viernes, 15 de marzo de 2013

Ya es evidente

  • Que el rey de España encubrió al señor Urdangarín en los delitos que este pudo haber cometido parece evidente a la luz de las informaciones no desmentidas (e incluso confirmadas) que han ido apareciendo. Que influyó en la consecución de ciertos logros abusivos, e incluso criminales, del señor Urdangarín, no está todavía claro, pero cada vez está más próxima la verdad sobre este asunto.

    El perdón que el rey dirigió a los españoles tras una cacería en el sur de África, se queda corta ante el enorme perdón -y algo más- que debiera pronunciar con la situación actual. El artículo 56 de la Constitución española ortorga al rey "la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales...", y alguien que tiene tanta responsabilidad no puede incurrir en los graves errores que parecen evidentes. Un rey no está para practicar el nepotismo (aunque históricamente lo hayan hecho), ni para encubrir a un yerno u otro familiar cualquiera, y parece que esto es meridianamente claro.

    Que "la persona del Rey es inviolable" (art. 56.3 de la Constitución) debiera revisarse en la reforma constitucional que se lleve a cabo (creo que no lo verán mis ojos), pues tal prerrogativa debiera solo existir (como en el caso de cualquier Presidente de una república) en los casos de actuaciones oficiales, no privadas. Por otra parte, dicha prerrogativa, lejos de conferir ventajas al rey en la esfera de lo público, lo que hace es reducir su poder constitucional.

    Cualquier español podría pensar, legítimamente, que se da el caso del art. 59.2 de la Constitución cuando esta dice que "si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad..." debiera asumir sus competencias una Regencia con el consentimiento de las Cortes, donde reside la soberanía nacional. Quizá esta exigencia fuese desestabilizadora, pero yo lo planteo solo como una cuestión ética y de legitimidad por parte de cualquier ciudadano, en el uso de su libertad de expresión y de conciencia.

    Claro que los escándalos que la casa del rey está protagonizando no son nada en comparación con otros anteriores: el rey Alfonso XIII dio su visto bueno a un golpe de Estado, colaboró con una dictadura, sus descencientes (el conde de Barcelona en particular) apoyaron con denuedo al sanguinario Francisco Franco durante la guerra civil de 1936-1939; el citado rey Alfonso XIII tuvo evidentes responsabilidades en el desastre de Annual (1921), donde murieron miles de españoles, la inmensa mayoría de familias humildes, y luego en el "informe Picasso", asunto de lo más turbio que a un rey moderno haya pasado.

    No me remonto a las intrigas palaciegas de don Alfonso, "el rey soldado", que lejos de entender lo que era un rey constitucional, se entretuvo en contínuas interferencias a unos y otros gobiernos. Si vamos más atrás aún encontramos casos más escandalosos con la reina Isabel II, verdadera pesadilla para el funcionamiento del régimen constitucional español. En fin, una dinastía no ejemplar precisamente, una monarquía que ya ha perdido el norte pero que, con casi total seguridad, tendrá muchas más oportunidades. (Abajo un reyezuelo, curiosamente un pájaro).
    YA ES EVIDENTE

Que el rey de España encubrió al señor Urdangarín en los delitos que este pudo haber cometido parece evidente a la luz de las informaciones no desmentidas (e incluso confirmadas) que han ido apareciendo. Que influyó en la consecución de ciertos logros abusivos, e incluso criminales, del señor Urdangarín, no está todavía claro, pero cada vez está más próxima la verdad sobre este asunto. 

El perdón que el rey dirigió a los españoles tras una cacería en el sur de África, se queda corta ante el enorme perdón -y algo más- que debiera pronunciar con la situación actual. El artículo 56 de la Constitución española ortorga al rey "la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales...", y alguien que tiene tanta responsabilidad no puede incurrir en los graves errores que parecen evidentes. Un rey no está para practicar el nepotismo (aunque históricamente lo hayan hecho), ni para encubrir a un yerno u otro familiar cualquiera, y parece que esto es meridianamente claro. 

Que "la persona del Rey es inviolable" (art. 56.3 de la Constitución) debiera revisarse en la reforma constitucional que se lleve a cabo (creo que no lo verán mis ojos), pues tal prerrogativa debiera solo existir (como en el caso de cualquier Presidente de una república) en los casos de actuaciones oficiales, no privadas. Por otra parte, dicha prerrogativa, lejos de conferir ventajas al rey en la esfera de lo público, lo que hace es reducir su poder constitucional.

Cualquier español podría pensar, legítimamente, que se da el caso del art. 59.2 de la Constitución cuando esta dice que "si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad..." debiera asumir sus competencias una Regencia con el consentimiento de las Cortes, donde reside la soberanía nacional. Quizá esta exigencia fuese desestabilizadora, pero yo lo planteo solo como una cuestión ética y de legitimidad por parte de cualquier ciudadano, en el uso de su libertad de expresión y de conciencia.

Claro que los escándalos que la casa del rey está protagonizando no son nada en comparación con otros anteriores: el rey Alfonso XIII dio su visto bueno a un golpe de Estado, colaboró con una dictadura, sus descencientes (el conde de Barcelona en particular) apoyaron con denuedo al sanguinario Francisco Franco durante la guerra civil de 1936-1939; el citado rey Alfonso XIII tuvo evidentes responsabilidades en el desastre de Annual (1921), donde murieron miles de españoles, la inmensa mayoría de familias humildes, y luego en el "informe Picasso", asunto de lo más turbio que a un rey moderno haya pasado.

No me remonto a las intrigas palaciegas de don Alfonso, "el rey soldado", que lejos de entender lo que era un rey constitucional, se entretuvo en contínuas interferencias a unos y otros gobiernos. Si vamos más atrás aún encontramos casos más escandalosos con la reina Isabel II, verdadera pesadilla para el funcionamiento del régimen constitucional español. En fin, una dinastía no ejemplar precisamente, una monarquía que ya ha perdido el norte pero que, con casi total seguridad, tendrá muchas más oportunidades. (Abajo un reyezuelo, curiosamente un pájaro).
L. de Guereñu Polán.

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