Menos mal que nos queda Portugal (solo retórica)
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Paisaje del Alemtejo |
El
país hermano (al menos yo le tengo un aprecio especial) está en una
situación desesperada. Y cuando digo el país no me refiero al Estado,
que también, sino al conjunto de la población, formada por trabajadores
de todas clases. Los señoritos de las quintas siguen igual que siempre:
han conseguido ganar las elecciones, probablemente por los errores de la
izquierda, y ahora campan por sus respetos, es decir, someten a la
población a condiciones de vida ínfimas si tenemos en cuenta que estamos
en el siglo XXI y en Europa.
Como es sabido, el partido de
derechas más fuerte en Portugal se llama "social demócrata", lo que ya
debiera servir para desprestigiar la frase a ojos de la izquierda, pero
en fin, dejemos este asunto en muy último plano. El primer ministro
portugués siempre estuvo con los suyos: ideas conservadoras, economía de
mercado caiga quien caiga y luego alcalde a finales del pasado siglo.
Estuvo siempre ligado al empresariado portugués en funciones no
precisamente productivas. Desde el punto de vista ideológico, por lo que
le llevo escuchando y leído, no pasa de ser un nacionalista portugués
sin más.
Portugal no sabe, fiablemente, su tasa de paro; la
economía sumergida es enorme en términos relativos, lo que representa
una lacra insoportable para el Estado (y para la población, que la
soporta), tiene unos desequilibrios regionales más acusados que los de
España con ser un país más pequeño; hay regiones como el Alemtejo, Beira
Alta, Beira Baixa y Tras-os-Montes cuyo nivel de renta medio es
inferior al de Grecia. Una clase media (comprende desde el proletariado
hasta los profesionales y los obreros de "cuello blanco") que se había
ido formando desde los años setenta y más desde la entrada de Portugal
en la Unión Europea, está depauperada, lo que ha hecho que el consumo
haya descendido. Las exportaciones portuguesas no "salvan" al país, como
se pude decir de España (con todas las reservas).
El Gobierno
portugués es más presa de la política comunitaria (en manos de
conservadores o tecnócratas de "izquierda") que cualquier otro de la
Europa comunitaria, incluído el Chipre griego. Los salarios del sector
público están congelados cuando no han descendido en términos reales,
los trabajadores de la industria han perdido poder adquisitivo como
consecuencia del alza de los precios por la competencia de los países
más ricos de la U.E.; la banca portuguesa, antes autónoma en algunos de
sus ejemplares, ahora no es más que una caricatura, simple sucursal de
la alemana, la española, la inglesa o la norteamericana.
Las
relaciones con las antiguas colonias se han deteriorado, pues los
gobiernos de los países africanos, sobre todo, saben de la debilidad de
la antigua "potencia colonizadora", además de que no ha existido una
política de colaboración acertada para que las economías de aquellos
países y de Portugal convergiesen. Mientras tanto Portugal tiene a
alguno de sus más notables personajes entretenidos y perdiendo el tiempo
en la Comisión Europea (Durâo Barroso) y los intelectuales de más
prestigio (Carlos Reis, Álvaro Siza, María de Medeiros...) critican con
dureza a un Gobierno que sacrifica a su país por exigencias no solo de
la oligarquía nacional, representada en la "democracia cristiana" lusa
mejor que en ningún otro lado (y que está coaligada en el Gobierno con
Passos Coelho), sino de la internacional.
El acuerdo para que
el Fondo Monetario Internacional haya concedido un préstamo a Portugal
de 78.000 millones de euros ha traído contrapartidas nefastas para los
portugueses de a pie, porque el FMI está formado por contables, no por
políticos ni por representantes de los intereses populares. El Gobierno
portugués ha recortado el gasto público y la economía del país se ha
reducido un 5% entre 2011 y 2012, cuando la población ha crecido a pesar
de la emigración, que ha vuelto a aflorar con fuerza.
Los
sindicatos, antes pujantes, siguen siendo activos, pero sin la fuerza de
antaño, sobre todo por las decepciones sufridas con la izquierda en
general. Cuando todo esto pase y las heridas (muy ulcerosas en muchos
portugueses) empiecen a restañar ¿se habrá aprendido la lección o se
volverá a caer en los mismos errores que han llevado al poder político a
los mismos que ya tenían -y tienen- el económico?
L. de Guereñu Polán.
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