De
siempre han existido personas que odiaron al Partido Socialsita. Cuando
nació, allá por 1879, se le vio por los que vivían comodamente del
trabajo ajeno como una amenaza. Durante la II República española fue la
bestia negra de la CEDA, luego en buena medida aliada con el general
Franco. Durante la dictadura de este último los socialistas que se
quedaron en España fueron duramente reprimidos (década de los cuarenta) y
luego empezaron a integrarse en toda célula o agrupación de
resistencia, que en el fondo estaba dirigida por el Partido Comunista,
más organizado que nadie.
Durante la transición recuerdo a
muchos de los que formaron parte de UPG, MSG, PSG, UCD, Liga Comunista,
Partido del Trabajo, PCE, PSP y otros opositores al franquismo, tachar
al Partido Socialista Obrero Español de
centralista, socialdemócrata (curiosamente el partido de Lenin), vendido
a los socialistas alemanes y otras monsergas. Muchos de ellos
terminaron luego integrándose en el PSOE y bienvenidos, ocuparon cargos
de responsabilidad y tuvieron varia suerte en su desempeño.
Ahora el odio al Partido Socialista no viene de sus opositores (estos
más bien le desrpecian o le combaten), sino de muchos de aquelos que,
habiendo sido afiliados a dicho partido, se han decepcionado de tal
forma que les ha pasado lo que al converso judío: que se han convertido
en los más encarnizados odiadores (si es que vale la palabra) del
Partido Socialista. En aquella decepción de la que hablo puede haber
razones de peso; puede también haber frustraciones por no conseguir lo
que se perseguía personalmente; puede, en fin, haber muchas causas, por
separado o varias juntas, pero es desde esas filas donde se destila la
mayor parte del odio al Partido Socialista.
Yo, que hoy por
hoy no creo sea dicho partido instrumento suficiente para transformar la
sociedad y conducirnos a la que anhelo, no coincido con quienes
identifican al Partido Socialista con el PP, por ejemplo. Basta echar un
vistazo a las redes sociales para tener noticia de los socialistas
reuniéndose con los remolacheros del bajo Aragón, con los mineros
leoneses, con los jóvenes sin empleo, con las mujeres maltratadas, con
los mariñeiros de Muxía, con los olivareros andaluces, con los
pescadores del Saler; llamando a unos colectivos y otros a las casas del
pueblo para debatir sobre esto y lo otro, para ofrecer alternativas,
para ayudar... En estos está la verdadera identidad del Partido
Socialista, no en unos pocos dirigentes, ya acertados, ya errados,
manchados por la corrupción o resistentes a ella.
Ódiese
menos, cabría esperar; escríbanse con nobleza las críticas que la
conciencia dicte a cada uno; pero descalificaciones generales,
menosprecios inútiles, guárdeselos el odiador de turno. Salvo mejor
opinión.
L. de Guereñu Polán.
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