al fin y al cabo, siendo la Iglesia de fundación divina e inspirada por el Espíritu Santo, según las mismas autoridades eclesiásticas, no cabe compararla con los poderes temporales.

    El problema es que la Iglesia es, mal que pese al cardenal Herranz, un poder temporal más, con sus vicios y debilidades, con sus corruptelas y traiciones: ahí está la historia para demostrarlo; papas concubinarios, simoníacos, sacerdotes corruptos, nicolaístas, nepotismo, crímenes, operaciones fraudulentas de los "banqueros de Dios" y así podríamos seguir.

    El príncipe Herranz (un cardenal es un príncipe de la Iglesia, lo que nada tiene que ver con el cristianismo) pertenece al Opus Dei, lo que quizá condicione su pensamiento conservador e incluso reaccionario. Es un experto en Derecho Canónico, lo que le hace todavía más sospechoso y contradictorio al decir la frase que aquí comentamos.

    Pero hay más: es seguro que en el gobierno de la Iglesia hay muchas más "zonas oscuras" que en cuelquier gobierno democrático, por la sencilla razón de que este se controla por medio de parlamentos y jueces, por la sociedad misma, por la libertad existente en las sociedades modernas. En la Iglesia no: esta institución no es democrática, a los cardenales no los elegie la asamblea de los fieles (ecclesía = asamblea en griego), ni al papa, que es cooptado por unos pocos a su vez nombrados por el papa anterior. La Iglesia discrimina a la mujer, discrimina a los homosexuales, ha discriminado durante mucho tiempo a los pobres (por más que la Iglesia de base se haya ocupado ejemplarmente de ellos); la Iglesia, como sociedad antidemocrática, no cuenta con controles de las decisiones tomadas por sus jerarquías; no puede dar lecciones de limpieza a nadie; puede, en cambio, practicar la humidad y callar cuando es debido. (Abajo, el cardenal Herranz).
     
    L. de Guereñu Polán.
    HERRANZ, UN CARDENAL REACCIONARIO

Se me dirá que es difícil encontrar un cardenal de la Iglesia católica que no lo sea, pero alguno habrá. En el caso del cardenal Julián Herranz el colmo ha llegado con unas declaraciones suyas en las que dice que "en cualquier Gobierno hay más zonas oscuras que en el Vaticano". Es el viejo vicio del "y tú más" que tanto vemos en España. A un príncipe de la Igleisa no debiera importarle, creo yo, si en el Vaticano hay menos "zonas oscuras" que en otros gobiernos, sino que no hubiese "zonas oscuras", porque al fin y al cabo, siendo la Iglesia de fundación divina e inspirada por el Espíritu Santo, según las mismas autoridades eclesiásticas, no cabe compararla con los poderes temporales. 

El problema es que la Iglesia es, mal que pese al cardenal Herranz, un poder temporal más, con sus vicios y debilidades, con sus corruptelas y traiciones: ahí está la historia para demostrarlo; papas concubinarios, simoníacos, sacerdotes corruptos, nicolaístas, nepotismo, crímenes, operaciones fraudulentas de los "banqueros de Dios" y así podríamos seguir. 

El príncipe Herranz (un cardenal es un príncipe de la Iglesia, lo que nada tiene que ver con el cristianismo) pertenece al Opus Dei, lo que quizá condicione su pensamiento conservador e incluso reaccionario. Es un experto en Derecho Canónico, lo que le hace todavía más sospechoso y contradictorio al decir la frase que aquí comentamos. 

Pero hay más: es seguro que en el gobierno de la Iglesia hay muchas más "zonas oscuras" que en cuelquier gobierno democrático, por la sencilla razón de que este se controla por medio de parlamentos y jueces, por la sociedad misma, por la libertad existente en las sociedades modernas. En la Iglesia no: esta institución no es democrática, a los cardenales no los elegie la asamblea de los fieles (ecclesía = asamblea en griego), ni al papa, que es cooptado por unos pocos a su vez nombrados por el papa anterior. La Iglesia discrimina a la mujer, discrimina a los homosexuales, ha discriminado durante mucho tiempo a los pobres (por más que la Iglesia de base se haya ocupado ejemplarmente de ellos); la Iglesia, como sociedad antidemocrática, no cuenta con controles de las decisiones tomadas por sus jerarquías; no puede dar lecciones de limpieza a nadie; puede, en cambio, practicar la humidad y callar cuando es debido. (Abajo, el cardenal Herranz).

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