La derechona europea
Miren ustedes por donde es la derecha europea la primera que incumple
los tratados firmados solemnemente por los ventisiete países miembros de
la U.E. Hay que respetar la libre circulación de mercancías, con lo que
la competencia hace que los precios no suban en exceso, hay que
respetar la libre circulación de capitales, con lo que se da el caso de
evasiones fiscales a “paraísos” que existen solo porque unos pocos
quieren, pero la derecha está limitando la libre circulación de personas
como se acordó cuando se creó la U.E. No vaya a ser que indeseables
como los gitanos, los turcos, los norteafricanos, los subsaharianos, los
sudamericanos se cuelen en la dorada Europa.
La dorada Europa
tiene poco de ideal: tiene muchas conquistas hechas, de ella han salido
las principales ideas de progreso del mundo, pero ahora no está dando
ejemplo a nadie. No juega el papel que debiera en el concierto de las
naciones, no incide como debiera en la paz mundial, se deja arrastrar
por China (al fin y al cabo una dictadura) por Japón (donde el
capitalismo más salvaje excluye a un porcentaje determinado de
población) y sin embargo aplica políticas económicas opuestas a las que
han dado resultado en un país cuyo régimen no es socialista
precisamente, como es el caso de Estados Unidos.
Alemania y
otros países, con la señora Merkel a la cabeza, están limitando la
entrada en la Europa comunitaria no solo a personas procedentes de fuera
de sus fronteras (es lógico que todos los países tengan su política de
inmigración, que puede ser más o menos integradora, más o menos
humanitaria) sino a personas procedentes de países miembros de la U.E.,
como es el caso de Rumania, Grecia, Portugal, Bulgaria o Polonia. Tienen
derecho los habitantes de estos estados, como los de los demás de la
U.E., a circular libremente por todo el espacio comunitario, pero se les
está negando.
Shumann, Spaak, Spinelli, Monet y los otros
“padres” de la actual Unión Europea quisieron construir un espacio común
económico para evitar el enfrentamiento entre unos estados y otros como
en los trescientos años anteriores. Lo han conseguido si exceptuamos el
caso de la antigua Yugoslavia, cuando ninguno de los estados escindidos
de ella formaba aún parte de la U.E. Pero los Tratados fundacionales de
la Unión prevén que esta sea no solo un espacio económico común, sino
político. Se habla de la Europa de los pueblos; no tiene sentido, ni
razón jurídica alguna, discriminar a unos individuos por razón de su
procedencia. La derechota europea podrá ser más o menos escéptica en
cuanto a la U.E., pero lo que no cabe duda es que es radicalmente
injusta.
L. de Guereñu Polán.
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