Supongamos que en vez
de analizar el problema suscitado sobre
Cataluña desde una perspectiva del interés general, lo hacemos desde el punto
de vista de los dos partidos que gobiernan en España y Cataluña respectivamente.
Hay un dicho que
mantiene que el diablo sabe más por viejo que por diablo, uno lleva en política
algunas décadas y habla frecuentemente con otros que llevan tanto, o más. Uno y
otros constatamos la bastante clara coincidencia de los discursos más radicales,
o nuevos pasos en la confrontación, con decisiones de gobierno, desde el
central o desde el catalán, que suponen sacrificios adicionales para los
ciudadanos. Sumemos la existencia de reuniones relativamente secretas, según
los propios protagonistas para dialogar y acercar posiciones y la ambivalencia y
confusión de muchas de las frases, incluida la doble pregunta que permite
interpretaciones varias para el mismo resultado. Y tomemos en su literalidad
algunas de las frases del discurso de navidad del monarca, discurso que, como
es bien conocido, la Zarzuela consulta con la Moncloa. Los ingredientes de la
fórmula son indicios de que hay algo que se puede estar cocinando de forma
discreta y que no trasciende al público, que, más que asustado, apabullado
aguanta las embestidas que, en nombre de la crisis, dan a sus bienes y derechos
los que les gobiernan.
Los partidos actores
principales, PP y CIU, si continúan con sus políticas de recortes, de economía y de derechos sociales, la mayor parte dictadas
no por la necesidad, sino porque así se lo pide su ideología, y hay que
recordar que en ambos ámbitos, el económico y el social, tienen intereses e ideas
muy similares, van a tener muy difícil repetir como gobiernos, salvo….,
Salvo que a última
hora de la legislatura (por ejemplo en otoño del 2014, la fecha del posible referéndum
no es casual), ¡o sorpresa!, tras arduas negociaciones, y cediendo de sus
posiciones por el “bien de todos”, CIU y PP den con la solución al problema que
ellos mismos crearon y alimentaron. Los ciudadanos votarían, quizá con la nariz
tapada, a los partidos salvadores de la situación. Aún más si los partidos de
izquierdas no aceptan ser comparsas y cómplices, al fin y al cabo muchos de los
dirigentes de esos partidos aún creen, aunque solo sea ligeramente, en locas utopías como la del estado de bienestar, los
derechos de las minorías, o la redención de los desfavorecidos y marginados.
Incluso en esa circunstancia quedaría en evidencia que los independentistas,
hoy en la cresta de la ola, son una rémora, de la que prescindir, para los
intereses de la burguesía catalana que hoy pelea por sacar beneficio y privilegio
de la situación.Diciembre de 2013
Isidoro Gracia
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