lunes, 25 de marzo de 2013

El odio al Partido Socialista

  • De siempre han existido personas que odiaron al Partido Socialsita. Cuando nació, allá por 1879, se le vio por los que vivían comodamente del trabajo ajeno como una amenaza. Durante la II República española fue la bestia negra de la CEDA, luego en buena medida aliada con el general Franco. Durante la dictadura de este último los socialistas que se quedaron en España fueron duramente reprimidos (década de los cuarenta) y luego empezaron a integrarse en toda célula o agrupación de resistencia, que en el fondo estaba dirigida por el Partido Comunista, más organizado que nadie.

    Durante la transición recuerdo a muchos de los que formaron parte de UPG, MSG, PSG, UCD, Liga Comunista, Partido del Trabajo, PCE, PSP y otros opositores al franquismo, tachar al Partido Socialista Obrero Español de centralista, socialdemócrata (curiosamente el partido de Lenin), vendido a los socialistas alemanes y otras monsergas. Muchos de ellos terminaron luego integrándose en el PSOE y bienvenidos, ocuparon cargos de responsabilidad y tuvieron varia suerte en su desempeño.

    Ahora el odio al Partido Socialista no viene de sus opositores (estos más bien le desrpecian o le combaten), sino de muchos de aquelos que, habiendo sido afiliados a dicho partido, se han decepcionado de tal forma que les ha pasado lo que al converso judío: que se han convertido en los más encarnizados odiadores (si es que vale la palabra) del Partido Socialista. En aquella decepción de la que hablo puede haber razones de peso; puede también haber frustraciones por no conseguir lo que se perseguía personalmente; puede, en fin, haber muchas causas, por separado o varias juntas, pero es desde esas filas donde se destila la mayor parte del odio al Partido Socialista.

    Yo, que hoy por hoy no creo sea dicho partido instrumento suficiente para transformar la sociedad y conducirnos a la que anhelo, no coincido con quienes identifican al Partido Socialista con el PP, por ejemplo. Basta echar un vistazo a las redes sociales para tener noticia de los socialistas reuniéndose con los remolacheros del bajo Aragón, con los mineros leoneses, con los jóvenes sin empleo, con las mujeres maltratadas, con los mariñeiros de Muxía, con los olivareros andaluces, con los pescadores del Saler; llamando a unos colectivos y otros a las casas del pueblo para debatir sobre esto y lo otro, para ofrecer alternativas, para ayudar... En estos está la verdadera identidad del Partido Socialista, no en unos pocos dirigentes, ya acertados, ya errados, manchados por la corrupción o resistentes a ella.

    Ódiese menos, cabría esperar; escríbanse con nobleza las críticas que la conciencia dicte a cada uno; pero descalificaciones generales, menosprecios inútiles, guárdeselos el odiador de turno. Salvo mejor opinión.
     
    L. de Guereñu Polán.
    EL ODIO AL PARTIDO SOCIALISTA

De siempre han existido personas que odiaron al Partido Socialsita. Cuando nació, allá por 1879, se le vio por los que vivían comodamente del trabajo ajeno como una amenaza. Durante la II República española fue la bestia negra de la CEDA, luego en buena medida aliada con el general Franco. Durante la dictadura de este último los socialistas que se quedaron en España fueron duramente reprimidos (década de los cuarenta) y luego empezaron a integrarse en toda célula o agrupación de resistencia, que en el fondo estaba dirigida por el Partido Comunista, más organizado que nadie. 

Durante la transición recuerdo a muchos de los que formaron parte de UPG, MSG, PSG, UCD, Liga Comunista, Partido del Trabajo, PCE, PSP y otros opositores al franquismo, tachar al Partido Socialista Obrero Español de centralista, socialdemócrata (curiosamente el partido de Lenin), vendido a los socialistas alemanes y otras monsergas. Muchos de ellos terminaron luego integrándose en el PSOE y bienvenidos, ocuparon cargos de responsabilidad y tuvieron varia suerte en su desempeño.

Ahora el odio al Partido Socialista no viene de sus opositores (estos más bien le desrpecian o le combaten), sino de muchos de aquelos que, habiendo sido afiliados a dicho partido, se han decepcionado de tal forma que les ha pasado lo que al converso judío: que se han convertido en los más encarnizados odiadores (si es que vale la palabra) del Partido Socialista. En aquella decepción de la que hablo puede haber razones de peso; puede también haber frustraciones por no conseguir lo que se perseguía personalmente; puede, en fin, haber muchas causas, por separado o varias juntas, pero es desde esas filas donde se destila la mayor parte del odio al Partido Socialista. 

Yo, que hoy por hoy no creo sea dicho partido instrumento suficiente para transformar la sociedad y conducirnos a la que anhelo, no coincido con quienes identifican al Partido Socialista con el PP, por ejemplo. Basta echar un vistazo a las redes sociales para tener noticia de los socialistas reuniéndose con los remolacheros del bajo Aragón, con los mineros leoneses, con los jóvenes sin empleo, con las mujeres maltratadas, con los mariñeiros de Muxía, con los olivareros andaluces, con los pescadores del Saler; llamando a unos colectivos y otros a las casas del pueblo para debatir sobre esto y lo otro, para ofrecer alternativas, para ayudar... En estos está la verdadera identidad del Partido Socialista, no en unos pocos dirigentes, ya acertados, ya errados, manchados por la corrupción o resistentes a ella. 

Ódiese menos, cabría esperar; escríbanse con nobleza las críticas que la conciencia dicte a cada uno; pero descalificaciones generales, menosprecios inútiles, guárdeselos el odiador de turno. Salvo mejor opinión.

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