domingo, 21 de abril de 2013

La deriva de los socialistas catalanes

"Interior al aire libre" 1892, de Ramón Casas
Cualquiera que indague en la tradición del socialismo catalán comprobará que estuvo muy pronto dividido en dos tendencias, la que siguió a los marxistas de la I Asociación Internacional de Trabajadores y la de los anarquistas. Cuando a partir de la década de 1860 surgen las primeras orientaciones nacionalistas (de igual manera que en las provincias vascas de Guipúzcoa y Vizcaya) que se vieron alimentadas por la libertad del sexenio democrático a partir de 1868, el movimiento obrero catalán estuvo en las antípodas del nacionalismo burgués. El nacionalismo de Pii i Margall, por el contrario, no era burgués, además de que Pi siempre fue, más que un nacionalista, un republicano federal entroncado con el movimiento obrero urbano, sobre todo.

Los obreros catalanes de la industria, el proletariado de las ciudades, los pageses, los jornaleros (que en Cataluña siempre fueron muchos menos que en Andalucía o Extremadura) y otros grupos exprimidos de la sociedad, empezaron a tener fuerza en la Unión General de Trabajadores, la Confederación Nacional del Trabajo, el Partido Socialista y -a partir de 1921-1936- el Partido Comunista; nunca se adscribieron a las posiciones nacionalistas. Estas eran cosa de Prat de la Riba, Cambó y otros. El movimiento obrero catalán fue vanguardia y ejemplo de otros durante la guerra civil y la dictadura del general Franco, sobre todo a partir de la década de los cincuenta del pasado siglo. No digamos durante la transición a la democracia y hasta los años ochenta pasados.

Luego ha venido una ruptura: a personas con una formación ideológica profunda, como Joan Reventós y Obiols, les sustituyeron otros como el expresidente Maragall, más un tacticista y el principal responsable (o el que se encontró a la cabeza) de los que quisieron derivar al Partit dels Socialistes de Catalunya hacia posiciones nacionalistas, creyendo que el socialismo no era solo cosa del movimiento obrero, de los asalariados, de la clase media baja, de unos pocos intelectuales... sino que había que incorporar a toda la "gente guapa" que simpatizaba con el señor Pujol, con el señor Barrera, con el señor Tarradellas y con la tradición de Companys y Maciá. Tal mezcolanza, pues Pujol representa los intereses de la banca y la industria catalana, mientras que Companys era un convencido republicano antes que otra cosa, llevó a una desfiguración tal del partido socialista en Cataluña que ahora resulta irreconocible. 

Aún podría haberse inspirado la “gente guapa” del socialismo catalán en Valentí Almiral, que a la postre era republicano, pero esta vertiente no fue seguida, quizá por las circunstancias históricas de la transición española en los pasados años setenta. En algunos escritos de socialistas catalanes se rastrea, si bien minoritariamente, una apelación a la forma de querer hacerse con el apoyo del mundo rural retrógrado, sobre todo pirenaico, pero también de la huerta leridana, en quien tuvo sus mejores seguidores el obispo Torras i Bages. 

Un libro que he leído recientemente, cuyo autor es Ramos Oliveira, señala en una de sus partes que uno de los factores que contribuyeron al hundimiento de la II República española fue la aceptación de estatutos de autonomía cuando dicho régimen todavía no estaba consolidado. Así, cuando estalló la guerra civil, Esquerra y el PNV la hicieron por su cuenta, sin tener en cuenta el entramado institucional del conjunto de España. Y el mismo autor, que no es precisamente un diletante, sino un reconocido pensador, considera que la República debió reconocer –más tarde- solo a Cataluña como sujeto de un estatuto de autonomía; no a las provincias vascas, cuyo nacionalismo estaba basado en presupuestos racistas, aunque luego el PNV se alinease con la legalidad republicana (el PNV, como ha quedado demostrado hasta la saciedad, no es todo el nacionalismo vasco). 

El Pacto de San Sebastián en 1930 y la transición política española en la segunda mitad de los años setenta pasados, lastraron a la II República y al régimen actual respectivamente. Los socialistas catalanes y de otras partes de España hicieron seguidismo al nacionalismo periférico, legítimo y que debía ser abordado en términos políticos, pero a su debido tiempo. Ya durante la II República hubo socialistas en las zonas rurales de Euzkadi (se lee en las actas de sus congresos locales y provinciales) diciendo que, antes que socialistas, eran vascos. Craso error para militar en un partido con una gran tradición obrera, republicana y democrática. Esto mismo ocurre ahora a buena parte de los socialistas catalanes en mi opinión. 

Se me dirá que lo de “gente guapa” no es riguroso y lo sé, pero a buen entendedor pocas palabras bastan. Se me dirá también que la estructura de clases no es hoy la de la II República española y es verdad, pero sigue habiendo grupos marginales a los que todo socialista debe tener en cuenta (sin caer en veleidades nacionalistas, al fin y al cabo pequeño burguesas): los inmigrantes, el “cuarto mundo” que se encuentra en cada ciudad, en cada barrio, en cada suburbio, las clases medias depauperadas, los pensionistas, los trabajadores en paro, las mujeres sin renta propia, los jóvenes de familias modestas… Hay “clientela” para dar y tomar sin tener que ir a buscar votos entre los asiduos a los caros restaurantes y balnearios donde se habla de “la identidad catalana”…

Para terminar quiero dejar constancia de un hecho –no obstante todo lo dicho- que se olvida en los medios de comunicación: el PSC es hoy la segunda fuerza en voto popular (no en escaños) que es lo que importa, pues es lo que demuestra el grado de confianza que un pueblo tiene en una determinada opción política. ERC es la tercera fuerza; condiciona al Govern, pero es “solo” la tercera fuerza. Convendría no olvidarlo. Y ¿cómo es posible que el PSC sea la segunda fuerza de Cataluña teniendo una dirección tan poco avispada, con tan pocas ideas, tan desviada de los ideales socialistas? Creo que por las agrupaciones de base, que ganan voto a voto en el contacto directo; ahí está su trabajo en los pueblos, en los tajos, en los barrios, en los foros sociales, donde se pueden comprobar, día a día, sus iniciativas, los temas que les preocupan y como están verdaderamente incardinadas en la sociedad. 

L. de Guereñu Polán. 

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