sábado, 19 de octubre de 2013

Que vuelva Dracón

Ante el estado de descomposición moral, institucional y política en la que se encuentra España, quiero proponer que cuando se reforme la Constitución, necesidad imperiosa cada día que pasa, en el artículo 55º, o bien en otro anexo, se establezca uno por el que una mujer o un hombre justo, elegido por sufragio universal para no deberse a nadie más que a los electores, pueda suspender el funcionamiento de las instituciones y obligar a la convocatoria de elecciones sin necesidad de que así lo acuerde el Gobierno.

Para que esa mujer u hombre justo pudiese ejercer tal prerrogativa tendrían que darse ciertas condiciones: una demanda social suficiente acompañada de la alarma que pudiese objetivarse mediante encuentas o estados de opinión; que el país no estuviese viviendo un estado de alarma, sitio o guerra, tal como son definidos en la Constitución española y cualquier otra que se considerase oportuna.

El legislador Dracón, en la Atenas del siglo VII antes de Cristo, estableció una serie de leyes que llevan su nombre (draconianas) para corregir la arbitrariedad, la corrupción generalizada y la aprobación de leyes manfiestamente injustas.

En momentos en que el propio rey de España se presenta como un encubridor de delincuentes (un yerno y una hija suyos), el Presidente del Gobierno, un expresidente del Gobierno, diputados nacionales y autonómicos, senadores, altos cargos de otras instituciones, alcaldes, concejales, etc. se encuentran incursos en casos de corrupción, además de empresarios y banqueros privados, habiendo vulnerado la ley flagrantemente, violado las obligaciones fiscales, cobrado dinero ilegalmente, favorecido a unas empresas en detrimento de otras, legislado con claro desprecio de los intereses de la población... se hace necesaria una figura que pueda detener -solo en casos extremos- estos desafueros.

Todo lo que se haga para eliminar la corrupción y sanear la vida pública, la economía y los intereses que entraña, la ejemplaridad que es exigible a los que ostentan cargos representativos, es bueno y necesario, pero sin dilaciones y con toda urgencia. La dignidad nacional así lo exige.
L. de Guereñu Polán.

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