lunes, 23 de diciembre de 2013

Un nacionalista español

Hace ya muchos años que he considerado a don Francisco Vázquez, brillante triunfador como alcalde de A Coruña, dirigente del Partido Socialista y embajador de España en el Vaticano, como el ejemplo más fiel de un nacionalista español. Más que socialista, progresista, liberal o cualquier otro calificativo ideológico, creo que lo que le va a don Francisco es el de nacionalista español. Es tan encarnizado su nacionalismo como el que le podemos atribuir a los nacionalistas catalanes y a los nacionalistas vascos. 

Le conocí en el año 1976 y, en las reuniones de los socialistas -entonces muy pocos en Galicia- hablaba en gallego. Cierto que era un gallego improvisado, como el de todos nosotros, pero todavía no había hecho ascos de la lengua vernácula de Galicia. Pronto se vio que era uno de los más capaces para dirigir al Partido Socialista en A Coruña e incluso en Galicia, tuvo sus tiras y aflojas con otros, supo manejarse muy bien en las interioridades de la vida militante y, cuando alcanzó por primera vez su acta de diputado, ya no hubo quien le tosiese, por la sencilla razón de que su influencia en Galicia creció como la espuma. 

A lo largo de estos años ha hecho gala de un nacionalismo español del más puro casticismo: haciendo alusiones religiosas encomiásticas no a título particular, sino como diputado y como alcalde, indisciplinándose en ciertas votaciones en el Congreso de los Diputados, discutiendo a uno y otro Secretario ante la opinión pública con no poco desprecio hacia las decisiones de aquellos...  Recientemente despreciando al señor Rubalcaba como dirigente socialista, quizá en el momento más dificil que vive el partido desde su legalización en febrero de 1977. Don Francisco Vázquez es así: hace gala de su condición de católico y la une a su condición de español; esas son sus señas de identidad más definitorias. Lo de socialista ha sido una cuestión de acomodo, pues como don Francisco no es ningún reaccionario, cuando la dictadura se agotó encontró como mejor opción al Partido Socialista, pero nunca se ha destacado por un mínimo bagaje teórico en esta materia. 

Elogió a las autoridades norteamericanas tras el 11-S por la "unidad" -dijo- que demostró el país y pidió para España un comportamiento igual. Ha tenido muy poca sensibilidad para con los gallegos que se reclaman de izquierdas pero también nacionalistas, y sin embargo ha sido partidario del máximo de acuerdos con el Partido Popular en la medida en que este ha sido el que ha ganado siempre las elecciones en Galicia. Su españolismo ha relumbrado en no pocas ocasiones y ahora se manifiesta una vez más con una opinión muy desfavorable respecto al señor Rubalbaca, olvidando que este ha tenido muchísimas más responsabilidades políticas que él, que las ha desarrollado con gran dignidad y eficacia y que -eso sí- ha impedido que el señor Vázquez llegase a un puesto que parece anhelaba: Defensor del Pueblo. 

E paso por el Vaticano como embajador ha impreso en don Francisco un plus de catolicidad y de conservadurismo en su opinión: ya lo dijo un sabio en el siglo XIX, que las condiciones materiales condicionan la conciencia, y al verse rodeado de tanta pompa, púrpura, capas pluviales y mitras, su embobamiento con la curia se ha cebado en él. Un nacionalista español en toda regla, no como los del Partido Popular, pues estos son reaccionarios a rabiar; don Francisco es un nacionalista español como no hay otro, con esa solera que da el haber sido ungido por la divinidad.

L. de Guereñu Polán.

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