miércoles, 19 de junio de 2013

¿Que revolución está vigente?

Creo con otros muchos que la única revolución que alumbró un mundo nuevo fue la iniciada en Francia en 1789. La revolución soviética, por contra, fracasó estrepitosamente a manos de una casta de burócratas y dictadores, crueles y asesinos que masacraron a su pueblo masivamente. No quiero decir que las razones para una revolución proletaria (con participación de intelectuales y de pequeña burburesía) no estuvieses justificadas ante las lacerantes injusticias de la Rusia de principios del siglo XX. Pero la quiebra de la democracia soviética se produjo muy pronto, una vez que la guerra civil fue favorable al ejérciro rojo. Las purgas ya empezaron con Lenin, que tenía en su cabeza la idea de un partido superpuesto al Estado. Contrariamente a todo principio de elemental democracia, donde Estado y partidos son cosas distintas e independientes. Por eso en la Rusia soviética la máxima autoridad no era el Jefe del Estado, sino el Secretario del Partido Comunista, antiguo partido bolchevique.

¿Que hubiera pasado si las posiciones que se impusieran fuesen las de Kerensky y sus seguidores? Nada podemos decir porque los mencheviques no triunfaron en aquella revolución de 1917; por lo tanto huelga toda especulación que no nos conduciría a ninguna parte. Lo cierto es que décadas de comunismo en la Unión Soviética no terminaron con sentimientos religiosos, deseos de independencia, nacionalismos y emancipación cultural: los habitantes del Turquestán son musulmanes: ¿como imponerles un régimen comunista tal y como lo interpretaron los bolcheviques? Nada más contradictorio. Algunas minorías nacionales tenían muy clara su personalidad: ucranianos, rusos blancos, estonios, letonios, finlandeses, lituanos... ¿Como someterles artificialmente a una dictadura en nombre de unas ideas que se vulneraron de forma sistemática?

La revolución francesa, sin embargo, está vigente: de ella nacieron las democracias que hoy existen, sometidas al capitalismo, es cierto, pero donde la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de prensa, los derechos individuales y otros elementales están protegidos. Cuando se vulneran existen mecanismos más o menos perfectos para que el Estado se someta a la ley. La revolución francesa, que tuvo una vertiente política y otra social, no fue sin embargo una revolución económica, pues la economía siguió en manos de los mismos o de sus herederos más conspícuos. Esto es lo que duele a muchos que aspiramos a una revolución más profunda, más democrática, más verdadera, que nivele a los individuos por sus méritos, capacidades y necesidades, no por la estirpe o el dinero.

Cuando en Francia estallaron las primeras "revoluciones" (así se percibió por los contemporáneos) ya se había producido el establecimiento del liberalismo en las colonias atlánticas de Gran Bretaña, ya existía un sentimiento revolucionario ampliamente extendido en Suiza, en Bélgica, en Grecia (aún si ser independentes estas dos) en Holanda, en Renania, donde la prensa y las Universidades jugaron un papel dinamizador de las ideas de libertad. Esta es la revolución que está en marcha, con contradicciones, con avances y retrocesos, con decepciones graves, con limitaciones evidentes. Otra revolución que haya conseguido permanecer en el tiempo ¿donde está que no se la ve? Cualquiera otra ha sido víctima de sus quimeras, de su barbarie y de sus dirigentes.
L. de Guereñu Polán.

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