domingo, 24 de marzo de 2013

El más sonoro caso de transfuguismo

Refectorio del palacio arzobispal de Compostela, primera sede del Parlamento de Galicia
Valga lo de sonoro, en este caso, como sinónimo de escandaloso. Si no recuerdo mal se dio en el año 1987 y tuvo como protagonistas a Don José Luis Barreiro, entonces Vicepresidente de la Xunta de Galicia, que enredando aquí y allá, traicionó al Presidente, Señor Fernández Albor, se alió con el socialista González Laxe (el otro protagonista) y, mediante una moción de censura, formaron una mayoría que no había tenido el refrendo del pueblo gallego. Hasta el entonces presidente del Parlamento Gallego, un oscuro personaje que no ha vuelto a sonar nunca más, se prestó al juego sucio, quizá con la promesa de alguna que otra prebenda. 

Es cierto que el Gobierno presidido por el señor Fernández Albor era un desastre, y por lo tanto tenía responsabilidad en ello el Vicepresidente, señor Barreiro. Es cierto que no había norte, ni liderazgo, ni programa,como no fuese ocupar el poder político en Galicia para hacer lo que más o menos fuesen pidiendo especuladores, algunos constructores, armadores, banqueros y otros grupos de presión. Pero ser Vicepresidente de un gobierno y pasarse con armas y bagajes al enemigo ya es traición. 

Al señor Barreiro le siguieron algunos diputados, tantos como fueron necesarios para que la moción de censura triunfase y se entronizase uno que no había ganado las elecciones, el socialista González Laxe. Aquella operación fue ilegítima porque no partía de la voluntad de los votantes, sino de maniobras al margen de la virtud, al margen de la honestidad y al margen de la lealtad debida a los compromisos adquiridos. Más tarde el señor Barreiro fue condenado judicialmente a inhabilitación para ocupar cargo público alguno por un delito relacionado con el juego (ignoro si anduvo por medio la prevaricación pero esto es lo que menos importa ahora). No volvió a la política en primer plano porque seguramente ya nadie se fia de él. 

El señor González Laxe, y el secretario de los socialistas de Galicia en aquel momento, Sánchez Presedo, se prestaron a la operación; no en vano era en beneficio de ellos mismos (ignoro si de los intereses de los gallegos). El último citado tuvo sus dudas en autorizar la operación que se le brindó por el traidor Barreiro (yo mismo se lo oí decir al entonces ministro Barrionuevo en A Estrada, antes de un mitin). Como suele ocurrir, dos años después hubo elecciones, los socialistas las perdieron y volvieron las aguas a su cauce: venció el Partido Popular (que no sé si entonces todavía se llamaba "Alianza"). Si el señor González Laxe y los socialistas gallegos hubiesen ganado las elecciones de 1989, hubiesen legitimado aquella operación aberrante, porque ello significaría que el pueblo gallego la había dado por buena ante el desgobierno que Fernández Albor presidía. Pero no fue así. El pueblo gallego, esencialmente conservador, como viene demostrando una y otra vez, le dijo a los tránsfugas y a sus beneficiarios que pasasen a la oposición. Un caso que no se ha debatido, en mi opinión, suficientemente y que merece recordarse, pues estando tan de moda la corrupción, esta fue una de sus manifestaciones. No se me dirá que es de recibo traicionar a un presidente por parte de un vicepresidente (operación que se llevó a cabo en pocos días y sus noches, prometiendo a unos y otros esto y aquello).

La gestión socialista en aquellos dos años (entre 1987 y 1989) no fue suficiente, o al menos eso es lo que juzgó el electorado, que volvió a dar su voto en mayor grado a los conservadores. Una lección cabe sacar de aquel triste y escandaloso episodio: no debe uno aliarse con indeseables que son capaces de traicionar a los suyos, porque tarde o temprano traicionarán a los nuevos socios. 

Yo asistí atónito a todos aquellos acontecimientos y no escuché a nadie -en las filas socialistas- que protestase por la compleja y burda operación. Quizá el ansia de "tocar poder" fue más fuerte que el esfuerzo necesario de estar con la gente, explicar los proyectos del socialismo en aquellos años, predicar con el ejemplo que, hasta hacía poco, nos habían legado los socialistas que venían del exilio, los que habían trabajado en la clandestinidad durante el franquismo y luego en la transición. Pero es bien sabido que la década de los ochenta (tras el arrollador triunfo socialista en 1982) trajo consigo un torrente de afiliaciones al PSOE que más que beneficiarle le desdibujaron, sin perjuicio de que no todas las incorporaciones, ni mucho menos, fueron perniciosas. Unas cuantas decenas de socialistas ocuparon cargos públicos a cuenta de aquella nefanda operación.

Ahora el señor Barreiro anda por una Facultad de Ciencias Políticas, pontifica en las tertulias televisivas y hace bien, pues aún el que las ha hecho muy gordas, ha actuado con total falta de honestidad (recuérdese su condena judicial) tiene derecho a regenerarse y opinar. La democracia es un régimen tan generoso que admite estas cosas; y está bien.

L. de Guereñu Polán.

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