F. Ebert |
Desde este momento la Fundación Ebert se lanzó a una
frenética y masiva ayuda al Partido Socialista, recientemente reunificado, de
Mario Soares, en lo que Antonio Muñoz Sánchez considera la más voluminosa ayuda
que jamás se haya prestado a un partido por otro en Europa. Santiago Carrillo,
para el SPD, representaba el pasado de España, la guerra civil y no se concibió
que pudiera ser capaz de llevar a su partido por la senda del consenso (luego
se demostraría lo contrario) a pesar de que había dado ya sobradas muestras de
“eurocomunismo”. Se recordaban sus vacaciones en la Rumania de Ceaucescu y la
ayuda que Honecker, Secretario de los comunistas de Alemania oriental, había
prestado al PCE. El Congreso de Bad Godesberg en 1959 explica mucho de esta
política del SPD con respecto a los socialistas del resto de Europa,
particularmente los ibéricos.
Las idas y venidas de socialistas
españoles a Alemania y de miembros del SPD a España para intercambiar
opiniones, comprobar situaciones y ver lo que más convenía, se sucedieron
durante los años sesenta y setenta, pero aún quedaba por dilucidar que hacer
con Rodolfo Llopis y los socialistas a los que dirigía en el exterior, a quien
se reconocía una cierta legitimidad por su lucha al lado de la República española. No cabe
ignorar también que algunos dirigentes socialistas alemanes ignoraban el
terreno que pisaban, pues llegaron a contar con el falangista Cantarero del
Castillo, reconvertido en “socialdemócrata” cuando Franco estaba a punto de
morir y que luego acabaría en las filas de Alianza Popular: el citado fue
invitado en 1974 a
visitar la Fundación Ebert
en Alemania.
El SPD se inclinó por la opción
de Nicolás Redondo y Felipe González muy tarde, hasta el punto que “a finales
del verano de 1974, el SPD seguía lamentando que la Internacional
Socialista se hubiera decidido por el PSOE”. La influencia de
Nicolás Redondo fue determinante, pues sus contactos con IG Metall, el poderoso
sindicato alemán ligado al SPD, hicieron ver a los dirigentes de este que solo
con la UGT el
socialismo español podía prosperar en los próximos años.
También tuvo éxito el
posicionamiento en 1973 de una delegación de socialistas españoles a Alemania
para entrevistarse con dirigentes del SPD, que les propusieron un congreso en
Alemania (no era posible en España en ese año) al que asistiesen todos los
grupos socialistas españoles. Múgica y Castellano se negaron, considerando que
Llopis ya no representaba lo que los socialistas españoles estaban haciendo en
España en la lucha contra el franquismo, como así tampoco Tierno, que lideraba
un pequeño grupo de intelectuales en Madrid y poco más (o al menos esta fue la
visión que tuvieron aquellos). El SPD veía que no iba a quedar más remedio que
reconocer a lo que luego se llamó informalmente el PSOE renovado, en detrimento
de Tierno, Llopis, Pallac, Barón y otros grupos atomizados hasta el infinito.
Ello a pesar de que estudios que la Fundación
Ebert llevaba haciendo demostrasen que el socialismo podría
tener un buen resultado electoral ante unas hipotéticas elecciones legislativas
en España (que podría alcanzar el 30%) y la divergencia que existía entre esto
y su escasísima implantación entre la sociedad.
Debe tenerse en cuenta que
gracias a los buenos oficios de Nicolás Redondo, el SPD invitó a Felipe
González a su congreso en Mannheim (1975) pero no había sido invitado al de
tres años antes aún habiéndolo solicitado el dirigente socialista, prueba que
las cosas no estaban claras para el SPD en cuanto a quien reconocer como
referencia del socialismo en España. Los informes que obraban en poder del
partido alemán demostraban la escasa implantación de los diversos grupos
socialistas y la ignorancia de sus militantes sobre cuestiones importantes a la
hora de afrontar problemas políticos en el futuro (en este caso me permito
decir que algo parecido a lo que ocurre ahora salvo excepciones). Habría que
esperar a 1976 para que el PSOE (ya descartado Llopis de la ayuda alemana)
recibiera cuatro millones de marcos, lo que representó en aquel momento una ayuda
muy importante, además de los cursillos, viajes a Alemania y sostenimiento de
despachos laboralistas que servían de tapadera para la acción política del PSOE
en España. Contó desde entonces con cincuenta liberados, militantes que se
dedicaron a recorrer el país reclutando a unos y a otros para la causa, aunque
otros lo hicieron a costa de sus propios recursos (en todo caso muy pocos en
términos absolutos).
Las tesis de Matthöfer y Grunwald
prevalecieron, por lo tanto, sobre las del ya fallecido Erler y su facción. Al
reconocimiento del PSOE dirigido por Felipe González contribuyó mucho Nicolás
Redondo, Dieter Koniecki y el propio Willy Brand, que no se inclinó, sin
embargo, hacia esta posición mientras no comprobó que era la mejor opción y que
el PSOE trabajaría para la integración de todos los socialistas en un proyecto
común: la democracia en España bajo la hegemonía del socialismo “occidental”,
la renuncia a toda ruptura revolucionaria, pues esta se consideraba inviable y
la diferenciación clara del PCE, para que el electorado tuviese un mensaje
claro de lo que el socialismo a finales del siglo XX significaba.
Así sería: en 1978 el Partido
Socialista de Tierno se unió al PSOE, también los socialistas madrileños
agrupados en torno a Enrique Barón y la Federación catalana del PSOE estableció un
estatuto especial con el Partido de los Socialistas de Cataluña, en realidad
resultado del reconocimiento del PSOE a aquella particularidad. Otros grupos
socialistas de ámbito regional también se integraron en el PSOE, incluso
personalidades y grupos que no tenían tradición socialista alguna, como el que
luego sería ministro Fernández Ordóñez.
Las primeras elecciones
legislativas arrojaron un resultado de 118 escaños para el PSOE, mientras que
el partido de Tierno se quedó en seis. La necesidad de la unidad estaba clara y
en torno a quien. En las elecciones legislativas de 1982 el PSOE obtuvo 202
escaños, lo que representaba mayoría absoluta y no sería la única vez. El SPD,
por medio de la Fundación F.
Ebert había influido muchísimo en la orientación que el socialismo español
debía tener, lo que provocó importantes debates que llevarían a algunas crisis
importantes, pero sin que los resultados electorales se resintiesen hasta 1994.
Pablo Castellano, que se ha presentado como representante del ala izquierda del
socialismo español no fue eso en aquellos lejanos años, como tampoco Alfonso
Guerra, que unió su suerte a la de Felipe González durante mucho tiempo. Cuando
yo entré en el Partido Socialista a finales del año 1975 algunos militantes muy
contestatarios planteaban en las asambleas que la Fundación Ebert
era un instrumento de la CIA
para reconducir al movimiento socialista hacia posiciones acomodaticias.
Aquello era una idiotez, pero sí es cierto que la Fundación Ebert
moderó el discurso del PSOE, que en su XXVII Congreso todavía se definía
marxista. Hoy poco queda de aquellos debates y anhelos: el PSOE vegeta en sus
comunidades aunque haya dirigentes y militantes verdaderamente ejemplares.
L. de Guereñu Polán.
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