"Interior al aire libre" 1892, de Ramón Casas |
Cualquiera que indague en la tradición del
socialismo catalán comprobará que estuvo muy pronto dividido en dos tendencias,
la que siguió a los marxistas de la I Asociación Internacional de Trabajadores y la
de los anarquistas. Cuando a partir de la década de 1860 surgen las primeras
orientaciones nacionalistas (de igual manera que en las provincias vascas de
Guipúzcoa y Vizcaya) que se vieron alimentadas por la libertad del sexenio
democrático a partir de 1868, el movimiento obrero catalán estuvo en las antípodas
del nacionalismo burgués. El nacionalismo de Pii i Margall, por el contrario,
no era burgués, además de que Pi siempre fue, más que un nacionalista, un
republicano federal entroncado con el movimiento obrero urbano, sobre todo.
Los obreros catalanes de la industria, el
proletariado de las ciudades, los pageses,
los jornaleros (que en Cataluña siempre fueron muchos menos que en Andalucía o
Extremadura) y otros grupos exprimidos de la sociedad, empezaron a tener fuerza
en la Unión General
de Trabajadores, la
Confederación Nacional del Trabajo, el Partido Socialista y
-a partir de 1921-1936- el Partido Comunista; nunca se adscribieron a las
posiciones nacionalistas. Estas eran cosa de Prat de la Riba, Cambó y otros. El
movimiento obrero catalán fue vanguardia y ejemplo de otros durante la guerra
civil y la dictadura del general Franco, sobre todo a partir de la década de
los cincuenta del pasado siglo. No digamos durante la transición a la
democracia y hasta los años ochenta pasados.
Luego ha venido una ruptura: a personas con una
formación ideológica profunda, como Joan Reventós y Obiols, les sustituyeron
otros como el expresidente Maragall, más un tacticista y el principal
responsable (o el que se encontró a la cabeza) de los que quisieron derivar al Partit dels Socialistes de Catalunya
hacia posiciones nacionalistas, creyendo que el socialismo no era solo cosa del
movimiento obrero, de los asalariados, de la clase media baja, de unos pocos
intelectuales... sino que había que incorporar a toda la "gente guapa"
que simpatizaba con el señor Pujol, con el señor Barrera, con el señor
Tarradellas y con la tradición de Companys y Maciá. Tal mezcolanza, pues Pujol
representa los intereses de la banca y la industria catalana, mientras que
Companys era un convencido republicano antes que otra cosa, llevó a una
desfiguración tal del partido socialista en Cataluña que ahora resulta
irreconocible.
Aún podría haberse inspirado la “gente guapa” del
socialismo catalán en Valentí Almiral, que a la postre era republicano, pero
esta vertiente no fue seguida, quizá por las circunstancias históricas de la
transición española en los pasados años setenta. En algunos escritos de
socialistas catalanes se rastrea, si bien minoritariamente, una apelación a la
forma de querer hacerse con el apoyo del mundo rural retrógrado, sobre todo
pirenaico, pero también de la huerta leridana, en quien tuvo sus mejores
seguidores el obispo Torras i Bages.
Un libro que he leído recientemente, cuyo autor
es Ramos Oliveira, señala en una de sus partes que uno de los factores que
contribuyeron al hundimiento de la II
República española fue la aceptación de estatutos de
autonomía cuando dicho régimen todavía no estaba consolidado. Así, cuando
estalló la guerra civil, Esquerra y el PNV la hicieron por su cuenta, sin tener
en cuenta el entramado institucional del conjunto de España. Y el mismo autor,
que no es precisamente un diletante, sino un reconocido pensador, considera que
la República
debió reconocer –más tarde- solo a Cataluña como sujeto de un estatuto de
autonomía; no a las provincias vascas, cuyo nacionalismo estaba basado en
presupuestos racistas, aunque luego el PNV se alinease con la legalidad
republicana (el PNV, como ha quedado demostrado hasta la saciedad, no es todo
el nacionalismo vasco).
El Pacto de San Sebastián en 1930 y la transición
política española en la segunda mitad de los años setenta pasados, lastraron a la
II República y al régimen actual
respectivamente. Los socialistas catalanes y de otras partes de España hicieron
seguidismo al nacionalismo periférico, legítimo y que debía ser abordado en
términos políticos, pero a su debido tiempo. Ya durante la
II República hubo socialistas en las zonas
rurales de Euzkadi (se lee en las actas de sus congresos locales y
provinciales) diciendo que, antes que socialistas, eran vascos. Craso error
para militar en un partido con una gran tradición obrera, republicana y
democrática. Esto mismo ocurre ahora a buena parte de los socialistas catalanes
en mi opinión.
Se me dirá que lo de “gente guapa” no es riguroso
y lo sé, pero a buen entendedor pocas palabras bastan. Se me dirá también que
la estructura de clases no es hoy la de la II República española
y es verdad, pero sigue habiendo grupos marginales a los que todo socialista
debe tener en cuenta (sin caer en veleidades nacionalistas, al fin y al cabo
pequeño burguesas): los inmigrantes, el “cuarto mundo” que se encuentra en cada
ciudad, en cada barrio, en cada suburbio, las clases medias depauperadas, los
pensionistas, los trabajadores en paro, las mujeres sin renta propia, los
jóvenes de familias modestas… Hay “clientela” para dar y tomar sin tener que ir
a buscar votos entre los asiduos a los caros restaurantes y balnearios donde se
habla de “la identidad catalana”…
Para terminar quiero dejar constancia de un hecho
–no obstante todo lo dicho- que se olvida en los medios de comunicación: el PSC
es hoy la segunda fuerza en voto popular (no en escaños) que es lo que importa,
pues es lo que demuestra el grado de confianza que un pueblo tiene en una
determinada opción política. ERC es la tercera fuerza; condiciona al Govern, pero es “solo” la tercera
fuerza. Convendría no olvidarlo. Y ¿cómo es posible que el PSC sea la segunda
fuerza de Cataluña teniendo una dirección tan poco avispada, con tan pocas
ideas, tan desviada de los ideales socialistas? Creo que por las agrupaciones
de base, que ganan voto a voto en el contacto directo; ahí está su trabajo en
los pueblos, en los tajos, en los barrios, en los foros sociales, donde se
pueden comprobar, día a día, sus iniciativas, los temas que les preocupan y
como están verdaderamente incardinadas en la sociedad.
L. de Guereñu Polán.
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