jueves, 18 de julio de 2013

Un judío palestino

Unos días atrás ha muerto Ilan Halevi, nacido hace casi setenta años en la Francia ocupada por los nazis. Siendo judío de familia comprendió muy bien la causa de los palestinos y se unió a ella, pero no dejó por ello de sentir el sufrimiento de muchos judíos alejados de los extremismos fundamentalistas de ciertos rabinos. Representó a la Organización para la Liberación de Palestina en la Internacional Socialista, estuvo siempre preocupado por los derechos humanos, de lo que sabía tanto por haber estado entre dos fuegos, nunca a favor de la guerra, siempre a favor de la palabra, de la negociación, lo que le llevó a participar en 1991 en las conversaciones de paz en Madrid y en 1993 en Oslo.

De él ha escrito Nicol Lapierre (Carmen Rengel): "sin tribu particular que defender, se sintió atraído por la afirmación de la identidad de los oprimidos". ¡Que lección para todos, pero sobre todo que advertencia tan clara para los que se reclaman nacionalistas de esta o aquella tribu! Él nunca se sintió de aquí o de allá, sino afín a los necesitados, a los oprimidos.

Cuando joven estuvo en Angola colaborando con los movimientos de liberación progresistas, defendió siempre un estado laico palestino, como un estado laico israelí, seguro de que las creencias religiosas no eran lo fundamental para la paz entre los dos pueblos; antes al contrario, debían apartarse y relegarse al ámbito de lo privado para que la paz fuese posible. También debían relegarse las posiciones nacionalistas excluyentes y su radical convicción sobre la paz y la negociación fue contestada por Israel volándole la entrada de su casa en Ramala (2002).

Cuando el gobierno israelí está agazapado tras los sistemas de espionaje propios y de Estados Unidos (que han escandalizado recientemente a todo sentido de razón), cuando la amenaza iraní desestabiliza todo el oriente medio y próximo, cuando la guerra civil en Siria desmienten los anhelos de Halevi, justo es recordarlo y reivindicarlo, porque un luchador por la paz como él es un bien ilimitado para la humanidad que quizá dé sus frutos algún día.
L. de Guereñu Polán.

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