martes, 12 de marzo de 2013

¿Que es un papa?

  • ¿QUE ES UN PAPA?

Parece una pregunta de sencilla respuesta. A lo largo de la historia no siempre ha sido lo mismo. Que el obispo de Roma se impusiese como máxima autoridad de la Iglesia fue discutido -y no aceptado- por otros obispos y congregaciones de católicos, entre ellos en Alejandría, Antioquía, Constantinopla... En realidad los papas de Roma se impusieron al resto de la Iglesia basándose en el apoyo dado por reyes y emperadores, que a su vez recibían de los papas la legitimidad para gobernar, aunque fuesen déspotas y crueles, en una etapa, la edad media, en la que tener el aval de la Iglesia contaba más que muchas otras cosas.

La historia de los papas está llena de sobresaltos, escándalos, misterios e incluso crímenes. Hubo un papa que fue elegido a base de los sobornos que consiguió con el dinero prestado por algunas familias florentinas, entre ellas los Médici. Hubo antipapas, hubo varios papas al mismo tiempo, una papisa que fue descubierta con posterioridad (¿como iba la Iglesia a admitir una mujer al frente de la misma?). Hubo papas guerreros, políticos, diplomáticos, teólogos, pastores, ejemplares y lascivos; los hubo de una intelectualidad rayana en lo divino, pero también torpes, rudos y groseros.

Es curioso que cuando más prestigio adquirieron los papas fue a partir de que perdieron el poder que tenían sobre territorios en Italia, desde 1870 aproximadamente, aunque ello provocó un largo pleito con la monarquía italiana que no se resolvería hasta 1929, con los Tratados de Letrán firmados entre el Papa y el fascista Mussolini. Por ellos la Iglesia reconocía al régimen musoliniano y a Roma capital de Italia; el dictador concedía una extraordinaria donación en dinero a la Iglesia, que es como se han solucionado muchos de los asuntos mundanos de los hombres.

Porque la Iglesia, contra lo que algunos quieren imponer, es obra de los hombres, no de Dios, del cual no sabemos ni siquiera su existencia. Es cuestión de fe, no de razón demostrable. Decir que el primer papa fue un pescador llamado Pedro ("y sobre esta piedra levantaré mi iglesia") es mucho decir, pero no demuestra nada. Lo de que Pedro fue el primer papa fue algo que solo posteriormente se consideró así, y de esa manera se daba fuerza a la fundación divina de la Iglesia y del papado. Pero para que la Iglesia fuese de fundación divina hace falta admitir que Jesús de Nazaret era Dios, y eso es otra cosa que está por demostrar (imposible a todas luces, creo yo). Lo que sí está demostrada es la historicidad del predicador de Galilea. 

Si no llega a ser por el reconocimiento que el emperador Constantino hizo del papa en el siglo IV, y del patrimonio que donó a los cristianos, que enseguida los obispos se encargaron de administrar, la Iglesia no habría sido, probablemente, lo que es; ni los papas hubiesen acumulado el poder que han tenido y tienen. Aquella donación no fue tan copiosa como los papas han defendido, pero lo cierto es que las usurpaciones estuvieron a la orden del día y la Iglesia se enriqueció desde entonces, máxime cuando los papas adoptaron el título de pontífices, máxima autoridad religiosa que había correspondido a los emperadores romanos. Los papas, herederos de los emperadores caídos en desgracia.

Hoy, como en la Edad Media y en los siglos modernos, un papa es un monarca absoluto, no elegido democráticamente por la congregación de fieles que es la Iglesia, que tiene para el gobierno de la misma a una Curia, la cual limita a veces el poder del papa si este se deja; pero no así si su personalidad es fuerte y agresiva. El dimisionario papa Benedicto parece que no ha querido enfrentarse a la Curia y se ha ido. Pero de haber querido someterla lo hubise conseguido, como ha ocurrido a lo largo de la historia con no pocos conflictos. El derecho canónico, inspirado en el romano, da ese poder a los papas, jefes de estado hoy como ayer, pastores en ocasiones, políticos casi siemmpre, poderosos más por los muchos miles de católicos que hay en el mundo y por los recursos que administran que por la extensión de su estado, un pequeño barrio de Roma.
    Parece una pregunta de sencilla respuesta. A lo largo de la historia no siempre ha sido lo mismo. Que el obispo de Roma se impusiese como máxima autoridad de la Iglesia fue discutido -y no aceptado- por otros obispos y congregaciones de católicos, entre ellos en Alejandría, Antioquía, Constantinopla... En realidad los papas de Roma se impusieron al resto de la Iglesia basándose en el apoyo dado por reyes y emperadores, que a su vez recibían de los papas la legitimidad para gobernar, aunque fuesen déspotas y crueles, en una etapa, la edad media, en la que tener el aval de la Iglesia contaba más que muchas otras cosas.


    La historia de los papas está llena de sobresaltos, escándalos, misterios e incluso crímenes. Hubo un papa que fue elegido a base de los sobornos que consiguió con el dinero prestado por algunas familias florentinas, entre ellas los Médici. Hubo antipapas, hubo varios papas al mismo tiempo, una papisa que fue descubierta con posterioridad (¿como iba la Iglesia a admitir una mujer al frente de la misma?). Hubo papas guerreros, políticos, diplomáticos, teólogos, pastores, ejemplares y lascivos; los hubo de una intelectualidad rayana en lo divino, pero también torpes, rudos y groseros.


    Es curioso que cuando más prestigio adquirieron los papas fue a partir de que perdieron el poder que tenían sobre territorios en Italia, desde 1870 aproximadamente, aunque ello provocó un largo pleito con la monarquía italiana que no se resolvería hasta 1929, con los Tratados de Letrán firmados entre el Papa y el fascista Mussolini. Por ellos la Iglesia reconocía al régimen musoliniano y a Roma capital de Italia; el dictador concedía una extraordinaria donación en dinero a la Iglesia, que es como se han solucionado muchos de los asuntos mundanos de los hombres.


    Porque la Iglesia, contra lo que algunos quieren imponer, es obra de los hombres, no de Dios, del cual no sabemos ni siquiera su existencia. Es cuestión de fe, no de razón demostrable. Decir que el primer papa fue un pescador llamado Pedro ("y sobre esta piedra levantaré mi iglesia") es mucho decir, pero no demuestra nada. Lo de que Pedro fue el primer papa fue algo que solo posteriormente se consideró así, y de esa manera se daba fuerza a la fundación divina de la Iglesia y del papado. Pero para que la Iglesia fuese de fundación divina hace falta admitir que Jesús de Nazaret era Dios, y eso es otra cosa que está por demostrar (imposible a todas luces, creo yo). Lo que sí está demostrada es la historicidad del predicador de Galilea.


    Si no llega a ser por el reconocimiento que el emperador Constantino hizo del papa en el siglo IV, y del patrimonio que donó a los cristianos, que enseguida los obispos se encargaron de administrar, la Iglesia no habría sido, probablemente, lo que es; ni los papas hubiesen acumulado el poder que han tenido y tienen. Aquella donación no fue tan copiosa como los papas han defendido, pero lo cierto es que las usurpaciones estuvieron a la orden del día y la Iglesia se enriqueció desde entonces, máxime cuando los papas adoptaron el título de pontífices, máxima autoridad religiosa que había correspondido a los emperadores romanos. Los papas, herederos de los emperadores caídos en desgracia.


    Hoy, como en la Edad Media y en los siglos modernos, un papa es un monarca absoluto, no elegido democráticamente por la congregación de fieles que es la Iglesia, que tiene para el gobierno de la misma a una Curia, la cual limita a veces el poder del papa si este se deja; pero no así si su personalidad es fuerte y agresiva. El dimisionario papa Benedicto parece que no ha querido enfrentarse a la Curia y se ha ido. Pero de haber querido someterla lo hubise conseguido, como ha ocurrido a lo largo de la historia con no pocos conflictos. El derecho canónico, inspirado en el romano, da ese poder a los papas, jefes de estado hoy como ayer, pastores en ocasiones, políticos casi siemmpre, poderosos más por los muchos miles de católicos que hay en el mundo y por los recursos que administran que por la extensión de su estado, un pequeño barrio de Roma.
     
    L. de Guereñu Polán.

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