miércoles, 3 de abril de 2013

Sahara olvidado

Las autoridades del régimen criminal del general Franco abandonaron, en los estertores de éste, a la población saharaui a su suerte, sin importar que durante décadas dicha población había estado unida, de una manera u otra, a la española: por la lengua, por los vínculos, también por el sometimiento y la desigualdad, recibiendo España un acervo cultural del Sahara occidental que tendremos que agradecer siempre. 

Un ministro del Gobierno marroquí ha publicado, ahora, un artículo sobre la necesidad de que se acepte un régimen de autonomía para el Sahara occidental. Obviamente, a los representantes legítimos de los saharauis corresponde pronunciarse en última instancia sobre ello, pero por mi parte sé -porque he leído la propuesta en toda su literalidad- que no se trata de un régimen de autonomía como el que tienen, por ejemplo, las comunidades españolas (Cataluña, Vasconia, Galicia...), ni como el que tienen los cantones suízos ni los länder alemanes... No; es una trampa, es una añagaza para que la comunidad internacional, a la que Marruecos tiene engatusada por varios motivos, caiga, y con ello se consume una injusticia más sobre un pueblo que tiene derecho a la independencia, como la tuvo en su momento Marruecos, Mauritania y el resto de los Estados africanos actuales. 

Youssef Amraní, el ministro que publicita, habla de una propuesta "mutuamente aceptable", pero sabe que el Frente Polisario, por ejemplo, no la acepta en los términos en que está expresada; y no la acepta porque dicha organización sabe que no se trata de un estatuto de autonomía, sino de una absorción sin más por parte de un Estado cuyas garantías democráticas son muy insuficientes: el rey tiene poderes constituyentes, el gobierno suele ser un títere ante el monarca, buena parte de la población vive en la miseria, otra está en la emigración, las diferencias económicas y sociales son abismales... ni siquiera nada parecido a los países más atrasados de las democracias occidentales. 

La "tragedia humanitaria" de la que habla el ministro marroquí la inflige Marruecos sobre la población saharaui desde hace ya muchos años, ocupando sus territorios y sus riquezas, sus costas y caladeros. Los "nuevos factores de violencia" a los que alude, que podrían estar relacionados con la utilización del Frente Polisario por el terrorismo islamista, no tienen sentido: primero porque la organización saharaui nunca ha dado muestras de concomitancia con el islamismo terrorista; en segundo lugar porque el Frente Polisario está formado por una pluralidad de personas que practican religiones distintas y estas no están en el primer plano de las soluciones políticas que plantean. 

El Consejo de Seguridad de la ONU, el "plan de arreglo" de 1991, el "plan Baker II" de 2004 y de 2008 están pendientes de ser aceptados por Marruecos, que NO lo ha hecho: un referéndum con garantías, con presencia internacional, sin trampas trasvasando población marroquí a los territorios saharauis ocupados, como ha venido haciendo desde hace décadas Marruecos. No es el Polisario quien desoye a la ONU, sino el Gobierno de Marruecos, que quiere hacerse -ya se aprovecha de ellos- con las minas de fosfatos y con los caladeros atlánticos. Es un imperialismo de baja estofa, pero imperialismo al fin, como si Marruecos fuese alumna aventajada de sus antiguas potencias colonizadoras: Francia y España. 

El pueblo saharaui sufre; el pueblo marroquí también, pues no hay más que ver los índices de pobreza que padece, la emigración que sangra al país, el trato que reciben los emigrantes en los lugares de destino. Pero esto parece importar poco al ministro Youssef Amrani; parece importarle más satisfacer los intereses económicos de las empresas instaladas en Marruecos, ávidas de los fosfatos y de la pesca, parece importarle más el boato de un rey no constitucional, que gobierna de espaldas a su pueblo, que encarcela a disidentes, que cercena derechos básicos de la población... ¡cuánto más de la saharaui que cayese en su despotismo!. El Sahara olvidado podrá estarlo más o menos tiempo, la suerte de ese pueblo está por ver; hoy no es buena, pero hay una resistencia ejemplar, que no cree en los cantos de sirena de un ministro que está para servir a un régimen bastante miserable, no para hacer justicia.

L. de Guereñu Polán.

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