Una burrada que pagaremos caro
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El ministro en la inopia |
Si
no lo remediamos; porque está la calle, las instituciones, los alumnos,
los profesores, las asociaciones de padres, todos aquellos que se
sientan concernidos en el sistema educativo que se establece para
nuestro país.
Dos leyes han regido en España desde la
democracia (aparte la heredada del franquismo): la LOGSE y la LOE, las
dos del mismo signo, aprobadas por mayorías de izquierda a partir de la
propuesta de gobiernos socialistas. La LOCE no llegó a entrar en vigor.
Fue aprobada durante un mandado del PP pero se echó por tierra durante
el gobierno del señor Zapatero. Ahora se nos amenaza con la ley que
regulará -si no lo remediamos- la educación en España, que es la más
seria amenaza para alumnos y profesores.
Primar la excelencia
sobre la diversidad favorecerá a los alumnos cuyos padres disponen de
medios económicos, pero no a la mayoría que encuentra en la escuela
pública un elemento de igualación ante las desigualdades sociales.
Seleccionar las disciplinas y los intinerarios a una edad tan temprana
como establece el proyecto de ley actual es una aberración denunciada
por todos los pedagogos, psicólogos, profesores de pedagogía terapéutica
y docentes. Todo lo contrario es lo que se hace en Japón, Finlandia,
Noruega, Bélgica, Holanda... Los países con sistemas educativos más
avanzados, con mejores resultados, con una tasa de fracaso escolar
menor, con una integración del alumnado mayor.
Favorecer a los
centros privados (la mayoría religiosos) que discriminan a los alumnos
por sexo es una injusticia que quizá algún alto tribunal se encargue de
desautorizar. No se puede discriminar por ser cojo, o por ser bajo, o
por ser negro... pues tampoco por ser varón o mujer. Las previsiones que
la ley establece para favorecer económicamente a los centros privados
(también a los concertados, que son privados) es detraer recursos que
necesita la enseñanza pública, por que cabe imaginar a unas escuelas e
institutos con menos medios informáticos, menos laboratorios de idiomas,
menos instrumentos enb el aula de Tecnología, menos ordenadores, menos
materiales para la música, el diseño o los laboratorios de ciencias,
menos medios para el estudio del arte...
La atención a la
diversidad, los grupos de apoyo, las diversificaciones curriculares, las
adaptaciones curriculares, los profesores de pedagogía terapéutica
desaparecen o se desvirtúan hasta el infinito. ¿Como es posible tanta
desvergüenza y miseria morales? ¿Quienes se han creído los inspiradores y
aplaudidores de esta bazofia de ley? El ministro de Educación es un
ignorante en la materia sobre la que está legislando, está imbuido de un
prejuicio nefando sobre el papel que tiene que jugar el Estado -es
decir, la comunidad- en la formación de los alumnos, que son los que van
a producir, gobernar, dirigir el país dentro de unos años.
La
prevalencia de los exámenes sobre otros criterios de evaluación, como
la capacidad crítica que demuestre el alumno, la participación en clase,
su iniciativa, los méritos que demuestre según las dificultades de
orden intelectual, social, económico de las que parta, es una burrada
que pone de manifiesto en manos de quien estamos en materia educativa
(no hará falta que refiera aquí los déficits en materia económica, moral
o de justicia social). El eufemismo de "libertad de los padres para
elegir centro" es una burla en toda regla: solo es libre quien tiene
medios para ello. ¿Pueden elegir el Instituto Alemán de Madrid unos
padres obreros? ¿Puede elegir el Colegio del Pilar una familia de clase
media? ¿Puede elegir una madre que plancha rompa en unos grandes
almacenes el instituto que quiera para su hijo? Esto solo lo podrán
hacer unos pocos.
Ahondar en las diferencias con comunidades
autónomas donde lay lengua vernácula (Galicia, Euskadi, Cataluña,
Valencia, Baleares) es de una ceguera política patológica: salvo en el
reciente caso de Baleares, docentes, administradores y alumnos han
venido encontrando soluciones sin que una ley tenga que interferir en
tan delicado tema como este. Por otra parte se resta autonomía a los
centros, que conocen como nadie -su claustro de profesores y Consejo
Escolar- el medio ambiente y social al que va dirigio el hecho
educativo. Se deja sin poder al Consejo Escolar, se quita poder a los
claustros, se le da más poder a los directores, pero no recursos, por lo
que será papel mojado...
Eliminar la selectividad para
sustituirla por reválidas -que se producirán a edades inconvenientes- es
una idiotez en toda regla. Si la selectividad tenía un sentido -y cabe
discutirlo- lo que es absurdo es quitarla para poner otra prueba que
añade incertidumbre y confusión a la situación ya conocida por todos. En
todo caso la ley nacerá con una cojera insalvable: el Estado no prevé
recursos para su aplicación. Es un engaño, un fraude en toda regla, un
insulto a la comunidad, al páis, ya lastrado por unas clases dirigentes
embadurnadas en el escándalo y en la miseria moral más profundas que los
últimos tiempos hayan conocido.
L. de Guereñu Polán
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