domingo, 24 de febrero de 2013

SINDICALISMO Y POLITICA

Pocas veces como ahora, se ha puesto de  manifiesto que los sindicatos de trabajadores, no pueden permanecer indiferentes ante la política, y ni siquiera neutrales, pues la supuesta neutralidad conlleva en si misma una opción determinada.
Los trabajadores y sus organizaciones, como el resto de ciudadanos, cuando se desentienden de la política pronto sufren sus consecuencias. Quienes nunca dejan de ocuparse de ella -y a fondo- son las organizaciones patronales, las entidades financieras, o la Iglesia Católica y otras similares. Por algo será.
Hay que reconocer que en los últimos años, los esfuerzos de la derecha económica y política para despolitizar a las clases trabajadores y a la ciudadanía en general han dado sus frutos, y ahora están recogiendo la cosecha.
En concreto, en el mundo laboral la despolitización se llevó a cabo por tres grandes vías: 1) Fomentando y financiando el sindicalismo corporativo o amarillo en sectores clave de la industria y los servicios, tanto públicos como privados, con resultados nada desdeñables, 2) Promoviendo el “desenganche” de los sindicatos de clase de los partidos de izquierda, lo que contribuyó poderosamente a un creciente divorcio de estos partidos con su electorado natural, y 3) La desideologización, primando la “formación técnica” sobre la ideológica, cuando bien se ha puesto de manifiesto ahora, que la derecha española, europea y mundial, jamás ha dejado de cuidar este aspecto.
Es cierto que sobre las cenizas de la segunda guerra mundial, socialdemócratas, socialcristianos y liberales europeos, alcanzaron un gran pacto del que nació el modelo social europeo. Pero también lo es que con las crisis y las nuevas realidades derivadas de la mundialización económica como pretexto, el poder financiero diseñó y decidió su progresiva demolición. Algo que al inicio de los años 80, pone en marcha Margaret Thatcher bajo la bandera de la competitividad, que  Ronald Reagan apoyó,  que otros -socialdemócratas europeos incluidos- continuaron,   y que ahora la señora Merkel  y sus socios -en esta ocasión la bandera es la   de “la austeridad”-, se aprestan a dar la puntilla en las mismas narices de una socialdemocracia que atrapada en esta estrategia, aparece vencida y sin alternativas. Estamos acercándonos al fin de un modelo, y a su sustitución por otro muy próximo al de la más pura ortodoxia del capitalismo neoliberal con sus más tristes y negativas consecuencias.
Consecuencias que están empezando a pagar, y a un alto precio, los clases trabajadoras, y con ellas sus organizaciones representativas, sindicatos y partidos políticos. La derrota de la izquierda, española y europea, exige una profunda reflexión autocrítica a la luz de lo que ha venido sucediendo a lo largo de los últimos treinta o treinta y cinco años, y sacar conclusiones válidas para poder emprender la recuperación de los logros perdidos. Se equivocan los que piensan que de esta salimos a base de propuestas extraídas de “concursos de ideas”, o “programas y recetas de laboratorio” elaboradas por profesionales del marketing político. Lo peor es que quienes piensan así, demuestran que o no están entendiendo nada, o se han cambiado de bando.
Una cosa parece cierta, la reacción y la protesta tienen que emprenderla, con fuerza y con urgencia -empiezan a hacerlo ya- quienes están sufriendo más duramente las consecuencias: las propias clases trabajadores. Es espantoso que se siga creyendo la propaganda que busca su despolitización y su abandono de los sindicatos, de su ejercicio del voto, y de su apoyo a los partidos que pueden defender sus intereses. En este tiempo, los sindicatos están llamados a negociar convenios claro está, pero también a reivindicar y defender con mas energía que nunca un modelo social y un giro en la actual política económica. Es tiempo de defender con firmeza y hasta las últimas consecuencias la necesidad de la lucha política, del compromiso y de la unidad de la clase trabajadora.
Los trabajadores han de saber que los sindicatos les pertenecen, son suyos, y no de ninguna cúpula burocrática en el supuesto de que existiese como dicen algunos. Y por ello, los sindicatos serán lo que los propios trabajadores quieran que sean. A su vez, los sindicatos no deben dar la espalda a los partidos que se dicen obreros, más bien al contrario, deben dar la cara y empujar, ayudando a cambiar todo lo que haya de cambiarse. Los sindicalistas, aquellos trabajadores más experimentados o conscientes deben comprometerse también en el seno de los partidos obreros para hacer sentir las demandas y la presión de la clase trabajadora,  exigiendo los cambios necesarios. Si los trabajadores se desentienden de la política, como desean  quienes les explotan, caminaremos sin remedio a esperar la llegada de un nuevo mesías salvador, no sin antes sufrir serias y crecientes tensiones sociales de alcance difícil de prever. Reflexionemos sí, pero no demoremos mas la toma de decisiones porque el tiempo apremia, y los que sufren no pueden seguir esperando.
Xesús Mosquera Sueiro
24 de febrero de 2013




2 comentarios:

Isidoro dijo...

Los sindicatos están haciendo en esta crisis mucho más de lo que su propia fuerza les permitiría.
Europa sería muy diferente con 50 millones de afiliados a los sindicatos clásicos, sobre todo si esos afiliados actuaran en política, como los padres fundadores del sindicalismo ya vieron hace más de un siglo.
Francamente no entiendo porqué no hay mayor reconocimien to al instrumento que ha demostrado tanta eficacia en la defensa de los intereses de los trabajadores.
Olvidar que la limitación de la jornada, la protección social, las exigencias en salud laboral, incluso el paso de una servidumbre al amo a la negociación colectiva en términos de igualdad, etc se debe, ante todo y sobre todo, a la existencia de sindicatos fuertes es casi un paso previo al suicidio en derechos.

Suso dijo...

Tienes mucha razón Isidoro. Los sindicatos son la pieza clave y a por ella han ido sabiendo que así todo les va a resultar mas fácil.
Algo debemos hacer para ir recomponiendo lo que han destruido con la crisis como pretexto a lo largo de 2012.