sábado, 13 de abril de 2013

Los escraches de Klarsfeld y Wiesenthal

Beate Klarsfeld
Si los citados en el título, el judío Simon Wiesenthal y el matrimonio formado por Beate y Serge Klarsfeld, no hubiesen dedicado su vida a perseguir a los nazis que se ocultaban de la Justicia, muchos crímenes hubiesen quedado impunes y muchas personas no hubiesen tenido que rendir cuentas por ellos.


Una estúpida dirigente del Partido Popular ha dicho que los que practican escraches actúan como los nazis. ¿Que sabe ella de los nazis, de sus víctimas, de las atrocidades que vivió el mundo hasta 1945, de las monstruosidades que se descubrieron después, que se perpetraron antes, de los asesinatos en masa, de los abusos sin límite? Esta estúpida dirigente que no hace más que decir babosadas y cobrar tres sueldos a un tiempo, ¿tiene autoridad moral para decirle a la gene lo que es lícito y lo que no? ¿donde hay una ley en nuestro país que prohíba el escrache?


En primer lugar todo el que practica el escrache debe saber que es una práctica pacífica, aunque incómoda para el que sufre la proximidad, la exigencia, quizá las impertinencias de los manifestantes. Es una forma más de libertad de expresión y manifestación que -dentro de límites razonables- debe protegerse. Los cargos públicos que fuesen merecedores de ello debieran estar orgullosos, y recibir con cortesía a quienes practican escraches, hablarles, escucharles, llegar quizá a compromisos, hacer un seguimiento de los mismos, porque cuando la población decide acudir al domicilio de un cargo público es que está ya harta de tanta estupidez, de tanta burla y de tanta desidia.


Los cargos públicos españoles, como cualquiera otro de un país democrático, no merecen la consideración de nazis, obviamente; mucho menos los que practican los escraches, por mucho que se empeñe la babosa dirigente conservadora. La hija de un soldado del ejército alemán bajo las órdenes de Hitler, Beate, y su esposo, el hijo de un hombre que sufrió en el campo de concentración de Auschwitz, junto con Simon Wiesenthal, un judío que sufrió en el campo de concentración de Mauthausen, dedicaron buena parte de sus vidas al escrache, a perseguir nazis, a delatarles, a exigirles responsabilidades, a ir a sus casas, a sus trabajos y -que se sepa- nunca practicaron la violencia.


La asimetría que a propósito he elegido viene a cuento porque también es totalmente asimétrica la actitud lícita y digna de los que hacen escraches y las babosadas salidas de la boca de una dirigente que debiera ser respetuosa con las libertades conquistadas; a no ser que esté dispuesta a correr el riesgo de que ciertas formas filofascistas vuelvan a enseñorearse por nuestro país. El escrache debe de ser amparado, ejercido con prudencia, dejado de lado cuando las circunstancias no lo hagan necesario, no abusar de él... pero no renunciar a él. Los cazadores de nazis hicieron espléndidos escraches e investigaciones para que se impusiese la justicia sobre la impunidad; la ciudadanía debe buscar esa misma justicia contra la estupidez, la indolencia y la insensibilidad de algunos cargos públicos.
 
L. de Guereñu Polán. 

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