lunes, 4 de noviembre de 2013

Nacionalismo y fascismo

NACIONALISMO Y FASCISMO

Cuando yo era joven asistí a una conferencia que dio Blanco Amor en Pontevedra y del que recuerdo una frase: "O nacionalismo é unha caixa baleira. Haberá que ver que ten dentro". En efecto, junto a nacionalismos democráticos (el de Patricio Lumumba o el de Leopold Sengor en Congo y Senegal respectivamente, el nacionalismo del PNV o el de CiU, el nacionalismo del Partido Galeguista, etc.) hay otros que han demostrado unas tendencias fascistizantes más que evidentes, a la cabeza de los cuales el nacionalismo español, aunque no todo. 

Nacionalistas catalanes, vascos y gallegos fascistas también los ha habido, impregnando más o menos a sus respectivas formaciones políticas. Joan Esterlich en Cataluña estuvo muy ligado a la Alemania nazi, bien es cierto que con el afán de encontrar apoyos en ella para los objetivos nacionalistas que representaba la Lliga de Cataluña. Otro tanto podemos decir de Maspons i Anglasell, partidario de una expansión catalana como los nazis lo intentaron en casi toda Europa. Incluso Frances Cambó fue partidario -como se puede leer en Núñez Seixas- de la "dosificación de la participación del pueblo en el gobierno", cuando comenta sus impresiones sobre el fascismo italiano. 

El citado Esterlich fue partidario de un estado antidemocrático y corporativo y Maciá asistió al "Convegno Volta" en Roma en 1932 trayendo entusiasmado algunas ideas de los fascistas italianos. Incluso militantes como J. Dencàs y Rosell, de ERC, fueron partícipes de animar el grupo "Nosaltres Sols!" a imitación del "Sinn Féin" irlandés. Y el Partido Nacionalista Catalán admiró el militarismo de los "sókols" eslovenos. Dencàs y Badía -señala Núñez Seixas- tuvieron una deriva fascista cuando se mostraron partidarios del totalitarismo y de organizar a la juventud en un sentido paramilitar y jerarquizado.

En el caso de Galicia vemos aparecer simpatizantes del fascismo italiano entre sectores del nacionalismo gallego: sumisión a un caudillo, predomino de la nación sobre el individuo, legitimación de la violencia, lo que se puede ver en uno de sus órganos de expresión, "A Fouce", en Buenos Aires, durante los años veinte y treinta del pasado siglo. Más claro fue Vicente Risco, que vino de Berlín entusiasmado en 1930 al comprobar como luchaban los nazis antes de alcanzar el poder: "son a única forza que se pode opór ao bolchevismo" (escribe en su gallego de entonces). En las Mocedades Galeguistas hubo un sector fascistizante donde estuvo Álvaro Cunqueiro, que así no tuvo inconveniente luego en colaborar con el franquismo (méritos literarios aparte). Galleguistas partidarios de soluciones fascistizantes se relacionaron con el portugués Rolâo Preto, "camisa azul" portugués partidario del fascismo y de una organización paramilitar de la juventud. 

En menor medida podríamos hablar de rasgos fascistizantes en algunos sectores extremosos del PNV, sobre todo aquellos que, a partir del pensamiento sabiniano, no habían abandonado la idea de que la "raza" vasca era distinta y superior a la española. En Cataluña también hubo defensores de una "raza superior catalana", como lo expresaron en 1934 los miembros de "Nosaltres Sols!": los coeficientes de inteligencia de los catalanes son superiores a los de los demás espaoles, por lo que la inmigración era un peligro para la pureza de la "raza catalana". Los miembros de Irmandades da Fala hablaron de una etnicidad de Galicia que se puede interpretar solo en el campo cultural o también en un sentido ambiguo de distinción racial. Poca cosa, en este último caso, para alarmarnos. 

No es este un artículo para tratar en profundidad este asunto, pero en tiempos de inmigración, separatismos, propuestas audaces y poco reflexivas, aspiraciones legítimas unas, egoistas otras, bueno sería que pensemos que nacionalismo es el que tenemos por interlocutor, no vaya a ser que dentro de la caja se encuentren todos los demonios que creíamos superados.
Vicente Risco
A mediados de los años setenta asistí a una conferencia que dio Blanco Amor en Pontevedra y del que recuerdo una frase: "O nacionalismo é unha caixa baleira. Haberá que ver que ten dentro". En efecto, junto a nacionalismos democráticos (el de Patricio Lumumba o el de Leopold Sengor en Congo y Senegal respectivamente, el nacionalismo del PNV o el de CiU, el nacionalismo del Partido Galeguista, etc.) hay otros que han demostrado unas tendencias fascistizantes más que evidentes, a la cabeza de los cuales el nacionalismo español, aunque no todo.

Nacionalistas catalanes, vascos y gallegos fascistas también los ha habido, impregnando más o menos a sus respectivas formaciones políticas. Joan Esterlich en Cataluña estuvo muy ligado a la Alemania nazi, bien es cierto que con el afán de encontrar apoyos en ella para los objetivos nacionalistas que representaba la Lliga de Cataluña. Otro tanto podemos decir de Maspons i Anglasell, partidario de una expansión catalana como los nazis lo intentaron en casi toda Europa. Incluso Frances Cambó fue partidario -como se puede leer en Núñez Seixas- de la "dosificación de la participación del pueblo en el gobierno", cuando comenta sus impresiones sobre el fascismo italiano.

El citado Esterlich fue partidario de un estado antidemocrático y corporativo y Maciá asistió al "Convegno Volta" en Roma en 1932 trayendo entusiasmado algunas ideas de los fascistas italianos. Incluso militantes como J. Dencàs y Rosell, de ERC, fueron partícipes de animar el grupo "Nosaltres Sols!" a imitación del "Sinn Féin" irlandés. Y el Partido Nacionalista Catalán admiró el militarismo de los "sókols" eslovenos. Dencàs y Badía -señala Núñez Seixas- tuvieron una deriva fascista cuando se mostraron partidarios del totalitarismo y de organizar a la juventud en un sentido paramilitar y jerarquizado.

En el caso de Galicia vemos aparecer simpatizantes del fascismo italiano entre sectores del nacionalismo gallego: sumisión a un caudillo, predomino de la nación sobre el individuo, legitimación de la violencia, lo que se puede ver en uno de sus órganos de expresión, "A Fouce", en Buenos Aires, durante los años veinte y treinta del pasado siglo. Más claro fue Vicente Risco, que vino de Berlín entusiasmado en 1930 al comprobar como luchaban los nazis antes de alcanzar el poder: "son a única forza que se pode opór ao bolchevismo" (escribe en su gallego de entonces). En las Mocedades Galeguistas hubo un sector fascistizante donde estuvo Álvaro Cunqueiro, que así no tuvo inconveniente luego en colaborar con el franquismo (méritos literarios aparte). Galleguistas partidarios de soluciones fascistizantes se relacionaron con el portugués Rolâo Preto, "camisa azul" portugués partidario del fascismo y de una organización paramilitar de la juventud.

En menor medida podríamos hablar de rasgos fascistizantes en algunos sectores extremosos del PNV, sobre todo aquellos que, a partir del pensamiento sabiniano, no habían abandonado la idea de que la "raza" vasca era distinta y superior a la española. En Cataluña también hubo defensores de una "raza superior catalana", como lo expresaron en 1934 los miembros de "Nosaltres Sols!": los coeficientes de inteligencia de los catalanes son superiores a los de los demás espaoles, por lo que la inmigración era un peligro para la pureza de la "raza catalana". Los miembros de Irmandades da Fala hablaron de una etnicidad de Galicia que se puede interpretar solo en el campo cultural o también en un sentido ambiguo de distinción racial. Poca cosa, en este último caso, para alarmarnos.

No es este un artículo para tratar en profundidad este asunto, pero en tiempos de inmigración, separatismos, propuestas audaces y poco reflexivas, aspiraciones legítimas unas, egoistas otras, bueno sería que pensemos que nacionalismo es el que tenemos por interlocutor, no vaya a ser que dentro de la caja se encuentren todos los demonios que creíamos superados.


L. de Guereñu Polán.

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