jueves, 7 de marzo de 2013

La mujer en el mundo de hoy

Soy consciente de que existen situaciones muy distintas entre unas mujeres y otras: las señoras Cospedal y Mato, por ejemplo, no entran en el interés de este artículo, aliadas como están con posiciones conservadoras, alejadas de toda reivindicación en favor de la mujer, entregadas a la frivolidad y a la defensa de intereses privilegiados. 

Es la mujer que vive de vender cada día su fuerza de trabajo la que aquí me interesa. La que sostiene las familias en las sociedades tradicionales y no tan tradicionales, la que ha sufrido y sufre discriminación sexual, la que es víctima de la división sexual del trabajo, las que tienen que pluriemplearse, las que atienden a varias "obligaciones" en un mismo día, las que son pagadas peor que los varones que realizan el mismo trabajo, las que sufren la explotación en muchos países del tercer mundo, las que viven en la miseria en el cuarto mundo, las que no han tenido oportunidad de formarse y, aún así, se emplean en trabajos mal pagados, las que han sido discriminadas educativamente, culturalmente.

Todavía hoy hay, en el mundo, grandes diferencias entre el hombre y la mujer en el campo de la educación, hasta el punto de que 2/3 de los analfabetos que hay en el mundo son mujeres. Bangladesh, Brasil, China, Egipto, India, Indonesia, México, Nigeria y Pakistán cuentan con la mitad de la población mundial y con el 70% por ciento de los analfabetos del mundo. En estos países sus gobiernos han adoptado iniciativas para combatir la discriminación de la mujer en el campo de la educación, pero queda mucho por hacer, porque hay mujeres privilegiadas que no están por la labor, así como hombres dedicados a lucrativos negocios que no quieren mujeres formadas a las que tengan que remunerar mejor, sino menos formadas para trabajos de escasa cualificación.

En el mundo desarrollado las empresas de publicidad explotan a la mujer con sus campañas, y los gobiernos no hacen nada para que desaparezcan los concursos de misses que no son otra cosa que el camino a la estupidez y al engaño, para que unos pocos se embolsen grandes cantidades de dinero a costa de la imagen de la mujer. 

En el campo de la política hay todavía muchos países que discriminan a la mujer, no habiendo calado las reivindicaciones que las sufragistas de finales del siglo XIX llevaron a cabo con gran mérito y ciertos riesgos. La mujer, en otro orden de cosas, es objeto de agresiones físicas y psíquicas en un grado enormemente superior a las que sufren los hombres, y hay países cuyos gobiernos todavía no han abolido normas discriminatorias, dolorosas y peligrosas desde el punto de vista sanitario como la ablación de clítoris. En este sentido cabe recordar la fecha del 14 de junio de 1913, cuando en el hipódromo de Epsom Downs, cerca de Londres, una muchacha se lanzó mientras estaba en carrera el caballo del rey. Se llamaba Emili Davison y murió en el empeño. Era una sufragista y trataba de llamar la atención sobre su causa.

Hoy nos contentamos porque en las sociedades donde nos desenvolvemos la mujer tiene reconocido el derecho al voto, pero no tiene reconocidos, en la práctica, otros derechos que sí figuran en los papeles. Aparte de situaciones lacerantes que se dan en muchos países del mundo, en los desarrollados se discrimina a la mujer desde el momento de nacer, se la explota, se la prejuzca o se vierten prejuícios sobre su conducta y manifestaciones culturales o personales. Son conocidas las frases de "es un tío cojonudo", para expresar las excelencias de un varón, mientras "es un coñazo" para despreciar a cualquier persona. Los cojones, en el subconsciente colectivo, parecen valer más que los coños, si se me permiten estas expresiones castizas.

Pero el subconsciente colectivo no está ahí porque sí, sino porque se le ha alimentado, y los nutridores de esas formas culturales han sido siempre los mismos, los podereosos, los que participan de la rapiña diaria, los explotadores sin límite y sin cuento, alidados a las mujeres que viven ajenas a los problemas de millones y millones de su mismo sexo. Falta poco más de una hora para que dé comienzo el día 8 de marzo, cuando festejamos el día de la mujer trabajadora; a ella quiero honrar con mis palabras, pero no a otras ni a otros, que nada tienen que ver con esta reivindicación noble e imperecedera.

Quizá haya que saltar muchas otras veces en metafóricos hipódromos a las bridas del caballo del rey, del poder, para hacer saber que queda mucho por hacer, mucha injusticia por corregir.

L. de Guereñu Polán.

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