Se
me dirá que es difícil encontrar un cardenal de la Iglesia católica que
no lo sea, pero alguno habrá. En el caso del cardenal Julián Herranz el
colmo ha llegado con unas declaraciones suyas en las que dice que "en
cualquier Gobierno hay más zonas oscuras que en el Vaticano". Es el
viejo vicio del "y tú más" que tanto vemos en España. A un príncipe de
la Igleisa no debiera importarle, creo yo, si en el Vaticano hay menos
"zonas oscuras" que en otros gobiernos, sino que no hubiese "zonas
oscuras", porque al fin y al cabo, siendo la Iglesia de fundación divina
e inspirada por el Espíritu Santo, según las mismas autoridades
eclesiásticas, no cabe compararla con los poderes temporales.
El problema es que la Iglesia es, mal que pese al cardenal Herranz, un
poder temporal más, con sus vicios y debilidades, con sus corruptelas y
traiciones: ahí está la historia para demostrarlo; papas concubinarios,
simoníacos, sacerdotes corruptos, nicolaístas, nepotismo, crímenes,
operaciones fraudulentas de los "banqueros de Dios" y así podríamos
seguir.
El príncipe Herranz (un cardenal es un príncipe de la
Iglesia, lo que nada tiene que ver con el cristianismo) pertenece al
Opus Dei, lo que quizá condicione su pensamiento conservador e incluso
reaccionario. Es un experto en Derecho Canónico, lo que le hace todavía
más sospechoso y contradictorio al decir la frase que aquí comentamos.
Pero hay más: es seguro que en el gobierno de la Iglesia hay muchas más
"zonas oscuras" que en cuelquier gobierno democrático, por la sencilla
razón de que este se controla por medio de parlamentos y jueces, por la
sociedad misma, por la libertad existente en las sociedades modernas. En
la Iglesia no: esta institución no es democrática, a los cardenales no
los elegie la asamblea de los fieles (ecclesía = asamblea en griego), ni
al papa, que es cooptado por unos pocos a su vez nombrados por el papa
anterior. La Iglesia discrimina a la mujer, discrimina a los
homosexuales, ha discriminado durante mucho tiempo a los pobres (por más
que la Iglesia de base se haya ocupado ejemplarmente de ellos); la
Iglesia, como sociedad antidemocrática, no cuenta con controles de las
decisiones tomadas por sus jerarquías; no puede dar lecciones de
limpieza a nadie; puede, en cambio, practicar la humidad y callar cuando
es debido. (Abajo, el cardenal Herranz).
L. de Guereñu Polán.
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