Mientras el número de pasajeros
en los aeropuertos catalanes ha descendido, la producción de vehículos
industriales también (el 19 por ciento en marzo de este año), el turismo ha
descendido el 15 por ciento en marzo, las viviendas en construcción se han reducido
en un 11,5 por ciento en el mes de enero, el paro registrado en el mes de marzo
de este año ha crecido el 4%, el comercio al por menor ha descendido en febrero
último el 8,2%, el Presidente de Generalitat catalana sigue entretenido en
exigir un referéndum para que los catalanes decidan si Cataluña ha de ser
independiente de España o no. O quizá el referéndum que pide -y para el que no
tiene competencias- sea para otra cosa, que tanto ha enredado últimamente que
ya no se sabe bien.
El paro en Cataluña está en un
23,94 por ciento de la población activa según el propio Instituto de
Estadística catalán (4º trimestre del año 2012), el PIB ha descendido un 1,8%
entre el año 2011 y el 4º trimestres de 2012, el índice de precios al consumo
ha subido un 3,3 por ciento entre 2012 y febrero de 2013, pero el Presidente de la Generalitat sigue con
sus proyectos independentistas o sabe Dios que, porque tengo para mí que lo
único que quiere es un sistema de financiación a la medida de sus exigencias y
de la gran burguesía catalana, no tanto independencia de ningún tipo, entre
otras cosas porque la población catalana padece demasiados problemas como para andar
con piruetas.
Es cierto que todo nacionalista
tiene derecho a plantear el máximo de autogobierno -incluso la soberanía- para
el país en el que vive o para el que trabaja, pero antes debe preocuparse de
los problemas de su población. A no ser que le importen un pimiento y lo que
quiera sea alimentar los vagos o expresos deseos de un sector de la sociedad
catalana que no es precisamente la que lo está pasando mal.
La burguesía catalana (o una parte de
ella) siempre ha sido proclive a dejar en un segundo plano los problemas
sociales para poner delante las reivindicaciones de identidad: para ello ha
recurrido a himnos como “Els segadors”, a los pageses de remensa, a instituciones medievales, a la lengua
vernácula y a cualquier elemento (de mayor o menor peso) o subterfugio con tal
de garantizarse el poder político y económico.
Ciertos partidos de izquierda (ya
durante la II República
española) han caído en la trampa porque han abandonado buena parte de lo que
fue su acervo ideológico: el papel de los poderes públicos, el fortalecimiento
de las instituciones democráticas, la lucha contra las desigualdades sociales,
las inversiones productivas, la lucha contra el fraude fiscal practicado por
los ricos, contra la banca usurera y mil planteamientos más que, por conocidos,
no repetiré aquí.
Cataluña, la avanzadilla
democrática de España para el expresidente Azaña, el país más parecido a
Europa occidental en las tierras de la Iberia, el país más desarrollado económicamente,
es también el que está siendo gobernado con más descuido, con más estupidez,
con más desdén hacia la mayoría de la población: inmigrantes, obreros,
empleados, asalariados, profesionales, autónomos, pequeños empresarios,
trabajadores de todo tipo.
L. de Guereñu Polán.
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