domingo, 26 de mayo de 2013

El gánster



Se ocupó durante años de las cuentas de la organización, desvió fondos provenientes de actividades ilícitas y posiblemente delictivas, pues se ingresaban sin miramientos, repartió miles de euros a unos y a otros, corrompiendo a ministros, diputados, senadores, cargos de la organización y demás personal, se enriqueció él mismo, estableció cuentas en paraísos fiscales, abrió cuentas bancarias para complicar las cosas a cualquier investigador, anda por la calle como si tal cosa, se burla de los que le siguen, de los que le preguntan, de los que le halagan, de los que le temen.

En la organización callan, o le piden explicaciones con prudencia; los periódicos y otros medios han descubierto ya muchas cosas y ahora son los jueces los que entienden en el asunto. El gánster sigue a lo suyo: habla con relativa prudencia, miente, despotrica cuando le place, va y viene de un juzgado a otro, sale al extranjero, se divierte y departe. Sus amigos de antes se han visto descubiertos por sabuesos de la prensa, los mandamases de la organización temen lo peor: ¿se echará por la calle de en medio? ¿tirará de la manta de una vez? ¿seguirá fiel al secreto pactado más o menos implícitamente?

El gánster se ufana y sigue con sus correrías: cada vez se saben nuevas cosas sobre sus pendencias y crímenes; ha defraudado al fisco, ha troceado las donaciones de las empresas corruptoras basándose en la ingenuidad o en la estupidez de los legisladores; el gánster es émulo de los “malos” de las películas de cine negro; es como un estrangulador de la ley, se ha enriquecido y ha enriquecido a otros. Uno de ellos posee una gran explotación agropecuaria en América latina, el otro se muere rodeado de oro; unos han decidido confesar, otros expectantes, minimizando el caso, esperando que las cosas se pudran y el gánster (y con él toda la canalla) se salven una vez más en la historia criminal del país.

L. de Guereñu Polán.

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