Un judío palestino
Unos
días atrás ha muerto Ilan Halevi, nacido hace casi setenta años en la
Francia ocupada por los nazis. Siendo judío de familia comprendió muy
bien la causa de los palestinos y se unió a ella, pero no dejó por ello
de sentir el sufrimiento de muchos judíos alejados de los extremismos
fundamentalistas de ciertos rabinos. Representó a la Organización para
la Liberación de Palestina en la Internacional Socialista, estuvo
siempre preocupado por los derechos humanos, de lo que sabía tanto por
haber estado entre dos fuegos, nunca a favor de la guerra, siempre a
favor de la palabra, de la negociación, lo que le llevó a participar en
1991 en las conversaciones de paz en Madrid y en 1993 en Oslo.
De él ha escrito Nicol Lapierre (Carmen Rengel): "sin tribu particular
que defender, se sintió atraído por la afirmación de la identidad de los
oprimidos". ¡Que lección para todos, pero sobre todo que advertencia
tan clara para los que se reclaman nacionalistas de esta o aquella
tribu! Él nunca se sintió de aquí o de allá, sino afín a los
necesitados, a los oprimidos.
Cuando joven estuvo en Angola
colaborando con los movimientos de liberación progresistas, defendió
siempre un estado laico palestino, como un estado laico israelí, seguro
de que las creencias religiosas no eran lo fundamental para la paz entre
los dos pueblos; antes al contrario, debían apartarse y relegarse al
ámbito de lo privado para que la paz fuese posible. También debían
relegarse las posiciones nacionalistas excluyentes y su radical
convicción sobre la paz y la negociación fue contestada por Israel
volándole la entrada de su casa en Ramala (2002).
Cuando el
gobierno israelí está agazapado tras los sistemas de espionaje propios y
de Estados Unidos (que han escandalizado recientemente a todo sentido
de razón), cuando la amenaza iraní desestabiliza todo el oriente medio y
próximo, cuando la guerra civil en Siria desmienten los anhelos de
Halevi, justo es recordarlo y reivindicarlo, porque un luchador por la
paz como él es un bien ilimitado para la humanidad que quizá dé sus
frutos algún día.
L. de Guereñu Polán.
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