domingo, 16 de junio de 2013

La transición a la democracia en España

Contra lo que algunos dicen fue una etapa de grandes esfuerzos por parte de los grupos de la oposición al régimen del general Franco, de gran generosidad y cuando nadie podía pensar si iba a jugar un papel protagonista o no en el futuro próximo de España. El ejército estaba intocado y en las academias militares se seguía enseñando lo mismo que en los años cuarenta, la prensa integrista, fascista y conservadora cubrían practicamente todo el espectro, la judicatura estaba formada por una mayoría de magistrados conservadores que no aceptaron de buen grado que las leyes fueran expresión de la voluntad popular, buena parte de la clase media española estaba expectante pero pasiva; solo unos pocos se movilizaron en torno a los dos partidos de más tradición en la izquierda, el Partido Socialista y el Partido Comunista.

La Ley para la Reforma Política, propuesta por el Presidente Suárez, no fue votada por los partidos de izquierda, pues no ofrecía garantías para el advenimiento de la democracia, aunque al final sí fue posible que esta llegase y puede decirse que fue un error no votar a favor de aquella. En todo caso lo hizo la mayoría del pueblo español, acostumbrado como estaba a los referendos del franquismo. Los sindicatos de trabajadores y los estudiantes, sobre todo en la Universidad, jugaron un papel fundamental: cogieron el testigo de por los menos dos décadas de lucha contra la dictadura, reivindicando el trabajo realizado por veteranos luchadores, por líderes vecinales, por sindicalistas honrados, por políticos que volvían del exilio, por jóvenes entusiastas que se aprestaron a dirigir las renovadas organizaciones políticas.

La monarquía no pudo ser cuestionada en términos reales porque no habría salida, como quedó demostrado con el intento golpista de 1981, como quedó demostrado con la fuerza que tuvieron los franquistas reformistas agrupados en torno a la Unión de Centro Democrático. En los arrabales de la política conservadora había personajes verdaderamente siniestos que tenían buenas relaciones con el "bunker", como es el caso del señor Fraga, los señores Silva Muñoz, López Rodó, Licinio de la Fuente... También la Iglesia jugó un papel en orden a que la transición no fuese más allá de lo que estaba previsto por los reformistas del franquismo, que a la postre se acomodaron a la democracia a regañadientes. Una Iglesia de base estuvo con el cambio y con la democracia, pero organizaciones católicas muy fuertes, con sus colegios y universidades, con sus recursos y prensa, con su jerarquía, exigieron unas Cortes con un Senado, con una monarquía (aunque sin poderes) y un ejército vigilante.

No hay que olvidar el papel retardatario jugado por el señor Arias Navarro, así como sucesos que amedrentaron a un sector de la población: Vitoria, Montejurra, Atocha... los carlistas recalcitrantes, los falangistas resurgían de sus cenizas, los militantes violentos de la extrema derecha (recuérdese el grupo de Blas Piñar). Por su parte estaba ETA, que hizo hilar muy fino a los dirigentes políticos de entonces: hubo una etapa en la que moría una persona a manos de ETA cada tres días. La guerra sucia contra ETA también dificultó las cosas y continuó incluso en los años ochenta (por lo menos los primeros de esa década han de ser considerados de la "transición").

La ultraderecha golpeaba fuerte y ETA también lo hacía; el Presidente Suárez tuvo que dimitir y ya se va sabiendo que porque el ejército así lo exigió. El rey no tenía experiencia -y creo que sigue sin tenerla- aunque sí buenos consejeros que habían sido -no lo olvidemos- colaboradores del régimen de Franco. Con estos mimbres hubo que construir una transición que dio una democracia homologada a la de los países más avanzados de Europa, aunque con sus especificidades. Portugal no tuvo transión al modo español y se llegó a lo mismo. La población española no estaba para revoluciones y así UCD ganó en buena lid desde el poder dos elecciones decisivas: legislativas y municipales.

Durante la transición se descentralizó el Estado, se legalizó a los partidos políticos y sindicatos, se redactó una Constitución que es garantía de libertades, se democratizó y profesionalizó el ejército, igual a los jueces, se abrió la sociedad a Europa, se gastaron muchas energías, se cometieron errores que ahora pagamos pero se demostró una generosidad extraordinaria. No por parte de todos, sino de minorías numerosas, que se habían empeñado en construir un país que luego se ha torcido por la falta de ideas de unos, por la apatía de otros y por la miseria moral de los que ahora nos gobiernan.
L. de Guereñu Polán.

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