lunes, 15 de abril de 2013

Ineptitud y venalidad

Los tiempos que nos han tocado vivir, aproximadamente en los últimos veinte años, no son propicios para el optimismo. Es cierto que hay más patronos que empresarios en España, más especuladores que verdaderos inversores, más cuentistas que científicos, más defraudadores que pagadores (en términos relativos). En cuanto a las personas que ocupan cargos públicos no diré nada sobre los alcaldes y concejales porque son legión y hay de todo. Yo mismo fui concejal de mi pueblo y tuve que enfrentarme (dialécticamente) a un alcalde tan torpe y embrutecido que, cada vez que viajando veía un asno, en medio de cierta alucinación me parecía estarlo viendo a él. Luego asocié al animalillo con cierto tipo de alcaldes que he conocido.

En fin, vamos a lo más serio: han proliferado demasiado los nombramientos frívolos en favor de personas ineptas para el cargo al que fueron encumbradas (no necesariamente para cualquier cosa) como es el caso de la actual ministra de Sanidad, la Presidenta de Castilla-La Mancha y pasados ministros y ministras del presidente Zapatero. Lo malo es que algunos de estos, además de ineptos, son venales. Es decir, no cejan ante la tentación dineraria, cobran varios sueldos al tiempo, andan en negocios privados, se relacionan con delincuentes y contrabandistas, narcotraficantes y usureros. Hay una que dice no tener causas con la Justicia porque el delito del que se le acusó ha prescrito. Hay que ser sinvergüenza para seguir, sabiendo que de no haber pasado el tiempo procesal ahora estaría condenada, como toda evidencia permite ver. Hay otro que se ha codeado con narcotraficantes en seguidismo de su partido, donde este tipo de personajes han sido siempre agentes electorales, financiadores de campañas, pagadores de banquetes, compradores de sabe Dios que.

Hay un ministro de Educación que es un mal educado, que no contesta a las demandas de los docentes y de los discentes, que incita a la descompensación territorial, que subvenciona a centros educativos privados, que desabastece de recursos a los públicos. Hay senadores que nunca han presentado una proposición de ley, que nunca han intervenindo en comisión ni pleno (véanse las actas del Senado), hay diputados que jalean -pero no más- desde sus escaños al señorito de turno, que dicen "que se jodan" cuando se trata de parados, que comparan a los manifestantes pacíficos con los nazis, especie con la que estuvo maridado el régimen al que sirivió el fundador de su partido (un tal Manuel Fraga y un tal PP).

Hay quienes niegan la evidencia, pagan sueldos millonarios por no hacer nada, para comprar silencios, para seguir en la poltrona, para recibir pingües ayudas económicas; legislan en favor de la degradación de la costa para contentar a unos cuantos especuladores del suelo, detentadores de la riqueza raíz, verdaderos culpables de uno de los aspectos más negros de nuestra actual crisis. Ha habido altos cargos que procedían de partidos extraparlamentarios, de la izquierda más prístina, y que han sucumbido a las moquetas, a los cuadros señoriales y a los nombramientos a dedo. Otros han dejado el ministerio y se han pasado en la madrugada siguiente al consejo de administración de la empresa a la que quizá favorecieron antaño... Contra todo esto tiene que estar una sociedad sana, pero no estoy seguro de que la tengamos, de que yo mismo esté libre de la ponzoña que respiro cada día.

Las mujeres y los hombres cultos del Renacimiento (y no tan cultos) hablaban de la "virtú", de esa cualidad por la que uno puede ser más o menos apto, más o menos instruído, más o menos experimentado, pero ante todo conserva la honradez con la que nació. Hoy escasean los ejemplos de esto (estoy seguro de que están aplastados por la barbarie) y relucen con todo su impudor los venales, los miserables, los vendepatrias. Y todos estos, cuando se encuentran atrapados, cuando no tienen salida, siempre usan del mismo modo: mentir, mentir mil veces si hace falta, pero no ceder nunca; reventar mintiendo si hace falta, y seguir mintiendo.
L. de Guereñu Polán.

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