Así se llamó al que durante la última
legislatura del gobierno socialista permitió destinar grandes cantidades
de dinero a la creación de empleo (mientras se estaba destruyendo por
otro lado) pero que permitió a muchas comunidades (particularmente
Ayuntamientos) realizar una serie de obras (como el Tribunal de Cuentas
se encargó de decir más tarde, no todas de estricta necesisdad).
Ahora
se necesitaría un nuevo plan E, pero el Gobierno no lo va a aprobar por
la sencilla razón de que la dotación de infraestructuras al país, la
creación de empleo y que las comunidades tengan buenos servicios no está
entre las prioridades de aquel. La única prioridad del Gobierno está en
combatir la deuda: primero porque así se lo han exigido las autoridades
comunitarias y en segundo lugar porque -como buenos contables- los
miembros económicos del Gobierno lo que quieren es que les salgan las
cuentas. Algo así ocurrió entre 1996 y 2004, durante el anterior
gobierno del Partido Popular: podían estar los vecinos sin servicios, el
país sin obras básicas, los estudiantes sin becas, los
pensionistas necesitados de ayudas, pero lo importante era hacer caja, y
así se vendieron empresas públicas dejando al Estado escuálido, que es
algo muy propio de la derecha.
Por
el plan E socialista muchos municipios ampliaron cementerios,
construyeron accesos, adecentaron espacios naturales, convirtieron
escombreras en zonas verdes, abrieron calles y plazas, pavimentaron
zonas urbanas, abrieron parques, lavaderos donde la falta de agua
estacional de lluvia los hace necesarios aún, construyeron instalaciones
deportivas, peatonalizaron los barrios antiguos de las ciudades, se
construyeron nuevos paseos y se repoblaron de árboles las zonas taladas
por la desidia, nuevos asfaltados, se pusieron en comunicación núcleos
diseminados, sobre todo en el norte de España, se dotó a ciertos
servicios de material (bomberos, jardineros, canalizaciones) se dio luz
donde no la había, se instalaron equipos de energía renovable, se
reconstruyeron escuelas, auditorios y bibliotecas públicas, se
construyeron cocinas en centros de acogida y de servicios sociales, se
dieron cubiertas nuevas a edificios con goteras y miles de obras más.
Muchos
pueblos abandonados por las Diputaciones provinciales (en ocasiones por
el solo hecho de que estaban gobernados por un alcalde de distinto
signo que el preboste provincial) ciudades que necesitaban ofrecer al
turismo una nueva imagen, pequeñas empresas que necesitaban
infraestructuras para mejorar el transporte y los suministros, edificios
históricos y artísticos que necesitaban ser recuperados... otros
cientos de obras fueron llevadas a cabo con el dinero que el Estado puso
sobre la mesa para acometerlas, contratar personal y mejorar las
condiciones económicas del país.
Este
mismo país, que había empezado a sentir los efectos de una crisis que
la economía real no había creado, vio como todas aquellas
inversiones, en efecto, no sirvieron para crear empleo, pues este
siguió destruyéndose, pero lo habría hecho en mayor medida si no hubiese
existido tal plan. Por eso -entre otras causas- ahora la destrucción de
empleo se acelera, porque no existe medida alguna de choque y combate
contra esa lacra, que socialmente es una de las que más afecta al
bienestar de los ciudadanos, tanto en el orden material como en el
moral: ¿que desazón arruinará el ánimo de miles y miles de españoles que
no ven salida a su situación de parados?
Por
si esto fuese poco el actual Gobierno ha endurrecido las condiciones
para recibir subsidio de desempleo, ha recortado la partida
presupuestaria a tal efecto, ningún mensaje hay para los parados que -de
no haber sobrevenido la mentada crisis- habrían disminuído en número.
Se puede ser mejor o peor gestor de los asuntos públicos; se pueden
tener mejores peores ideas; lo malo es cuando se defienden interes
espúrios, cuando se actúa con desprecio hacia los más necesitados, y
esto es lo que caracteriza al actual Gobierno, una pandilla de pillos que se ha
encaramado en el poder político para defender el poder económico de unos
pocos. A los hechos me remito.
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario