La señora Pajín, satisfecha
No
es monopolio de la derecha, sino que también el presidente Zapatero
pareció sucumbir a ello: ¿como, si no, explicase que nombrase ministra
de Sanidad a una señora que estaba en la más absoluta inopia en dicha
materia? Más grave es aún cuando el nombramiento se hizo después de que
el ministerio lo ocupase el eminente científico Bernat Soria, reconocido
fuera y dentro de España. ¿Se puede tener con la Sanidad tan poco
cuidado? ¿Que pensarían médicos, enfermeros, auxiliares, anestesistas,
enfermos, potenciales enfermos, de una ministra que ni tenía idea de a
donde dirigir sus pasos ni dio uno solo en el buen sentido? Había estado
precedida de otra, la señora Jiménez, que solo supo ocupar cargos de
libre designación; pero luego viene el electorado y pone las cosas en su
sitio: perdió unas elecciones en Madrid y otras, internas, en el seno
de la federación socialista del PSOE madrileño. Ese era todo su
prestigio.
En cuanto al ministro Sebastián, que lo fue de
Industria, demostró su total ignorancia en materia de lo que se venía:
ni se enteró de la burbuja inmobiliaria ni de la crisis económica que
llamaba a las puertas, y eso sí, estuvo varios años asesorando en
materia económica (¿?) al presidente Zapatero. ¿Se puede tener una
gestión más desastrosa? También recibió su varapalo en elecciones
madrileñas, por lo que si no es por los nombramientos no tendriamos,
hoy, noticia de él.
El bonachón señor Gabilondo debió
confundir el ministerio de Educación con una facultad universitaria. No
hombre, no; aquel es mucho más complejo. Es necesario tener las cosas
claras en la materia, como las tuvo el que para mí ha sido el mejor
ministro de Educación de la democracia española, don José María
Maravall. Aquel no supo aportar ni una sola idea a las necesidades en
materia de enseñanza que el país demandaba, entre otras dotar de
recursos a una ley, la Orgánica de Educación, sucesora de la LOGSE, que
clamaba por completar su buen fario con los medios que nunca tuvo.
Nada menos que tres socialistas, una tras otra, pasaron por el
ministerio de la Vivienda sin enterarse de que la Ley Hipotecaria era
una miseria, antigua, injusta y que había sido hecha para beneficiar a
bancos y especuladores. Ni una sola reforma, y ello trajo lo que trajo.
¿Como una de ellas tiene aún la desfachatez de postularse para dirigir a
los socialisas españoles? En puridad tiene derecho; otra cosa es que
sea oportuno e incluso que haya demostrado su competencia. No lo creo.
Otra, de apellido Trujillo, incluso se permitió terciar con una frase
contra las desahuciados que, uno a uno, han venido cayendo víctimas de
la desidia, la barbarie y el abuso.
El efímero señor Molina
pasó por el ministerio de Cultura armando más barullo que dando
soluciones. Asi fue cesado a la primera ocasión. Las señoras Sinde y
Garmendia han demostrado su vocación política como mejor han sabido: una
vez que han perdido el ministerio han vuelto a sus negocios privados,
pero nos las veremos en los muchos movimientos reivindicativos en alza,
seguramente porque no tienen gran cosa que aportar.
Remontándonos más atrás incluso podríamos ir a los gobiernos del señor
González: un ministro de Transportes, hoy exitoso alcalde de Vigo, no
supo que hacer con las competencias que le encomendaron y su labor, en
este campo, quedó inédita. Otro tanto parece haberle ocurrido a la
señora Alborch, que de experta en museos se creyó con la competencia
para ser ministra de Cultura. Nunca la he visto aportar idea alguna y no
creo que el gremio le tenga reconocido el más pequeño mérito en esta
materia. Eso sí, sonreía ampliamente.
Renuncio de propósito a
referirme a los mandatos de un innombrable presidente del Gobierno que
ha sido la vergüenza, en mi opinión, de todo cuando demócrata se precie:
metió al país en una guerra ilegal e injusta y ocupó el cargo para su
medro personal al socaire del más furibundo y pendenciero presidente de
los Estados Unidos que haya habido. Su maldita memoria me ahorra el
deseo de referirme a él. Tomarse a broma al Gobierno es malo, muy malo, y
peor si el Gobierno se toma a broma a sí mismo.
L. de Guereñu Polán.
En cuanto al ministro Sebastián, que lo fue de Industria, demostró su total ignorancia en materia de lo que se venía: ni se enteró de la burbuja inmobiliaria ni de la crisis económica que llamaba a las puertas, y eso sí, estuvo varios años asesorando en materia económica (¿?) al presidente Zapatero. ¿Se puede tener una gestión más desastrosa? También recibió su varapalo en elecciones madrileñas, por lo que si no es por los nombramientos no tendriamos, hoy, noticia de él.
El bonachón señor Gabilondo debió confundir el ministerio de Educación con una facultad universitaria. No hombre, no; aquel es mucho más complejo. Es necesario tener las cosas claras en la materia, como las tuvo el que para mí ha sido el mejor ministro de Educación de la democracia española, don José María Maravall. Aquel no supo aportar ni una sola idea a las necesidades en materia de enseñanza que el país demandaba, entre otras dotar de recursos a una ley, la Orgánica de Educación, sucesora de la LOGSE, que clamaba por completar su buen fario con los medios que nunca tuvo.
Nada menos que tres socialistas, una tras otra, pasaron por el ministerio de la Vivienda sin enterarse de que la Ley Hipotecaria era una miseria, antigua, injusta y que había sido hecha para beneficiar a bancos y especuladores. Ni una sola reforma, y ello trajo lo que trajo. ¿Como una de ellas tiene aún la desfachatez de postularse para dirigir a los socialisas españoles? En puridad tiene derecho; otra cosa es que sea oportuno e incluso que haya demostrado su competencia. No lo creo. Otra, de apellido Trujillo, incluso se permitió terciar con una frase contra las desahuciados que, uno a uno, han venido cayendo víctimas de la desidia, la barbarie y el abuso.
El efímero señor Molina pasó por el ministerio de Cultura armando más barullo que dando soluciones. Asi fue cesado a la primera ocasión. Las señoras Sinde y Garmendia han demostrado su vocación política como mejor han sabido: una vez que han perdido el ministerio han vuelto a sus negocios privados, pero nos las veremos en los muchos movimientos reivindicativos en alza, seguramente porque no tienen gran cosa que aportar.
Remontándonos más atrás incluso podríamos ir a los gobiernos del señor González: un ministro de Transportes, hoy exitoso alcalde de Vigo, no supo que hacer con las competencias que le encomendaron y su labor, en este campo, quedó inédita. Otro tanto parece haberle ocurrido a la señora Alborch, que de experta en museos se creyó con la competencia para ser ministra de Cultura. Nunca la he visto aportar idea alguna y no creo que el gremio le tenga reconocido el más pequeño mérito en esta materia. Eso sí, sonreía ampliamente.
Renuncio de propósito a referirme a los mandatos de un innombrable presidente del Gobierno que ha sido la vergüenza, en mi opinión, de todo cuando demócrata se precie: metió al país en una guerra ilegal e injusta y ocupó el cargo para su medro personal al socaire del más furibundo y pendenciero presidente de los Estados Unidos que haya habido. Su maldita memoria me ahorra el deseo de referirme a él. Tomarse a broma al Gobierno es malo, muy malo, y peor si el Gobierno se toma a broma a sí mismo.
2 comentarios:
Vale el repaso socialista, fuera de lugar el colofón FAES.
No he nombrado a tal entidad ni falta que hace.
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