sábado, 16 de noviembre de 2013

China

El gigante que hace décadas denominaba a occidente el "tigre de papel" se ha convertido en un tigre voraz que maltrata a sus ciudadanos, desconoce las realidades nacionales y culturales de su amplio espacio, viola los derechos humanos más elementales y ha puesto la pista más expedita para que el capitalismo campe por sus respetos.

No todos los chinos, ni mucho menos, están de acuerdo con la marcha de su país. Las diversas etnias se consideran diferentemente tratadas, pero a lo que no reuncian cada una de ellas es a su identidad y a su historia. China no es como el imperio Austro-Húngaro o España, por poner dos ejemplos al albur. China es una enorme complejidad que si en alguna estación estallase podría ocasionar un cataclismo mundial, particularmente en Asia.

Los sucesivos gobiernos chinos, desde los mandarines, pasando por Mao y ahora, violan los derechos más elementales de la población, fusilan sin miramientos a los disidentes, cometen crímenes de estado que el resto del mundo ignora o dice ignorar. Si viviésemos en un mundo justo y con ideales arraigados en la mayoría de la población se romperían las relaciones comerciales y políticas con China, lo que redundaría en la salud democrática del mundo pero perjudicaría a millones de chinos, que son complacientes con su régimen de terror. Pero occidente en particular, y el resto del mundo, no están por la labor: priman los intereses económicos de un mercado de más de 1.300 millones de consumidores antes que la defensa a ultranza de los derechos humanos y la denuncia sin paliativos de su violación. 

Empezando por la energía, China es uno de los países que más consume pero a su vez es uno de los países que más produce (electricidad y petróleo particularmente). ¿Va Japón a poner en peligro su economía por denunciar los excesos del régimen chino? ¿Acaso no se cometen también en Japón? Los atentados al medio ambiente en China superan lo imaginable, igual que la destrucción del patrimonio histórico y natural en favor de un tipo de crecimiento que tiene por método y norte el sistema capitalista nacido en occidente. Los dirigentes chinos han sido alumnos aventajados. 

Sin embargo la renta "per capita" de China es ridícula si la comparamos con un país europeo medianamente desarrollado (5.400 dólares) lo que quiere decir que China es un gigante macroeconómico, competitivo en toda regla, que se come medio mundo, pero no es capaz de suministrar a sus habitantes sino una renta media de cinco mil euros escasos por año, mucho menos que en España. No hablemos de las enormes desigualdades que se han producido como consecuencia de la apertura al sistema capitalista en China, mayores incluso que en un país como España, donde las desigualdades entre unos ciudadanos y otros se han agrandado a un ritmo mayor que la media de la Unión Europea (también entre comunidades autónomas). 

Según datos del Banco Mundial para el año 2011 el Producto Interior Bruto de China ha crecido un 9,1% respecto del año anterior, lo que es muchísimo en relación a los países europeos, que se encuentran en tasas de crecimiento del 0% por término medio en torno al año citado. Pero ello no ha servido para que esa riqueza se repartiese entre millones de chinos que viven en la indigencia, en el atraso y en la ruralidad peor entendida.

China compite deslealmente con el mundo desarrollado y mucho más con el mundo subdesarrollado, lo que puede llevar a tensiones del mayor calibre a corto y medio plazo. Las guerras comerciales, la falta de libertad sindical en China, la explotación inmisericorde de millones de chinos, la negación de sus derechos más elementales, la enorme olla en ebullición que es China, puede estallar en cualquier momento. Mejor dicho, no estallará en unos meses, sino que su estallido se puede producir diferidamente a lo largo de una o dos décadas. Un nuevo mundo puede alumbrarse entonces, pero seguramente no mejor que el actual, porque a patir de la injusticia no se puede construir la ingualdad y la equidad. Los dirigentes chinos han sustituido los ideales por la economía capitalista; han sustituido la brutalidad del comunismo por la brutalidad del capitalismo. Malos tiempos.

L. de Guereñu Polán.


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